Cobertura Especial Festival de Sitges 2010


DÍA 1, JUEVES 7 DE OCTUBRE


El segundo día de Festival, nos deparará por ejemplo, el estreno de la cinta española «Agnosia», dirigida por Eugenio Mira e interpretada por Eduardo Noriega, quienes estarán presentes en la rueda de prensa y photocall del film. Una de las películas más esperadas por un servidor es la cinta Mexicana «Somos lo que hay», un drama social teñido de canibalismo. «Rubber», «Tucker and Dale vs Evil» y «Hatchet II», pondrán la nota de humor y gore a este viernes con puertas al fin de semana, que tendrá su representación asiática con la película «Confessions» de Tetsuya Nakashima. Otros títulos para el día de hoy son: «The Door», «Primal» o «Notre Jour Viendra».
Photocall y Rueda de prensa del equipo de «Agonisa» Eugenio Mira / Eduardo Noriega / Barbara Goenaga / Félix Gómez / Antonio Trashorras








John Carpenter y Jalmari Helander: estos han sido los nombres clave de la jornada. O lo que es lo mismo, la visión plenamente clásica y asentada del relato terrorífico, por un lado, y la renovación de un cierto tipo de cine fantástico por el otro.
Empecemos por Carpenter. The Ward, el retorno del admirado realizador a la pantalla grande tras diez años de ausencia, se salda con un film sólidamente planificado, que muestra un buen aprovechamiento narrativo y estético (como es habitual en Carpenter) del formato 2:35, y que se sustenta en una relato eficaz aunque nada sorprendente, pero asumido con plena convicción narrativa por el realizador hasta sus últimas consecuencias. A medio camino entre el thriller psicológico ambientado en un centro psiquiátrico, el drama adolescente y la más clásica historia de fantasmas, el film puede recordar, a estas alturas, a no pocos films rodados en los últimos 15 años: desde Carretera Perdida (David Lynch) hasta Origen (Christopher Nolan), pasando por Femme Fatale (De Palma), Identidad (Mangold), Shutter Island (Scorsese), y muchas otras; pero es conveniente recordar que el propio Carpenter dirigió antes que todos ellos la interesante aunque irregular En la boca del miedo (In the Mouth of Madness, 1995), que presenta no pocos elementos comunes con esta The Ward, título cuya traducción al castellano vendría a ser algo así como «la sala» o «el pabellón». El film de Carpenter (quien, según Imdb, en estos momentos parece estar preparando un nuevo film que llevaría por título L.A. Gothic) no sólo resulta digno gracias a la habilidad narrativa y a la planificación del realizador, sino también a una estupenda dirección de actores (todas las jóvenes actrices del film resultan convincentes en sus respectivos roles, pero el actor Jared Harris está simplemente magnífico a cargo de su ambiguo personaje, el Dr. Stringer), a la notable y atmosférica fotografía de Yaron Orbach, la labor en el montaje de Patrick McMahon, y la banda sonora más característica y reconocible en el cine de este realizador, en este caso de nuevo compuesta por el propio Carpenter junto a Mark Kilian. El resultado: un buen film de Carpenter, con todo lo que esto implica, incluidos ciertos sustos fáciles y previsibles que el realizador acompaña con una estruendosa tormenta sonora y sucesivos finales que intentar dar unas cuantas vueltas de tuerca (quizás demasiadas) al relato. Las entradas para las sesiones de The Ward: agotadas.


Tim Burton y Henry Selick lo lograron con Pesadilla antes de Navidad, y Jalmari Helander lo ha vuelto a lograr con Rare Exports: a Christmas Tale, un notable film fantástico, de apenas 80 minutos de duración, que reinventa de forma harto peculiar y sugestiva el (falso) mito de la Navidad y a su figura más representativa: Papa Noël. Prácticamente todo en el film funciona a la perfección (el talento visual de Jalmari Helander, la fotografía, la concisión narrativa del guión, la excelente labor de todos los actores, los no muy abundantes pero convincentes efectos especiales, etc.). Jalmari Helander, invitado presente en Sitges, ha presentado el film de forma muy clara: «sólo quería decir unas palabras. Feliz Navidad», y razón no le faltaba, por que estas Navidades quizá todos los que hemos contemplado las imágenes de su film recibamos a Papa Noël de forma muy diferente a la habitual. Quizá no sea conveniente desvelar mucho de un film que presenta no pocas imágenes novedosas y atractivas, alejándose mucho del fantástico más instaurado en la actualidad. Esperemos que Rare Exports: a Christmas Tale, una producción finlandesa, consiga más tarde o más temprano una distribución comercial en nuestro país, del mismo modo que el excelente film sueco Déjame entrar lo logró dos años atrás. Jalmari Helander y la salud del cine en general que llega hasta nuestra carteleras lo merecen sin duda alguna. Además, después de cuatro jornadas del Festival, este film finlandés ya empieza a perfilarse como uno de los posibles candidatos a estar presentes en el palmarés. El público ha recibido realmente bien al film de Helander, apoyándolo con constantes aplausos durante y después de la proyección del mismo, y aunque esto no siempre sea buena señal, en este caso ha sido absolutamente merecido.


