The Lords of Salem (Sitges 2012)

Parece ser que la nueva película de Rob Zombie está destinada a provocar división de opiniones entre los fans declarados del realizador, los cuales creen, después de haber asistido a la proyección de su última obra hasta la fecha, que este se ha vuelto excesivamente elegante en la puesta en escena y comedido en la narración como para saber estar a la altura de las expectativas generadas por los resultados artísticos de sus films anteriores. En cambio, los que tengan, como yo, unas expectativas más bien bajas en relación a su The Lords of Salem, quizá puedan llevarse una sorpresa moderadamente agradable, pues el film, sin pretender apartarse en lo más mínimo de los parámetros implantados en la década de los 70 en el cine de terror por ciertos clásicos del género, como El exorcista (1973), La profecía (1976) o, de forma más trascendental para el film de Zombie, La semilla del diablo (1968), logra convertirse, pese a sus ocasionales excesos visuales (especialmente los lisérgicos quince minutos finales, que ponen en evidencia a un Zombie excesivamente pagado de si mismo) y a ciertas incoherencias narrativas, en un atractivo exponente del cine de brujería.

Si The Lords of Salem resulta un film de terror efectivo es debido, sobre todo, a la personal imaginería visual que despliega el realizador desde el primer momento (la fotografía y la decoración de los diferentes espacios en los que tienen lugar la acción del relato resulta generalmente atractiva, y, lo que es mejor, atmósferica), y por el elegante y clásico trabajo de puesta en escena del que hace gala Zombie en muchos instantes, y con el que logra alejarse, manifiestamente y para bien, de los excesos gore y la voluntad visualmente explícita de la que hacían gala las escenas más terroríficas de sus anteriores obras, especialmente La casa de los 1.000 cadáveres (2003) y Los renegados del diablo (2005).

Lo más interesante de The Lords of Salem no se encuentra en la supuesta capacidad terrorífica del relato (más bien poco destacado en este sentido, por excesivamente obvio, y por recurrir el realizador en algunos momentos, de forma molesta, a los consabidos sustos fáciles), sino en como ilustra Zombie el deslizamiento progresivo y cada vez más profundo que experimenta la protagonista del film, Heidi Hawthorne (Sheri Moon Zombie), desde la realidad cotidiana más anodina hasta un mundo onírico que no puede controlar pero que parece interactuar con ella, y todo ello como consecuencia del influjo maligno de unas brujas quemadas en la hoguera en 1692, pero todavía con la capacidad suficiente como para buscar nuevas víctimas, cientos de años más tarde, gracias a la misteriosa difusión por las ondas de radio de una extraña música compuesta, aparentemente, por un grupo llamado, precisamente, The Lords of Salem.

Las mejores escenas del film son aquellas que Zombie logra resolver de forma más elegante, sin recurrir a elementos especialmente rebuscados, y pienso concretamente en dos secuencias, aunque afortunadamente no son las únicas: por un lado, la secuencia en la que Francis Matthias (Bruce Davison), un experto en historia de la brujería, es invitado a «tomar el té» por las tres brujas que, bajo una apariencia humana normal, protegen a Heidi, y que concluye de la forma más esperada posible para cualquier buen conocedor del género, pero en la que el realizador demuestra buena mano para la dirección de actores y también un buen pulso para generar tensión y inquietud. Y en segundo lugar, la secuencia que transcurre justamente a continuación de la anterior, y en la que Herman (Ken Foree) un buen amigo de Heidi, acude a buscar a esta a su casa, para irse luego juntos a un concierto, y se tropieza inesperadamente con las tres brujas sentadas, cual centinelas, en las escaleras que conducen a la habitación en la que reposa la chica. En ambos momentos, Zombie crea mal rollo sin necesidad de recurrir a los efectos chirriantes, pero por esta misma razón la mayoría de sus fans se han sentido decepcionados, pues esperaban baños de sangre y unas cuantas raciones de sexo gratuito. Que se le va a hacer, algunos aficionados al género nunca maduraran…

Por último, mencionar lo curioso que resulta que la imagen que se erige práctica e inesperadamente en leit motiv visual de The Lords of Salem – pues se repite en varias ocasiones – corresponda a un plano de Heidi durmiendo en una habitación extrañamente decorada, pero en la que destaca especialmente una gran reproducción fotográfica, situada sobre su cama, de la imagen más icónica del cine del gran Georges Méliès, la del gran ojo de la Luna perforado por un cohete espacial. ¿Quizá una declaración de intenciones por parte de Zombie?, ¿o tal vez se trate una advertencia subliminal dirigida al espectador de su obra, para que este asuma, durante una hora y media, una suspensión voluntaria de la incredulidad, quizá necesaria para no buscarle tres pies al gato y disfrutar sin prejuicios de su relato terrorífico, pero sobre todo onírico? Quién sabe…cosas más extrañas se han visto en el cine fantástico y no por ello se les han caído los anillos a los fans más acérrimos del género.

 

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