El Curioso Caso de Benjamin Button (2008)

argumento

Mientras el huracán Katrina arrecia con fuerza en Louisiana, en el interior de un hospital una mujer llamada Caroline visita a Daisy, su madre, que se encuentra gravemente enferma. Daisy le pedirá a su hija que le lea el diario que ha guardado celosamente toda su vida. Caroline accederá a ello, descubriendo en el transcurso de la lectura la existencia de un hombre, llamado Benjamin Button, que nació viejo y conforme pasaban los años iba rejuveneciendo, y sobre todo, la historia de amor que este extraño personaje vivió con su madre.

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critica

La esperada nueva película de David Fincher por fin ha llegado a los cines españoles. Recibida con los brazos abiertos, calificaciones de obra maestra en revistas, periódicos y demás, comparaciones con “Forrest Gump” por un lado, negaciones de tal parecido por otro…
Realmente, hay que matizar un poco todo esto. El cuento de Francis Scott Fitzgerald, breve y ligero, pero en el fondo denso, apenas alcanza las 40 páginas de extensión. El esqueleto argumental del mismo se mantiene en la adaptación llevada a cabo por Eric Roth, y este, al igual que Fitzgerald en su narración, siempre apunta acontecimientos históricos importantes que corren paralelos a la existencia de Benjamin.

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Hasta el momento, las películas de Fincher han plasmado un más que probable interés por parte del director hacia los relatos de tipo iniciático: el joven detective David Mills en “Seven”, el personaje de Edward Norton en “El Club de la Lucha”, el multimillonario Nicholas Van Orton en “The Game”. Todos ellos, los más y los menos jóvenes, encauzan, en las películas citadas, un proceso de aprendizaje vital. El detective de la primera de ellas, despreocupado y ingenuo, se verá inmerso en el mayor de los horrores; el multimillonario de “The Game”, avaricioso y egoísta, se dará de bruces con su patético comportamiento; un joven “normal”, asqueado de su tediosa y “encauzada” existencia, experimentará una explosiva libertad mental, antes desconocida para él. Los tres personajes sufren transfiguraciones vitales que, probablemente, les cambiarán para siempre. En “El Curioso Caso de Benjamin Button”, su protagonista vive un aprendizaje vital inverso al habitual en todos los seres humanos que le han precedido: nace viejo y progresivamente va rejuveneciendo, o dicho de otro modo, recorrerá un camino que irá de la madurez a la inocencia, aunque sea más aparente (los cambios físicos del personaje) que real (la madurez mental de Benjamin en la adolescencia es la acumulada por todo una vida de experiencias).

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Creo que “Zodiac” es la mejor película filmada por Fincher hasta la fecha, y que la sobriedad que destilaba la película, para la que el director encontraba un acertado tono de relato periodístico, con profusión de datos y secuencias breves, acumulativas, apropiado para la historia que narraba, halla un curioso eco en las andanzas de Benjamin Button, pero lejos de parecerme apropiado, el procedimiento resulta contraproducente en algunas secuencias de la película.
Si el inicio del film es sugerente, atmosférico, y progresa con convicción, a partir de la primera hora de proyección ciertas secuencias, relativas a la relación bastante trágica entre Benjamin y Daisy (Cate Blanchett) me parecen exageradamente frías y distantes.
Los estupendos efectos especiales, conjuntamente con la magistral labor de maquillaje son, paradójicamente, parte de la “culpa” de semejante apreciación: en algunos momentos, el film de Fincher alcanza la condición de museístico, es decir, se deleita excesivamente con los rostros “perfectos” de sus personajes, con lo que lejos de resultar comunicativa emocionalmente resulta contemplativa y fría.
Probablemente sea una cuestión de apreciación personal mía, pero lo cierto es que el personaje de Benjamin Button, sobre el papel fascinante y atractivo, va perdiendo progresivamente esas cualidades, a lo largo del metraje, conforme el rostro “verdadero” de Brad Pitt va emergiendo: el actor apenas se muestra verdaderamente expresivo, manteniendo en cambio una cierta sosería interpretativa que en los primeros 40 minutos de film se ve muy minimizada gracias a la excelente y expresiva labor de maquillaje.