Mucho menos destacadas que las anteriores han resultado ser Secuestrados, del español Miguel Ángel Vivas (quién dirigió en 2004 el film Reflejos), y Fase 7, debut en la realización del argentino Nicolás Goldbart. La primera deviene una copia desvaída y superficial de films como Funny Games, de Michael Haneke (en sus dos versiones) o La habitación del pánico, de David Fincher. Ni el film de Haneke ni el de Fincher me han suscitado nunca especial simpatía, pero en todo caso destacaban por una contundente frialdad dramática (la primera) y por una virtuosa tramoya cinematográfica (la segunda) que las imágenes del film de Vivas apenas logran arañar. Al ya de por sí mediocre guión, en el que abundan las lagunas argumentales, caben sumarle unos diálogos bastante anódinos, unos planos-secuencia que estéticamente recuerdan más a la televisión de este país que a cualquier otra cosa, una muy irregular dirección de actores (abundan los momentos en los que Vivas no parece controlar la gestualidad o las reacciones de sus actores, lo que ha provocado ciertas risas en los espectadores presentes en el pase matinal del film), y para redondear, Vivas se permite empezar el film, incomprensiblemente, con una secuencia de tensión, a partir de la cual se narrarán los sucesos supuestamente anteriores a la misma, aunque finalmente el acontecimiento inicial no vuelva a tener lugar de nuevo, y la película finalice de forma harto caprichosa y gratuita.
Por su parte, Fase 7 presenta como gran inconveniente, precisamente, su idiosincrasia nacional, y para quien no tenga muy claro que quiero decir exactamente con esto o no haya podido ver demasiado cine argentino actual, concretaré mis intenciones: El problema más grave del film de Nicolás Goldbart reside en que la característica verborrea argentina (los personajes hablan y hablan sin parar) impide que el film tenga un acabado estético lo suficientemente digno y convincente, deviniendo lamentablemente algo más cercano en sus resultados a una mediocre TV movie nacional. Eso sí, sí Fase 7 tiene, pese a todo, momentos divertidos, es fundamentalmente por la labor de sus actores, no por que Goldbart confeccione visualmente los supuestos gags de su película.
Crónica: Oscar Navales
DÍA 5, LUNES 11 DE OCTUBRE






Crónica: Oscar Navales
DÍA 6, MARTES 12 DE OCTUBRE
Aunque la jornada de hoy ha estado completamente polarizada por el cine japonés (por un lado, Thirteen assassins, de Takashi Miike; por el otro, Outrage, de Takeshi Kitano) la auténtica sorpresa ha sido (al menos para mi) el film Black Death, coproducción del Reino Unido y Alemania, dirigida por Christopher Smith, que narra un pequeño cuento de terror en el que, con el marco de los primeros brotes de peste bubónica en Inglaterra durante la Edad Media, un joven monje deberá decidir entre seguir siendo fiel a su Dios (la religión cristiana) o abrazar la herejía propuesta por una supuesta bruja que impone sus designios en un pequeño pueblo que vive misteriosamente aislado del brote de peste. Black DeathEddie Redmayne, a cargo del papel del joven monje protagonista, y de la holandesa Carice Van Houten, aquella actriz que sorprendió inmejorablemente hace unos años con su labor en El libro negro, de Paul Verhoeven) y por la atmósfera fotográfica, realista, húmeda y tétrica al mismo tiempo, lograda por el operador Sebastian Edschmid. Aunque Christopher Smith también recurre (al igual que tantos otros directores con film presente en el Festival de Sitges) a la en estos tiempos muy sobada cámara en mano, buscando realzar el aspecto realista de su film, ello no impide que el realizador impregne al relato de un tempo narrativo adecuado, y que la construcción visual de ciertos planos se revele verdaderamente inquietante (Ej: el plano en el que uno de los soldados que acompañan al joven monje es alzado por dos hombres, siguiendo órdenes de la bruja, y crucificado, mientras la cámara transmite el horror subjetivo del momento al ir completamente adherida al cuerpo del actor que interpreta al crucificado). El excelente epílogo que cierra el relato, y que sugiere el verdadero inicio del terror real que se vivió durante la Edad Media con el nacimiento de la inquisición y de las terroríficas acciones que sus miembros llevaron a cabo en nombre de Dios, redondea definitivamente este interesante film. sustenta su interés en un relato sugestivo y modélicamente construido, que no pierde fuelle en ningún momento, y que se ve notablemente respaldado por su excelente reparto (entre los que destacaría la labor de


