Juan de los Muertos (2011)
De pronto la gente comienza a ponerse violenta y se atacan unos a otros. Los medios oficiales reportan los ataques como incidentes provocados por disidentes pagados por los Estados Unidos. Pero poco a poco se van dando cuenta de que estos ataques no son normales, una simple mordida contagia a las víctimas y la única forma de vencerlos es destruirles el cerebro.
Juan decide que la única manera de enfrentar la situación es prosperar con ella. “Juan de los Muertos, matamos a sus seres queridos”, es su slogan. Lázaro, su hijo Vladi y Camilla son su ejército, y su misión, ayudar a la gente a deshacerse de los infectados… por un módico precio. Pero la plaga se está volviendo incontrolable, y a Juan no le quedará más remedio que asumir su responsabilidad y ponerse en la piel de un héroe, guiando a sus seres queridos con la esperanza de sacarlos a salvo de la locura en que se ha convertido una Habana repleta de zombis.
Tras su paso triunfal por el Festival Internacional de Cine de Toronto aterriza en el Sitges Film Festival Juan de los Muertos, la zomedy (mezcla de zombies y comedia) cubana más importante hasta la fecha (con anterioridad se habían realizado pequeños trabajos al respecto, pero un largometraje de semejante embergadura nunca); la cinta, una especie de combinación entre la genial Zombies Party y el George A.Romero más viperino y revolucionario, resulta adictiva y desbordante, aunque flojee en cuanto a linealidad (sufre varios altibajos durante la trama) se refiere.
Nuevas oportunidades de negocio en la Havana acaban de aparecer (aplicando sabiamente el lema de “al mal tiempo buena cara”), almenos eso creen Juan (Alexis Díaz de Villegas, divertido aunque algo apático) y Lázaro (un desmadrado, como el guión exige, Jorge Molina), quienes deciden abrir un negocio con el cual ofrecen un servicio tan original como necesario a juzgar por la crítica situación social (una invasión zombie está teniendo lugar): matar zombies a cambio de una simbólica suma de dinero (el lema que escogen para promocionarse es “Juan de los Muertos, matamos a sus seres queridos”).
Con el negocio funcionando a pleno rendimiento, Juan tratará de reconquistar de nuevo al amor de su vida convirtiéndose en el héroe de este festival de muertos vivientes y humor negro, mientras trata de impedir por todos los medios que su hija Camila (una preciosa pero poco creíble Andrea Duro) termine emparejada con uno de sus mejores amigos, Vladi California (Andros Perugorría), llegandose a inventar que éste tiene herpes para evitar que suceda lo que parece ineludible; de este modo, comenzará una carnicería en la que además de amputar miembros varios a cientos de no muertos (mediante remos, cuchillos, machetes y toda clase de materiales contundentes) descubrirán el verdadero sentido de la amistad y la positividad que se puede llegar a mantener en los tiempos más difíciles si uno se lo propone.
Juan de los Muertos reivindica, con inventiva y vitalidad, las calles de la Havana como escenario de una hecatombe de muertos vivientes, hecho que sirve de crítica social hacia la conformidad que los ciudadanos presentan diariamente (los zombies se comportan de igual modo que los seres vivos, centrándose en sus ocupaciones cuotidianas y evadiéndose de la realidad que les rodea) y el absurdo patriotismo que el pueblo cubano asume desde tiempos inmemoriales (en el filme el gobierno achaca la infección a un experimento militar por parte de los Estados Unidos, aunque finalmente será precisamente un estadounidense el que comience a solucionar la situación cuando ya parezca mortalmente desesperada, en una escena llena de sangre e ingenio); de este modo, la mal denominada democracia cubana quedará en entredicho, con una propuesta que destila cierto exotismo (éste se plasma en varias escenas un tanto inapropiadas) pero de inmensa calidad gráfica y humorística.
La película de Alejando Brugués, que supone su segundo largometraje tras la exitosa (y poco promocionada) Personal belongins, cuenta con un equipo entregado y eficaz que, empleando los medios técnicos justos y necesarios para llevar a cabo el metraje, han logrado una producción enérgica que desborda simpatía y es perfectamente (y se agradece) digerible; dejando a un lado todo lo positivo que podemos atribuir a la cinta, la premisa y evolución de la trama, aunque originales y divertidas, no terminan de encajar por completo, presentando ciertas lagunas que no solamente se remiten a la fase de montaje sino que se extienden a elemtnos básicos de la propia grabación (un ejemplo de ello son las voces, tan precarias que apenas se escuchan y es preciso recurrir a los subtítulos para esclarecer las conversaciones que van manteniendo los personajes); no obstante, Juan de los Muertos es totalmente aconsejable y de inevitable disfrute.
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