Apocalipsis interior y personal con Bellflower. Sitges 2011
Desde hace varias décadas, el cine de acción violenta se ha englobado como un subgénero propio dentro del género fantástico, y el Festival de Sitges se ha nutrido de él prácticamente desde sus inicios. Una de las mejores muestras de ello es Bellflower, de Evan Glodell, un film que desde que se anunció en el programa de esta edición, viene despertando la curiosidad de los amantes del género.
Bellflower es una vorágine de violencia y rabia contenida, es un film que replantea los cimientos estructurales del cine mas clasicista. Con una atmosfera mas de documental que de ficción, la obra de Glodell juega con la linea temporal, utilizando varias de ellas en su propio beneficio, incluso llegando a confundir al espectador, plasmandonos en pantalla el apocalipsis personal que viven sus autodestructivos protagonistas, y hacen que te plantees si realmente el director ha aportado mas elementos autobiográficos, que de ficción puramente dicha.
Con una fotografia espectacular, donde hacen gala los planos sucios y desenfocados, Bellflower juega con una estética al mas puro estilo Mad-Max, cuya inspiración no parece hacer sonrojar al director, admitiendolo claramente desde el primer plano del film.
Interpretes desconocidos pero correctos, y una banda sonora constante basada en el rock mas alternativo y underground, completan un film que no dejará a nadie indiferente. La amarás o la odiarás, pero no pasará desapercibida para nadie.