Por su parte, Takashi Miike y sus Thirteen assassins han conseguido entusiasmar al masivo público asistente al primer pase matinal de la película. No voy a ser yo quien le niegue al realizador ciertas virtudes, pues afortunadamente Thirteen assassins se encuentra más cerca en sus resultados a un film como Audition (todavía hoy la película más interesante que he visto de su realizador) que a otros tan desastrosos como Gozu, Ichi the killer o Yatterman. La primera secuencia del film, en la que se plasma el acontecimiento que desencadenará toda la trama posterior: el suicidio ritual de un samurai mediante la técnica conocida como seppuku, y en el que la víctima se abría las tripas con una daga (conocida como tantö) de unos 20-30 centímetros de longitud, está realmente bien filmada, y en un plano de la misma, Miike recurre con gran habilidad a un plano medio del samurai, cuando esté lleva a cabo su desentrañamiento, que deja en fuera de campo la parte de su cuerpo que se va a ver afectada por la acción de la daga, sin que ello despoje precisamente a la acción física que tiene lugar de la virulencia que se le presupone. Durante aproximadamente una hora y media de metraje, Miike narrará pausadamente los preparativos que un grupo de 13 samurais llevarán a cabo para vengarse de un brutal señor feudal que ha permitido la masacre total de un pueblo, dejando para los 45 minutos finales la verdaderamente explosiva mezcla de acción, violencia, humor, y demás elementos afines al realizador, que sus fans esperaban como agua de mayo. Aunque en el conjunto existen momentos ingeniosos, divertidos o que revelan la habilidad cinematográfica del realizador japonés, lo cierto es que Thirteen assassins tiene algo de impostura posmoderna, y sus variaciones de tonalidad dramática no terminan de cuajar. Un plano como el que muestra a unos toros (digitales) ardiendo desbocados y persiguiendo samurais deja bastantes cosas claras: la seriedad y vehemencia dramáticas de la primera hora y media del film sólo pretendían provocar una fricción evidente con el metraje posterior, mucho más desenfadado que el precedente. Como Sitges ha demostrado, a ciertos seguidores del cine japonés actual esto les hace bastante gracia. Al resto…siempre nos quedarán clásicos como Naruse, Mizoguchi, Kurosawa, Ozu, etc., o realizadores actuales como Hirokazu Kore-Eda.



DÍA 7, MIERCOLES 13 DE OCTUBRE
Reha Erdem dota de estructura narrativa circular a Kosmos, su relato acerca de los prejuicios sociales y el miedo de una comunidad al intrusismo exterior: si las primeras imágenes del film muestran a Kosmos, el protagonista de la historia, avanzando dramáticamente por caminos nevados al tiempo que emite un extraño gemido, hasta llegar a la comunidad en la que acontecerá toda la narración, al final del film será de nuevo el propio Kosmos, el misterioso hombre que parece tener poderes curativos en las manos, el que volverá a internarse en la blancura del escenario que domina los alrededores y, emitiendo de nuevo sus gemidos, se dirigirá a cualquier otro lugar que lo acoja por un breve período de tiempo, hasta que la casi segura desconfianza de sus nuevos vecinos hacia su misteriosa personalidad le obligue a marcharse de nuevo. Una pesimista conclusión para este film, coproducido por Turquía y Bulgaria, en el que las imágenes concebidas por Reha Erdem y el sentido filosófico y moral que se desprende de la historia recuerdan antes a films como Stalker, de Andrei Tarkovski, o Días de eclipse, de Aleksandr Sokurov, que a cualquier otro de los films presentes en el Festival de Sitges este año. Kosmos es un film interesante aunque irregular, y vale la pena arriesgarse a su visionado por su singular visión del cine fantástico, más auténtica, en realidad, que la de muchas otras producciones que tan solo recurren a los zombis, vampiros, posesiones demoníacas y demás, dejándose llevar por la corriente dominante en la actualidad con fines meramente comerciales.
