
Vapuleada en su momento por crítica y público,
Beowulf la leyenda parece tener unas pretensiones grandilocuentes de superproducción épica y de una originalidad sin precedentes, uniendo los mundos de la mitología clásica con
Mortal Kombat (Mortal Kombat, Paul W.S. Anderson, 1995), pero se queda en una chapucera serie B con peleas de kárate y un presupuesto más bien ajustado, que en su mayor parte se destinaría a contratar un rostro reconocido como es el de
Christopher Lambert, que estaba llamado a ser el nuevo
Nicholas Cage de aquellos años. Y es que tras este infraproducto que se llegó a estrenar en salas comerciales, el escocés
no volvió a levantar cabeza, salvo en casos puntuales como el de
Resurrección (Resurrection, Russell Mulcahy, 1999).
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