«Only God Forgives» Winding se pierde entre luces de neón (Sitges 2013)

En dos mil once se pudo disfrutar en una sala de cine (hecho que parecía impensable en un principio al intuirse que iba a ver la luz directamente en formato doméstico) de una de las películas de género negro más contundentes, viscerales y apasionantes en lustros, Drive, que automáticamente se convirtió para muchos en el Taxi Driver del siglo veintiuno encumbrando a la primera línea del panorama cinematográfico a su autor, quien recibió innumerables matrículas de honor entre la prensa e interminables ovaciones por parte del respetable en los festivales internacionales en los que fue proyectada con anterioridad a su estreno comercial, causando auténtico furor allá por donde pasó, un recurrido que no fue ni mucho menos reducido; el responsable de tan notorio éxito fue un danés llamado Nicolas Winding de apenas cuarenta y dos años de edad que ya había demostrado su capacidad para elaborar productos muy potentes e interesantes como la hipnótica Valhalla Rising y la trilogía de Pusher, por lo que era evidente que la expectación por su siguiente producción estaba por las nubes, máxime teniendo en cuenta que le acompañaban nuevamente Ryan Goslin como actor protagonista y Cliff Martínez como compositor musical), pues aunque pocos se hayan atrevido a aventurar una repetición de aquella fórmula que tan bien funcionó potenciada y mejorada sí esperaban cierto nivel de calidad, pero desgraciadamente Only god forgives se aproxima peligrosamente a la nada, una vacuidad, eso sí, maravillosamente fotografiada con una estética recargada y un ritmo desigual (a momentos de verdadero frenetismo le siguen otros de auténtico sopor) que transcurre entre neones y ensoñaciones transportando al espectador a una violenta y sangrienta historia de venganzas aunque el primer adjetivo haya sido exagerado por evidentes motivos de interés (prometer grandes dosis de crueldad siempre llama poderosamente la atención) y el segundo se consume mediante incesantes cortes (la mayoría de la acción sucede en un plano no observable para dar como resultado el rojizo del decorado). (Leer crítica completa…)

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