My Joy, del ruso Sergei Loznitsa, ha supuesto para mi uno de los grandes descubrimientos de esta edición del Festival de Sitges. La película ha provocado un gran número de deserciones en la sala conforme su metraje avanzaba, y esto, más que extraño, era de esperar: My Joy es una de esas películas que ponen a prueba al público de un festival como el que nos ocupa, definiendo cual es el verdadero perfil medio de sus espectadores y logrando que la baja educación cinematográfica de la mirada entre los habitantes de este país quede tristemente al descubierto. Sergei Loznitsa comete el gran error (para mi gran acierto) de despojar a su película de un protagonista con el que el espectador pueda identificarse de algún modo. Las primeras imágenes de My Joy muestran como el cuerpo de un hombre anónimo es tirado a un agujero, para luego ser enterrado en él. La última imagen de la película es todavía más misteriosa: un hombre, después de haber provocado una incomprensible masacre, avanza por una carretera hasta que su figura desaparece engullida por la más completa oscuridad. Entre esas dos contundentes imágenes medían un buen puñado de historias…que nunca terminan bien, desfilando por ellas personajes tales como camioneros, prostitutas demasiado jóvenes para comerciar con su cuerpo, un soldado que creer ver a un hombre colgado de un árbol, y poco después la reaparición del mismo en otro lugar…vivito y coleando, policías que detienen en la carretera y por pura maldad a cualquier forastero que pase por su jurisdicción, para atemorizarle o infligirle tratos vejatorios de todo tipo, etc. Las imágenes de Sergei Loznitsa hablan por si solas y describen con acierto un territorio que parece ser todo un meridiano geográfico en el que converge la violencia más absurda y nihilista. Evidentemente, el espectador no hallará ningún tipo de joy (alegría) en la película de Sergei Loznitsa. My Joy es una película que merecería estar en el palmarás de Sitges 2010.
Crónica: Oscar Navales
DÍA 8, JUEVES 14 DE OCTUBRE
We are the night (Wir sind die Nacht, 2010), la nueva película del alemán Dennis Gansel, es la confirmación de que este realizador pretende ir de transgresor aunque luego los relatos que tiene entre las manos se queden en agua de borrajas. La ola (Die Welle, 2008) giraba en torno a un caso real, el de un profesor alemán que decidió poner en práctica un curioso experimento sirviéndose de sus alumnos adolescentes. La cuestión en torno a la que giraba dicho experimento era la siguiente: ¿Es posible, en la Alemania contemporánea, provocar un resurgimiento del no tan olvidado ideario del nazismo?. Tan interesante planteamiento argumental era torpemente dinamitado por el realizador al erigir su film en un producto comercial y muy convencional que apenas lograba ser inquietante en algún momento de su desarrollo. La ola quedaba muy, muy lejos de los resultados alcanzados por Michael Haneke en La cinta blanca (Das weisse Band, 2009). En We are the night, Gansel intenta retratar, sirviéndose de la mitología del vampirismo adaptada a los tiempos actuales, a una sociedad extremadamente onanista, superficial y narcisista. ¿El resultado? Algo así como una mezcla de Jóvenes ocultos y Sexo en Nueva York. La primera secuencia del film, eso sí, es prometedora: la cámara recorre el interior de un avión, mostrando los cadáveres de los integrantes de la tripulación, hasta finalmente mostrar a tres vampiras jóvenes y muy fashion. Como una de ellas ha matado por error al piloto del avión, a las tres chupasangres no les queda más remedio que saltar del avión. La secuencia es atractiva y sugerente, y encima Gansel tiene el buen gusto de no mostrar el vuelo de las vampiras. Las secuencias posteriores no dejarán de sepultar cada vez a mayor profundidad el recuerdo de ese inicio, hasta alcanzar el film uno de sus puntos álgidos de petardeo con la secuencia en la que las chicas vampiro se van de compras. Para acabar de rematar la jugada, la supuesta celebración de la eterna juventud y de su definitiva independencia del poder masculino (tan a tono con los tiempos que corren) a la que tanto se aferran las protagonistas del film, termina por ceder el paso a su irreprimible necesidad de tener a alguien con quien compartir los días de su existencia, que contradictoriamente a lo que se podría esperar, termina por parecerse mucho más a un hombre que a cualquier otra cosa. Verdaderamente risible.
