Rumorología varia ha envuelto desde siempre el tema del hombre y la Luna, una relación de amor-odio creída y renegada por igual; dejando de lado la más que cuestionable realidad de que el ser humano haya aterrizado en la Luna a través de la persona de Neil Amstrong el 21 de Julio de 1969 (acto denominado “conquistar”, cosa que no alcanzo a entender), Gonzalo López Gallego nos hace reflexionar sobre la existencia de otra vida, la temida extraterrestre, en un lugar tan remoto como extensamente desolado, del que no puedes huir y ni tan siquiera respirar (símil perfectamente traído en relación con la sensación de agobio que inunda la cinta).
La historia (propia del mejor cine fantástico pero guardando demasiadas semejanzas en algunos compases con la mítica Alien) transcurre en el 1972, año en el que los Estados Unidos enviaron a tres astronautas a la Luna para analizarla; el equipo lo componen Benjamin Anderson (un muy creíble Warren Christie), Natahan Walker (un sobresaliente Lloyd Owen) y John Grey (Ryan Robbins); los dos primeros se encargarán de retransmitir en directo su alunizaje y estudios referentes al lugar al tercero, que permanecerá en órbita a la espera de que regresen con el material audiovisual solicitado por el Departamento de Defensa de la todopoderosa NASA.


Los primeros días transcurrirán con relativa normalidad, consiguiendo grandes aportes de interés al análisis a realizar, e incluso logrando recoger muestras; precisamente son éstas (pequeñas rocas) las que causarán toda la serie de fatídicos hechos que sucederán posteriormente, cuando los dos astronautas hallen una nave soviética abandonada y el cuerpo (o lo que queda de él) del tripulante de la misma; no ha sido precisamente la gravedad (espacialmente hablando) la que ha terminado con su vida, sino que el responsable de ello es un ser mucho más inquietante, un (o unos) alienígena que no dudará en hacer todo lo posible por manipular, enfrentar e invadir los cuerpos de la dupla protagonista.Tras el éxito cosechado con “El rey de la montaña”, el director madrileño se ha embarcado en una historia de dimensiones épicas y popularmente intrigante en cuanto a temática (así como inusual); explicó tras el rodaje de la cinta que la realización de Apollo 18 en Estados Unidos había sido muy atropellada, en gran parte por la pública animadversión que produjo en los responsables de la NASA, que ante la posibilidad de que la gente creyera que el viaje a la Luna que narra el filme fuera verídico trató incansablemente de prohibir o cuanto menos censurar el mismo (puede que este curioso y poco frecuente suceso hiciera que la película generara más expectación e ingresos si cabe, aunque su acogida entre el público ha sido desigual, algo comprensible al tratarse de un metraje destinado a un sector muy concreto de espectadores).


Lejos de recrearse en el tema de la conspiración, lo que pretende el director es crear incomodidad y sumergirnos en un clima de misterio presidio por el poder hipnótico, paralizante y a la vez amenazador que genera el hecho de encontrarse en la más desolada de las superficies y mirar cara a cara la negrura e inmensidad del espacio; el milimétrico montaje de Patrick Lussier beneficia enormemente la sensación de peligro (erizando la piel y trastrocando los conductos neuronales en numerosas ocasiones) que padecen los astronautas, algo similar a lo que ocurrió con Moon (del ya consagrado Duncan Jones, el cual no recibió tan buenas críticas tras la decente pero muy primitiva a pesar de la rareza de la misma Código fuente) pero de una forma mucho más directa y me atrevería a decir que eficaz.
La experiencia norteamericana de Gonzalo López Gallego ha sido dura, porque ha visto cómo un sinfín de proyectos crecían y morían entre sus manos por razones ajenas a él y, finalmente, cuando un proyecto se ha materializado ha tenido que rodarlo en dieciocho días y montarlo en ocho, a lo que tampoco ayudó el ajustado presupuesto del que disponía; sin embargo, el resultado es espectacular y, tras la apariencia de un falso documental lunar, se encuentra una cinta de terror extremo que tiene la virtud de parecer realmente un documental montado a partir de las imágenes borrosas e imperfectamente grabadas por los propios astronautas en el interior de la claustrofóbica nave y el exterior de ésta; el director supo explotar este hecho y, durante su promoción en Estados Unidos, los productores jugaron la baza del despiste y aseguraron que la obra era real y que se había montado a partir de material que el Departamento de Defensa había ocultado hasta el momento (más tarde confesaría que el prolífico producto es pura ficción), algo que no hace sino corroborar que la imaginación y pillería de Gonzalo López Gallego alcanzan niveles estratosféricos.


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