Eva (2011)
En un futuro próximo en el que los seres humanos viven junto a criaturas mecánicas, Alex, un reputado ingeniero cibernético, regresa a Santa Irene con el encargo específico de la Facultad de Robótica de crear un niño robot. En estos diez años de ausencia, la vida ha seguido su curso para su hermano David y para Lana que, tras la marcha de Alex, rehízo su vida. La rutina de Alex se verá alterada de forma inesperada por Eva, la hija de Lana y David, una niña especial y magnética, que desde el primer momento establece una relación de complicidad con Alex. Juntos emprenderán un viaje que les precipitará a un final revelador.

Como seria tentativa del cine español de lograr un convincente film de ciencia-ficción, Eva resulta más simpática por su falta de pretensiones, sencillez narrativa y honestidad artística, que por devenir una obra plenamente lograda. Kike Maíllo y su equipo de guionistas utilizan el proyecto personal de Álex (Daniel Brühl), un talentoso ingeniero experto en inteligencia artificial que pretende desarrollar un modelo de robot infantil que tenga capacidad para reaccionar a los estímulos de la vida con una frescura e ingenio que lo hagan interesante, como excusa de género para fabular en torno a la dificultad de las relaciones humanas. Las intenciones de Maíllo, que debuta en el terreno del largometraje con este film, no son ni mucho menos despreciables, aunque el cineasta opte en todo momento por un desarrollo de personajes y situaciones excesivamente predecible, quizás demasiado presionado por la influencia que ejerce sobre su obra (lo quiera él o no) la alargada sombra de A.I. Inteligencia artificial (Artificial Intelligence: AI, 2001), de Steven Spielberg. Al igual que en aquel descompensado film, en cuyas imágenes se daban la mano continuamente lo mejor y lo peor del estilo cinematográfico del rey midas de Hollywood, lo que verdaderamente interesa a Maíllo en Eva es relatar los esfuerzos que realiza el protagonista de su historia para recuperar en el presente una relación amorosa que no fructificó en el pasado, y devolverla a su cauce original, que evidentemente no era otro que formar una familia junto a su amada y los consiguientes retoños. En cierto modo, lo que Maíllo prácticamente lleva a cabo en Eva es una inversión del rol protagonista con respecto al que ejercía tal función en el film de Spielberg: si en Inteligencia artificial el pequeño robot David (Haley Joel Osment) intentaba recuperar a su familia, tras ser abandonado por esta en mitad de un bosque, y su odisea personal finalmente le conducía hasta su creador, el profesor Hobby (William Hurt), en Eva es Álex, el creador de vida artificial y trasunto de Hobby, el que descubre, asombrado, que es padre de una niña artificial, la Eva del título, que concibió (de forma científica, no sexual) junto a su amada Lana (Marta Etura). Sí el robot David quiere recuperar a su familia, el humano Álex, por su parte, quiere dar forma a una. En el proceso, David descubrirá su propia artificiosidad de su naturaleza con respecto a lo «humano», y asimismo Álex, sorprendido, la de Eva, un robot a quien este creía completamente humano.
El joven realizador español desarrolla sin prisas un argumento que, como ya he dicho, resulta excesivamente predecible en lo dramático, y por momentos también endeble, aunque bien apoyado en la meritoria labor interpretativa de algunos de sus actores, caso de Daniel Brühl, quien transmite acertadamente, gracias a su contención dramática, y a sus gestos y miradas, la confusión existencial y la fragilidad emocional de Álex, o de la joven actriz Clàudia Vega, que interpreta el papel del robot Eva con naturalidad -al fin y al cabo la función de este consiste en imitar a una niña humana- y con un desenfado, cuando es necesario, acorde con las intenciones de Maíllo, quien en una entrevista publicada en el periódico La Vanguardia (30/10/2011) ha explicado que lo que le interesaba especialmente de los robots del film es que «son máquinas para convivir, máquinas que tienen que poseer la facultad de la desobediencia, pues finalmente uno convive con aquellos que tienen autonomía, y la autonomía se base en el no». También resulta destacable, en el plano interpretativo, la simpática labor de Lluís Homar, quien encarna, con aparente facilidad y sin prejuicios profesionales de ningún tipo, el harto resbaladizo rol de androide mayordomo.


La funcionalidad narrativa, característica principal de las imágenes confeccionadas por Maíllo, permiten que el visionado de Eva resulte confortable y agradable en todo momento, pero eso sí, también impiden que el film vuele más alto y trascienda a través de la puesta en escena su argumento, salpicado de forma más bien tímida por apuntes filosóficos que no alcanzan en ningún momento la densidad y complejidad deseados.
Lo mejor de Eva se encuentra, aparte de en la ya comentada labor de algunos actores, en unos excelentes efectos especiales utilizados con sabia moderación, y en algunas imágenes y momentos que consiguen expresar con efectividad ciertas ideas dramáticas de Maíllo. La primera aparición de Eva en el film, por ejemplo, es uno de estos momentos: mientras Álex contempla desde su vehículo a los niños que entran y salen de un colegio, buscando con afán para su proyecto a uno que le sorprenda por su comportamiento, su mirada se encuentra de forma inesperada con las piernas de una niña que camina bocabajo, y cuyo perfil emerge por detrás de otro vehículo : primera impresión de un comportamiento infantil anómalo, pues las recientes investigaciones de Álex con otros niños le han permitido comprobar como estos se muestran cada vez más aburridos y predecibles en sus reacciones, que se verá corroborado, a continuación, en la conversación que el científico mantendrá con Eva, y en la que esta demostrará poseer una imaginación y frescura especiales.