Monsters, producción del Reino Unido dirigida por el debutante Gareth Edwards, es un de las revelaciones de Sitges 2010. Para empezar, el realizador dota a su film de una estética realista bastante afín a la de algunos films recientes como Monstruoso, The Last Exorcism o Rec, pero sin la aborrecible (falsa) necesidad que tienen estas de depender de un personaje que vaya filmando con su cámara todo lo que les ocurre (hasta lo menos verosímil) a los auténticos protagonistas de las respectivas historias. Gareth Edwards prefiere convertir Monsters en una narración minimalista en la que conforme avanza el metraje (y paralelamente al viaje de regreso a Estados Unidos desde Méjico que se ven obligados a emprender la pareja protagonista de la historia por razones que no voy a desvelar) lo extraordinario que dinamita las fronteras entre lo racional y lo irracional va emergiendo y sacudiendo las conciencias respectivas de hombre y mujer. Lo mejor de la película: que en cierto modo parece una versión en clave de ciencia-ficción de Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini, mezclada con El incidente, de M. Night Shyamalan. Gareth Edwards demuestra tener habilidad para crear expectativas en el espectador y luego saber estar a la altura de ellas. Lo peor: que el film tampoco trasciende su material de partida y termina siendo algo superficial. Gareth Edwards esboza ciertos temas, relacionados con la más plena actualidad mundial (entre ellos los prejuicios sociales y raciales surgidos de la globalización y los vaívenes de emigrantes que esta ha traído consigo) que luego no traspasan su mera condición de apuntes. De todos modos, se trata de un film lo suficientemente interesante como para merecer atención.
The Housemaid (Hanyo, 2010), de Im Sang-Soo, es la enésima demostración de que el cine de Corea del Sur goza en la actualidad de indudable buena salud. Se trata de la mejor película vista esta octava jornada del Festival de Sitges. Todo un ejercicio de concentración de los elementos de la narración: Una localización fundamental (una lujosa casa propiedad de una familia de la alta burguesía coreana, con breves y esporádicas secuencias que necesariamente acontecen fuera de ella); apenas 7-8 personajes importantes; una cuidad estética visual (la primera secuencia del film, filmada cámara en mano, y en la que tiene lugar el suicidio de una chica, deja paso en el metraje posterior a un imágenes formalmente más elegantes y elaboradas, con la cámara situada ya sobre trípode, y que tienen la cualidad de definir a la perfección el aire que se respira en el interior de la casa burguesa, en la que los ricos saben guardar elegantemente las apariencias y también sus trapos sucios), un arco temporal reducido (todos los acontecimientos tienen lugar en apenas una semanas) y un guión que hace de la tensión psicológica y sexual su principal razón de ser. El realizador, presente en el festival, calificó a su film de ejercicio hitchcockiano: algo de verdad tienen sus palabras.
L´autre monde (Black Heaven, 2010), el nuevo film del director francés Gilles Marchand, se mueve por un territorio muy similar al de Chatroom, de Hideo Nakata: el joven protagonista de la historia confunde cada vez más su realidad con la experiencia sensorial proporcionada por la realidad virtual del juego Black Hole, y terminará deviniendo víctima de una extraña pareja de hermanos que quieren conducirlo hacia el suicidio. Todo lo que en el film de Nakata era sugerente y atractivo resulta en el film de Marchand aburrido y muy poco imaginativo. Al final, de todo el metraje de L´autre monde solo los fragmentos que muestran el progreso del protagonista en el universo virtual de Black Hole resultan curiosos a ojos del espectador. El resto: pura sosería y aburrimiento.
Red Nights (Les nuits rouges du bourreau de jade), dirigida a cuatro manos por Julien Carbon y Laurent Courtiaud, es un film que promete inicialmente mucho, gracias a una primera secuencia que se mueve a partes iguales en lo visual por la sensualidad, lo terrorífico y lo macabro: es una de las secuencias del film que ponen al descubierto la influencia que el giallo italiano tiene en los creadores de Red Nights. Por desgracia, la evolución del film, si algo pone verdaderamente al descubierto, es la propia idiosincrasia del cine francés, que choca irremisiblemente en sus rasgos más característicos (ritmo narrativo pausado, comportamiento más distante y cerebral de los personajes, cierta sensación de que, pese a ser un relato típico de folletín, la mecánica del mismo está muy filtrada por lo intelectual de sus realizadores, etc.) con la temperamental y mucho más crispada tensión narrativa habitual en el giallo italiano. Los últimos 20 minutos de Red Nights son los que devuelven al film al camino marcado en la mencionada secuencia inicial, y salvan, solo parcialmente, el resultado global del mismo.




