Crítica. El Hombre de Acero (Zack Snyder, 2013)
Los entendidos han asegurado fervientemente desde siempre que el personaje conocido bajo el pseudónimo de Superman (durante la película se especifica que dicho término debe su concepción a una nomenclatura inventada por parte de la raza humana para definir a semejante ente) es el primero y más inmediato prototipo de los superhéroes habidos y por haber (que dos mil trece se traduzca en el setenta y cinco aniversario del mismo podría avalar tal hipótesis), pero durante los últimos ocho años se ha tenido que conformar con observar desde la lejanía (concretamente desde la televisión mediante la exitosa serie Smallville) cómo Batman arrasaba en la taquilla internacional, al igual que los defensores de la competencia (Los vengadores, Iron Man, Spiderman, Thor, El Capitán América…), mientras suspiraba por tener una nueva oportunidad de demostrar su valía a pesar de que todo lo relativo a sus anteriores incursiones cinéfilas se tradujeran en decepcionantes fracasos amén de la primera (sin ir más lejos Superman returns recaudó más de trescientos millones de dólares pero desencantó grandiosamente a los seguidores de las viñetas, e incluso en cuanto a beneficios se refiere es exigible mucho más, sobre todo comparándolo con los novecientos millones conseguidos por Iron Man 3 y los más de mil de Los Vengadores, tercera producción con más recaudación de la historia); tal vez por lo señalado ésta entrega sea la más espectacular (o la más excesiva, según el criterio subjetivo de cada cual, siendo en cualquier caso indiscutible el poderío audiovisual logrado tras la inversión del nada menos que cuarto de millón de dólares presupuestarios), siendo en síntesis un derroche de efectos especiales realmente apabullante que a la postre solamente parece obedecer al propósito de ocultar el vacío de la historia y el sinfín de empeoramientos que se atisban en relación con la laureada versión de Christopher Reeve (sin poderse comparar la presente con la protagonizada por Richard Donner al haber cambiado radicalmente los tiempos perdiendo parte de la inocencia y el sentido del humor que hicieron especial aquella son evidentes las similitudes entre ambas y por ende parangonar la una con la otra es un acto inevitable), por lo que los idealizadores de ésta deberían abstenerse de presenciar lo que de buen seguro considerarán una espantosa (y supuesta) revisión. (Leer crítica completa…)