Hostel: Part III (2011)


Scott (Brian Hallisay, convincente pero algo exagerado en los momentos de mayor tensión) y Amy (Kelly Thiebaud, tan bella como intermitente en sus apariciones aunque fundamental en el desenlace de la trama, tanto por el guión como por su credibilidad) forman una idílica pareja que en breve contraerá matrimonio; para celebrar tal acontecimiento los amigos de éste, comandados por el extrovertido Carter (Kip Pardue, modélico actor a pesar de sus carencias dramáticas), deciden dirigirse a Las Vegas y disfrutar de la fiesta más alocada y divertida que jamás haya vivido ninguno de ellos; los otros dos integrantes de la cuádrupla son Mike (Skyler Stone, quien encarna de formidable manera a uno de los personajes más carismáticos del género de terror en clave de comedia, muy similar a la realizada por Alan Tudyk en la imperdible Tucker & Dale vs Evil) y Justin (John Hensley, el famoso e implacable intérprete reconocido a partir de su papel de secundario en la impresionante serie de televisión Nip/Tuck, que flojea en gran medida al tener que simular en todo momento una cojera que le impide lucirse como en él es habitual), quienes se unirán a ellos dos en una aventura tan prometedora como peligrosa a través del dinero y el vicio.


Una vez en Las Vegas, se proponen pasarlo en grande contratando a dos chicas de compañía, Kendra (Sarah Habel, puede que suya sea la mejor interpretación de todas al ofrecer un abanico de emociones amplio y logrado) y Nikki (Zulay Henao, una de esas aportaciones prescindibles que son fundamentales por el protagonismo que la trama la concede), quienes tras vivir una noche inolvidable se encontrarán irremediablemente unidas al grupo protagonista para sobrevivir a las fechorías de los integrantes del Club de Caza de Élite (organización característica de la franquicia, en la que sus miembros se distinguen por un tatuaje en el brazo que simula la cabeza de un perro), que en esta ocasión darán rienda suelta a su locura aprovechándose de los elementos que el lugar ofrece; ruletas (que decidirán la suerte de las víctimas), apuestas (algunas de ellas tan curiosas como la de adivinar cuánto tiempo transcurrirá hasta que el sujeto implore clemencia por su familia), gritos y sangre (litros y litros de ella) irán sucediéndose a medida que las horas vayan transcurriendo, hasta llegar a un desenlace típico y frustrante que almenos gratifica la vista (a pesar de ser sospechosamente similar al ocurrido en la formidable La última casa a la izquierda).


De todos es sabido que la ciudad del pecado puede transformar a las personas y convertirlas en seres salvajes y frenéticamente insaciables (sólo hay que visionar la desternillante Resacón en Las Vegas para darse cuenta de ello), pero lo que pocos habíamos llegado a imaginar es el submundo que podría esconderse detrás de los luminosos carteles y los gigantescos edificios que colman la ciudad, algo de agradecer desde el punto de vista argumental (no obstante en absoluto está aprovechado dicho paisaje, remitiéndose exclusivamente a las zonas más turbias y lúgubres del mismo); a pesar de ello, las fallidas contribuciones argumentales que realiza Victor (Nickola Shreli), otra víctima encerrada en el lúgubre sótano en el que reposan los siguientes sujetos que padecerán las más horribles torturas para satisfacer los vicios más extremistas y sádicos de los adinerados individuos que disfrutan de su estancia en la ciudad del pecado, son sólo un ejemplo de las bochornosas obviedades que componen el metraje.


La poca definición de los personajes y del grupo en sí mismo (recordemos que en la primera entrega eran chicos, en la segunda chicas y en esta tercera es una combinación de ambos sexos) hace que cueste conectar con él y mucho más sentir compasión por sus integrantes, ya que de hecho lo que estamos esperando enfermizamente en todo momento es que mueran de la forma más sádica y sangrienta posible, hecho que solamente se cumple eficazmente en la secuencia que protagoniza Barry Livingston (un doctor especializado en trasplantes que hará las delicias de los participantes en las apuestas de dicho juego y del espectador, que disfrutará de unos buenos efectos de maquillaje aunque poco originales, ya que la misma resolución padece uno de los ciudadanos infestados con la tóxica sustancia La Mancha en la independiente y recomendable The Taint); por todo lo argumentado, podemos decir que Hostel 3 podría haber sido mucho mejor en todos los aspectos, pero también mucho peor si el director no se hubiese arriesgado a plasmar escenas tan extremistas y con fuerte contenido violento, por lo que la propuesta es en parte admirable pero en general completamente prescindible.