El día de hoy dará comienzo con la proyección de otra de las cintas más esperadas del festival, «Let me in» de Matt Reeves, remake americano de la exelente obra del sueco Tomas Alfredson «Let the right one in», que según parece consigue estar a la altura de la cinta original. El cine asiático tendrá hoy doble representación. El primero de los títulos será «Uncle Boonmee who can recall his past lives», película dirigida por el director tailandés Apichatpong Weerasethakul, quien nos presenta una historia de fantasmas y reencarnación. La otra producción oriental será «Bedevilled» del coreano Jang Cheol-soo. Drama, abusos, violencia y una sangrienta venganza. Y para terminar el día, otra violenta y vengativa cinta, «I spit on your grave», remake del polémico clásico de los años ’70 que está dirigido por Steven R. Monroe. Cinta que se podrá ver en el Retiro junto a títulos como «The final» y «The violent kind». Un día cargado de buenas sensaciones que desvelaremos en la crónica del 9º día de Festival.
Para los que conocemos el film sueco Déjame entrar (Lät den rätte komma in, 2008), de Thomas Alfredson, el remake americano dirigido por Matt Reeves es, a la fuerza, un film prescindible. No es que Reeves sea un realizador falto de talento, ni mucho menos, por que Déjame entrar (Let Me In, 2010) pone al descubierto que la elegancia en la composición visual, o el tempo narrativo con pretensiones atmosféricas y/o sugerentes, no son conceptos desconocidos para el creador de Monstruoso (Cloverfield, 2008), uno de los films más sobrevalorados del fantástico contemporáneo. Algunas situaciones de este remake son invención exclusiva de Reeves, como por ejemplo el primer asesinato que lleva a cabo el protector de Abby (la niña vampiro) en el interior de un coche justo cuando un tren atraviesa el paso a nivel que ha obligado al vehículo a parar. En esta situación, Reeves se permite emplear las luces rojas del semáforo que señaliza el paso a nivel para subrayar desde el exterior la violencia que acontece en el interior del vehículo: una solución visual elegante y heredada del trabajo con el color rojo que ya existía en el film de Alfredson, aunque por lo menos trasladada a una situación no existente en el film original (desconozco si, en todo caso, la situación tenía presencia en la novela que ha dado pie a ambas películas). El momento citado, junto a otros breves instantes del film, forma parte de lo que conviene salvar de este remake que mimetiza directamente la mayor parte de soluciones visuales y el ritmo narrativo del film de Alfredson, dando como resultado la operación una obra decididamente olvidable.
Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives (Loong Boonmee raleuk chat, 2010) estaba destinada a generar debate en el marco del Festival de Sitges 2010. Como muestra, un dato revelador: en su pase matinal de hoy viernes las deserciones de espectadores se contaban por decenas. Nos encontramos ante un caso similar al de My Joy, de Sergei Loznitsa, notable película rusa que también tuvo el honor de provocar el rechazo de parte de la audiencia. Pero donde el film ruso no dejaba asidero posible al espectador, que era quien tenía que hilar el posible relato existente en el film, el film de Apichatpong Weerasethakul pone las cosas relativamente más fáciles a sus posible audiencia: el propio titulo de la obra, cuya traducción al español aproximada sería algo así como Tío Boonmee, que puede recordar sus vidas pasadas, deja explícito el contenido argumental del film, y solo los espectadores más adormecidos pueden pasar por alto este factor al asistir a la proyección del film, lo que genera, por defecto, una verdadera incomprensión de lo que está aconteciendo en pantalla. Salvado este escollo, ¿qué puede decirse del film?. En mi opinión, Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives merece una oportunidad dado lo insólito de su propuesta, aunque tras su visionado la impresión más clara que me asalta es la de que ha tenido lugar (desde el importante premio logrado por la película en Cannes) una considerable sobrevaloración crítica del film. La mezcla de comedia y fantasía tailandesa propuesta por Weerasethakul contiene en su interior imágenes realmente poderosas (Ej: la secuencia que tiene lugar de noche, junto a una bella y mágica cascada, y en la que una mujer mantiene contacto sexual con un espíritu con apariencia de pez), y el realizador filma casi todo su film con planos estáticos y un ritmo narrativo muy homogéneo, pero estoy convencido de que, para bien o para mal, un único visionado del film resulta completamente insuficiente para valorar debidamente una obra que presenta como uno de sus principales escollos la distancia cultural existente entre Europa y Asía (si determinados aspectos culturales y/o sociales de Japón, China o Corea del Sur empiezan a quedarnos aceptablemente claros debido a la importante cantidad de film que podemos ver de estos países, esto todavía no es así con un país como Tailandia). De todos modos, me aventuro a decir que Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives me ha parecido un film atractivo y sugerente, pero irregular, y probablemente muy alejado del término magistral con que tan a la ligera ha sido definido por algunos medios. Su estreno comercial en España está previsto (según Imdb) para el 3 de Diciembre de este mismo año.
