Ahi va el Diablo (2012)

Una familia va a pasar unos días a las afueras de Tijuana. Cuando hacen una parada para repostar gasolina, los niños se acercan a un cerro y desaparecen. Al día siguiente regresan con sus angustiados padres, aparentemente ilesos. Pero algo ha sucedido. Poco a poco, la madre irá notando en ellos un comportamiento anormal, que acaba derivando hacia lo monstruoso.

Ahi va el Diablo

Ahi va el Diablo llegaba a Sitges tras un inesperado éxito (incluso para el propio director), tras pasar por los prestigiosos festivales de Toronto y Austin, (en este último, llevándose hasta 5 de los premios más importantes del certamen). Tal sorpresa, fue minimizada tras el pase de prensa en el festival de Sitges y en sus posteriores proyecciones, dividiendo las sensaciones de la crítica y el público español, quizás algo más exigente que el norteamericano. Según afirmó durante el festival el propio realizador, el argentino Adrián Garcia Bogliano, se trata de una división de opiniones que esperaba recibir, ya que su último trabajo difiere bastante a lo visto en sus anteriores películas. Una historia inusual en su filmografía, que se adentra en temas más profundos y dramáticos, envueltos en un climax paranormal; una estética muy diferente, consecuencia de la nueva localización, nuevos actores y otra manera de trabajar; y de un contenido más comedido, acorde con lo que nos cuenta en la trama, pero en el que se hecha en falta, aquellas violentas y sangrientas historias tremendamente visuales.

En lineas generales, el film rodado en Tijuana con actores de allí y coprodución entre Mexico y Estados Unidos, es un relato en el que paralelamente se muestran dos vertientes, una parte más social, que se centra en el nucleo familiar en el que se esconde un secreto que irá creciendo a medida que avanza el metraje, y por otro lado, el de las leyendas y el tema paranormal, donde se construye una historia entorno a un supuesto loco asesino que habita el lugar, y el comportamiento extraño que comienzan a experimentar, los padres de unos chicos que regresan a casa inexplicablemente tras pasar una noche desaparecidos en las montañas. El tema del mal está presente en ambos apartados, y Bogliano muestra al Diablo como algo que puede brotar en cualquiera de nosotros en cualquier momento. Tanto una parte como la otra, son tratadas por Bogliano con cautela y recelo para preservar la intriga hasta el final. Dos situaciones que irán entrelazadas durante toda la película, hasta el momento en que la verdad aparezca en escena.

El componente sexual es uno de los ingredientes clave en la cinta, no en vano, Bogliano abre la cinta con varias secuencias que pueden resultar incómodas para el espectador, no tanto por su explicidad, sino por el minucioso y expresivo trato que éste quiere dar a estos momentos, realmente excitantes y bien rodados, que servirán como antesala a una de las partes clave del metraje. Lo inexplicable, lo paranormal y lo cotidiano, se mezclan pues, con un trasfondo sexual que esconde todo el peso de la cinta.

Que Adrián Garcia Bogliano, deje de lado esas personales y atractivas historias de jóvencitas en peligro, como las que hemos podido disfrutar en cintas como «Habitaciones para Turistas», «No moriré sola», 36 Pasos» o «Sudor Frío», resulta de entrada chocante para el seguidor de su filmografía, un cambio notorio que rápidamente se asocia a un cambio de intenciones o a la pérdida de su poder como autor, debido a la incursión de una productora más importante, pero que según pudo confirmarnos personalmente en una entrevista, el cambio está movido por un intento de crecer y de probar terrenos inexplorados como cineasta, que inevitablemente puede crear desacuerdos entre sus fans.

El camino que explora Bogliano en «Ahí va el Diablo», da como resultado un trabajo más serio y maduro, un arma de doble filo de la que consigue salir airoso a pesar de la falta de solvencia en algunos momentos importantes, que no reciben toda la coherencia necesaria. Un correcto trabajo que denota una mayor ambición por parte del realizador, que contiene momentos remarcables a pesar de una mejorable puesta en escena. Defectos, virtudes que seguro servirán de experiencia para proximos trabajos del director.

 

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