Franklyn (2008)



El intento de conseguir un resultado excepcional mediante la combinación de diferentes géneros no es para nada sencillo, y clara muestra de ello es Franklyn, que al componerse de notas de cine fantástico, dramático, romántico e incluso de culto no consigue la sinfonía que pretendía, puesto que logra más marear y confundir que entretener y agradar.
A pesar de tratarse de una película extraña donde las haya, bien es cierto que algunas partes (sobretodo el principio y el final) son merecedoras de mención, y es que la trama principal es sumamente interesante y fascinante, pero queda empañada por un entresijo de subtramas que no logran ser del todo coherentes entre ellas y además hacen que el espectador pierda cierto interés en la historia al verse desubicado en más de una ocasión.
La historia transcurre entre dos mundos paralelos: el Londres actual y la futurista “Ciudad Intermedia” dominada por la fe.
Jonathan Preest (conocido como Franklyn cuando se encapucha) es un centinela que busca repartir justicia en Ciudad Intermedia, un lugar en que las religiones, que se cuentan por centenares, invaden cada resquicio de la ciudad. No posee superpoderes ni habilidades especiales, pero su motivación por defender al que se lo merece le mueve entre la marabunta de personas que se dejan llevar por lo que sus ídolos políticos les dictan.
Su último caso se complicó y la joven chica a la que debía salvar terminó muriendo por el Individuo, un sujeto al que Franklyn (Ryan Phillippe) juró venganza en su día y al que busca incesantemente para cobrársela de una vez por todas, aunque dar con él no será nada sencillo, y deberá trastocar por completo su existencia si quiere lograrlo. David Esser (el nombre real de Jonathan Preest en la ciudad imaginaria) es un hombre con un trastorno mental que le hace vivir en dos mundos paralelos: el imaginario creado a partir de los sucesos ocurridos en la vida real, y el Londres contemporáneo.
En este Londres actual nos encontramos también a Emilia (Eva Green), una chica torturada por el oscuro pasado que le tocó vivir y a la que su madre tiene abandonada por completo. Su único entretenimiento es grabar sus intentos de suicidio y presentarlos como trabajo de investigación en la escuela de arte donde estudia.
Además, en la trama aparece un tercer sujeto, Milo (Sam Riley), un veinteañero que cree haberse reencontrado con el amor de su vida, Sally, a la que conoció en la infancia y de la que siempre ha estado enamorado.
Por si todo esto fuera poco, el padre de David Esser, Peter Esser (Bernard Hill), lo anda buscando desde hace años desesperadamente, descubriendo a cada paso que da nuevas noticias desconcertantes sobre su hijo.
Todo cambiará a medida que David comience a entender que su mente le está jugando una mala pasada, Emilia se vea involucrada en la metamorfosis de la vida del enigmático Franklyn y Milo comprenda por fin que Sally es un ser imaginario que él creó de pequeño por necesidad, para superar sus traumas.
El desenlace será la confluencia de los cuatro personajes, desembocando en un final trágico y romántico a la vez, un extraño choque de sensaciones al que la película recurre en varias ocasiones para sorpresa (e incertidumbre) de quien la visiona.
El cine francés nos tiene acostumbrados a grandes rarezas del séptimo arte, y Franklyn no es una excepción, aunque en general no sea precisamente en el buen sentido. El constante contraste de emociones en un mismo personaje, las acciones inexplicables (porque no vienen precedidas de situaciones anteriores que hagan verlo como una consecuencia medianamente lógica) que realiza cada uno de ellos y una trama sumamente compleja no ayuda a que verla se convierta en todo un placer, aunque no es de desmerecer el atrevimiento del director (Gerald McMorrow) al tratar estos temas tan inusuales.
El exceso de religiosidad que expone el filme hace del intento filosófico (son innumerables las situaciones y citas en las que se plasma) algo absurdo, efímero.
A pesar de todos los puntos negativos que se pueden extraer de Franklyn, lo que transmite en ciertos momentos y el trasfondo de la película son motivos suficientes para ser visionada, ya que la aportación al género fantástico es singular y no cae en los tópicos que suelen hacerlo otras producciones de esta temática.