Bedevilled es la primera película del realizador de Corea del Sur Jang Cheol-so. Al igual que en la también coreana (y vista en este festival) The Housemaid, Bedevilled transcurre en apenas un espacio (una pequeña isla), el arco temporal del relato es reducido (apenas unos días), y cuenta con aproximadamente una docena de personajes importantes. Todo ello para poner de relieve, gracias a los elementos citados, que generan una creciente y angustiosa tensión psicológica, las asperezas de una Corea rural anclada en las tradiciones más conservadoras y profundamente machistas que uno pueda imaginar. Una de las frases que pronuncia en un momento del film una de las ancianas de la isla no puede ser más explícita al respecto: una esposa siempre está contenta de tener la polla de su marido en la boca. El problema surge cuando las necesidades sexuales del marido deben ser satisfechas por obligación y este es libre de infligir brutales palizas y humillaciones a su mujer cuando esta se niega al contacto sexual. La primera hora y media de Bedevilled es realmente contundente y demuestra que su realizador es capaz de dotar de fluidez al relato y filmar considerablemente bien. El último tramo del film deviene un verdadero baño de sangre, no por esperado menos contundente, en el que la protagonista se vengará de todos los que han convertido en miserable su existencia. El problema de este clímax surge cuando las exageraciones visuales (profusión de sangre y miembros cercenados, pese a que las espiral de violencia da inicio con los asesinatos, visualmente más secos y contundentes, de tres ancianas de la isla) y humorísticas se apoderan de la función, echando en parte por tierra los resultados obtenidos hasta el momento. Una pena, por que Bedevilled es un film interesante aunque, debido a su media hora final, no plenamente logrado.
Llegamos al último día de proyecciones, donde nos esperan dos cintas muy esperadas por un servidor. Una de ellas es la nueva película de Darren Lynn Bousman «Mother’s day», remake del clásico de Charles S. Kaufman, en el que veremos un violento survival enmarcado en la america profunda, donde una madre guiará a sus pupilos por la obediencia y los placeres de la carne de unas incautas jovencitas. La otra, es la cinta coreana «I saw the devil», dirigida por Kim Ji-woon y protagonizado por dos de los mejores actores coreanos del momento, Lee Byung-hun y Choi Min-sik, a quienes seguiremos en un thriller de violencia y venganza, que pondrá a ambos personajes en una incansable persecución sin prejuicios. Hoy también podremos ver una de autos asesinos en «Hybrid 3D», violencia y canibalismo en la francesa «The Pack», o una historia entre la vida y la muerte en «Afterlife», protagonizada por Christina Ricci. Una jornada de clausura con la entrega de premios.
Último día del festival (al margen de las maratones de mañana domingo) y, por suerte, última sorpresa cinematográfica del mismo. Estoy hablando, por si alguien tiene dudas al respecto, de I Saw the DevilAkmareul boattda, 2010), del coreano Kim Ji-Woon. Aunque resulta algo difícil clasificar la mezcla de géneros que conforma I Saw the Devil, el film quizá pueda considerarse algo así como un thriller épico repleto de humor negro y mala leche. En ella, el habitual resquebrajamiento de la familia feliz coreana lleva a dos tipos a enfrentarse continuamente con el único afán…de destruirse mutuamente. Por un lado, tenemos a Soo-hyun, un agente secreto que, de un día para otro, contempla como el inminente enlace con su novia (la cual, además, está embarazada, aunque esto es algo que Soo-hyun todavía no sabe) se vuelve literalmente imposible, pues el cadáver despedazado de la chica es hallado por la polícia. Por otro lado se encuentra Kyung-chul, el asesino de la chica, un tipo extraordinariamente peligroso que ha dejado completamente de lado a su familia, la cual incluye a un hijo pequeño. Un encendido enfrentamiento entre los dos hombre dará inicio cuando Soo-hyun decida emplear métodos expeditivos para enfrentarse a los cuatro posibles sospechosos que baraja la polícia hasta dar con el asesino de su novia. Al tercer intento, Soo-hyun hallará en Kyung-chul al hombre que busca, pero en lugar de matarle a la primera ocasión, el plan del vengador pretenderá ir destrozando poco a poco al psicópata, hasta que llegue el momento en que el sufrimiento del mismo haya saciado por completo su sed de venganza. Así planteado, el argumento del film no resulta especialmente original, pero hay que reconocer que Kim Ji-Woon demuestra talento al convertir el material de partida en una especie de salvaje versión coreana de las aventuras del Coyote y el Correcaminos. Ji-Woon filma realmente bien y I Saw the Devil contiene algunas secuencias estupendas, por mucho que aún sea demasiado pronto para determinar el grado de calidad del film, pues su duración quizá sea excesiva (145 minutos) para la anécdota argumental sobre la que se sostiene, y su visionado en Sitges, en una jornada de películas especialmente largas (Detective Dee and The Mistery of Phantom Flame dura 122 minutos y la nueva versión de Metrópolis roza las dos horas y media) no permita ver las cosas con la mayor claridad posible. En todo caso, la impresión inicial que deja I Saw the Devil es realmente satisfactoria.