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Otro defecto que acarrea el film es su excesiva duración, y es que el cine norteamericano actual sólo permite que los films acaparen premios cuando alcanzan duraciones de un mínimo de dos horas; la película de Fincher dura 166 minutos.
Una duración prácticamente exacta a la de “Zodiac”, pero mientras que esta película narraba de forma pormenorizada unos acontecimientos “reales”, “Benjamin Button” se explaya narrativamente, de forma innecesaria, en muchos instantes: el arte de la elipsis no es, por el momento, la mejor cualidad de Fincher, aunque existan buenas soluciones al respecto en algunos de sus films.
Es evidente que un único visionado de una película de 166 minutos puede llevar a conclusiones apresuradas, pero para algo está la perspectiva que da el tiempo y la posibilidad de los segundos visionados; por el momento, nos acogeremos a las primeras impresiones.
El uso de los contrapicados, en diversos momentos del film, se revela un elemento interesante en manos de Fincher; ej: el contrapicado que muestra a la niñera, que se va a encargar de cuidar del pequeño (pero viejo) Benjamin, desde el punto de vista del pequeño (plano no subjetivo, por supuesto, pero con la cámara emplazada en el lugar que ocupa la cuna), que expresa la determinación de la mujer para cuidar del pequeño; o en la escena que transcurre durante la Segunda Guerra Mundial: los contrapicados desde el interior del agua, con muertos flotando en primer término del encuadre, y con Benjamin contemplando la escena, en segundo término del encuadre, como tripulante de un barco que navega sobre las mismas aguas, no sólo expresan la turbación que pueda sentir el personaje por las acciones destructivas que conlleva la guerra, sino también la extraña relación que el personaje mantiene con la muerte: Benjamin nace con unas condiciones físicas y mentales que generalmente llevan a la gente a la muerte, y muere con las condiciones que generalmente propician la vida y su posterior evolución.

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Pero lo cierto es que se echan en falta una mayor profusión de ideas visuales de verdadero alcance. A veces el término “clásico” o “sobrio” no tiene por que ser también “creativo”. Viendo los últimos films de Eastwood o de Coppola se puede comprobar que ambos combinan en sus trabajos los tres términos señalados. La última película de Darren Arronofsky, muy sencilla argumental y formalmente es, al mismo tiempo, capaz de generar verdadera emoción, sin por ello volverse tramposa.
Por otro lado, si hay una situación característica en el cine de Fincher, esa es (o a mi me lo parece) la de una conversación entre dos personajes en el interior de un bar, y en “Benjamin Button” esta tiene lugar en un momento determinante del drama: tras el encuentro del protagonista con un hombre (su verdadero padre, al que nunca ha conocido, y que en este momento no le revela su identidad) en el interior de un club de prostitución (detalle nada baladí, por que la iniciación sexual de Benjamin tiene lugar en ese espacio, por lo tanto ya es “adulto”, y por la tanto ya puede mantener una conversación de “hombre a hombre” con su padre), ambos se dirigen a un bar a tomar unas copas, y la conversación hace aflorar en el padre una verdadera “conexión” con su hijo, al que, más adelantada la película, le cederá las riendas de su fábrica de botones.

Las conversaciones en bares en “The Game” (entre Nicholas Van Orton y su hermano); en “Seven” (entre el detective experimentado en la vida interpretado por Morgan Freeman, y la mujer del detective Mills, que pregunta al primero acerca de si debería seguir adelante con el embarazo que tiene en ciernes o abortar, asustada por la terrible vida que se “palpa” en el aire de una ciudad donde se suceden los asesinatos y dónde apenas nunca deja de llover); o las conversaciones entre los periodistas Robert Graysmith y Paul Avery en “Zodiac”. En fin, momentos, aparentemente banales, pero que indudablemente siempre resultan trascendentes en las películas de David Fincher, y que además se erigen en una de sus indudables huellas de “autor” cinematográfico, por que, seamos sinceros, ¿Es siempre el lenguaje visual de Fincher tan específico que permita reconocer de forma indudable un estilo personal? No lo tengo nada claro, y sería interesante que alguna vez pudiéramos visionar una película sin conocer el nombre del director de la misma: quizá las valoraciones no estarían a la altura de las que logra un director ya consagrado de forma permanente. En todo caso, la última película de Fincher me parece interesante, y muy por encima de “Slumdog Millionaire”, la reciente triunfadora de los Oscar 2009.

Por último, decir que la aparentemente caprichosa elección del huracán Katrina, como marco espacio-temporal del encuentro en el hospital entre Caroline y Daisy, no tiene nada de caprichoso. El huracán es una fuerza de la naturaleza, impredecible y misteriosa miles de años después de que el ser humano haya investigado con intensidad acerca de estos fenómenos intentando predecirlos y incluso evitarlos: Benjamin Button, como no, es otro de esos incomprensibles caprichos de la naturaleza, y su especificidad, el ser único, impide averiguar el por qué de su existencia. Por supuesto, la narración de Fincher no pretende ser realista, sino simbólica, y escoger como punto de partida de la narración la lectura del diario de Daisy a cargo de su hija Caroline se revela fundamental: Benjamin Button es un cuento acerca de los seres humanos y de la relación que estos establecen con la vida y la muerte, útil o no según el tipo de espectador que se encuentre frente a él.

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trailer

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