Detective Dee and The Mistery of Phantom Flame (Di Renjie, 2010), dirigida por todo un veterano del cine comercial asiático como es Tsui Hark, es una agotadora, y en su segunda hora muy atropellada narrativamente, película de aventuras y artes marciales en las que el detective Dee del titulo ejercerá de Sherlock Holmes asiático para intentar averiguar que extraño misterio se oculta tras las sorprendentes combustiones espontáneas de dos mandatarios de la corte en los días previos a la coronación de la primera emperatriz de China en el año 690 después de Cristo. Detective Dee and The Mistery of Phantom Flame tiene a su favor que durante la primera hora de metraje el relato se sostiene aceptablemente bien, que Tsui Hark emplea el formato panorámico con elegancia visual y el montaje del film resulta bastante menos confuso de lo que es habitual en la actualidad, y que algunas secuencias (por ejemplo, la llegada de los protagonistas a un lugar en el que son recibidos por un ser similar al Carónte de la mitología griega, y el posterior combate de aquellos con unos extraños seres) logran ser lo suficientemente atmosféricas, gracias a la fotografía y al diseño de decorados, como para resultar atractivas, no es menos cierto que todo ello resulta ineficaz para compensar un film excesivamente largo y que durante su segunda hora abunda en bruscas y muy confusas elipsis narrativas, y convierte el devenir de la historia en un auténtico berenjenal de sospechas y traiciones que distan mucho de estar convincentemente narradas. Al final, tanto da quién hizo qué y por qué, pues el aburrimiento y el sopor han logrado que el espectador se desentienda por completo de lo que ocurre en pantalla.
Y, ya por último, un servidor ha decidido despedirse de esta agotadora edición número 43 del Sitges Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya con la proyección de la copia restaurada, y que incluye cuantioso y significativo metraje recuperado, del monumental Metrópolis (1927) de Fritz Lang. Las elocuentes imágenes del film hablan por si solas, y demuestran: la indiscutible habilidad de Fritz Lang para la creación de imágenes memorables que han devenido icónicas para la historia del cine en general y para la del cine fantástico en particular; su dominio del tempo cinematográfico y de las necesarias variaciones del mismo acompasadas al fluir dramático del relato; su estupendo apoyo en los efectos fotográficos (obra conjunta de Karl Freund, Walter Ruttmann y Günther Rittau) para reforzar visualmente el sentido del relato, y muchos, muchos más elementos del lenguaje cinematográfico empleados con absoluta maestría. De todos modos, para los interesados en la obra de este fundamental cineasta alemán, decir que no es Metrópolis la mejor de sus obras, y aprovechar este espacio para recomendar encarecidamente el visionado de films como Las tres luces (1921), Dr. Mabuse (1922), Los nibelungos (1924), Spione (1928), M, el vampiro de Düsseldorf (1931), El testamento del Dr. Mabuse (1933), Furia (1936), Sólo se vive una vez (1937), Man Hunt (1941), Los verdugos también mueren (1943), La mujer del cuadro (1944), Perversidad (1945), Encubridora (1952), Los sobornados (1953), Deseos humanos (1954), Los contrabandistas de Moonfleet (1955), Mientras Nueva York duerme (1956), Más allá de la duda (1956), el díptico formado por El tigre de Esnapur y La tumba india (1959), y Los crímenes del Dr. Mabuse (1960). Una obra, la de Fritz Lang, sencillamente sensacional.