
Los termómetros marcan 40 grados durante la ola de calor más intensa de la historia de Moscú. Dos jóvenes buscan cobertura bajo un coche de policía abandonado en la Plaza Roja, ahora completamente desierta. No están buscando una sombra para resguardarse del sofocante calor. Tratan de evitar que les localicen unos alienígenas camuflados que han colonizado la ciudad.
Desde hace algunos días, estos jóvenes y sus compañeros se han visto obligados a buscar refugio bajo tierra, ya que la ciudad, como el resto del mundo, ha sido diezmada por una amenaza alienígena. Ahora han de esconderse, cuentan con pocos suministros y buscan desesperadamente seguridad, algo difícil de encontrar incluso en la mayor atracción turística moscovita.
Los dos jóvenes que se ocultan bajo el coche de policía son los actores Emile Hirsch y Max Minghella, y les acompañan Olivia Thirlby, Rachael Taylor y Joel Kinnaman. Juntos conforman el reparto de una de las películas más ambiciosas de ciencia ficción de Hollywood, la primera en ser completamente rodada en Moscú, en los lugares más representativos de la capital, y en 3D.

Chris Gorak, con el aval de ser un reputado director artístico en películas como El club de la lucha o Miedo y asco en Las Vegas, se ha aventurado a firmar su segunda película tras las cámaras (el primer largometraje que dirigió fue la poco conocida y menos interesante Right at your door), aunque el resultado en absoluto ha sido el esperado (a no ser que el propósito fuera ser una serie candidata a la peor cinta del recién estrenado año 2012); y es que lo único que medianamente resulta destacable del filme es la fotografía, impactante y contundente (la producción de Timur Bekmanbetov es por lo tanto el único punto fuerte del mismo, como ya sucediera con la intransigente Guardianes de la noche, aunque en este caso el formato tridimensional le ha ayudado excepcionalmente), porque el resto de apartados (el interpretativo y el argumental por encima del resto) son absurdos y despreciables como ellos solos y de inimaginable pobreza en cuanto a coherencia se refiere.

Sean (Emile Hirsch, quien protagonizara de manera excepcional La vecina de al lado e hiciera lo propio de fome medianamente decente la extravagante Speed Racer, el cual nos ofrece una bochornosa interpretación) y Ben (Max Minguella, tan poco carismático que cuesta no desearle el exterminio frente a las luces mortíferas que protagonizan la cinta) son dos jóvenes diseñadores de software informático a los que una importante y reputada organización sueca cuya sede se encuentra en el corazón de Moscú les ha brindado la oportunidad de exponer su última obra con la finalidad de hacerla realidad y exportarla al ámbito material; sin embargo, cuando llegan al edificio en el que deben desarrollar su trabajo descubren que Skyler (Joel Kinnaman, nefastamente ridículo), un antiguo compañero de andaduras, se ha beneficiado de su idea y la ha explotado para su único beneficio.

Desolados ante la situación, y haciendo uso de su artilugio de última generación objeto de la polémica, buscan un lugar en el que abunden el alcohol y las chicas para ahogar sus penas; terminan acudiendo a una discoteca en la que conocen a Natalie (Olivia Thirlby, la única personalidad del reparto a la que se le puede agradecer el esfuerzo depositado) y Anne (Rachel Taylor, la cual cumplió con creces en su papel de secundaria en Transformers pero que en el metraje que nos ocupa no termina de conectar ni con el público ni con el personaje que le ha sido encomendado), estadounidenses al igual que ellos; será precisamente en ese lugar en el que comiencen los catastróficos hechos que desencadenaran en un apocalipsis precipitadamente ortodoxo y aburridamente conocido, en el que deberán unir sus fuerzas y sus respectivos ingenios (en el último tercio dichas cualidades se tornan un plagio de la mítica Los Cazafantasmas) para salir adelante en este escenario tan peligroso como infantilmente plasmado.

Con la imperiosa necesidad de luchar para conseguir permanecer con vida, indagando al mismo tiempo que asumiendo excesivos riesgos (algunos completamente prescindibles e indudablemente criticables, como los que acontecen con Sergei y Vika, Dato Bakhtadze y Veronika Ozerova respectivamente, excelentes actores poco aprovechados al encomendarles unos papeles a la altura del peor escritor de cine independiente existente, con todos mis respetos y reconocimientos a éstos) descubrirán que las verdaderas intenciones de los alienígenas con forma de ondas electromagnéticas son absorber toda la electricidad del planeta (aunque en alguna parte de la trama se baraja la posibilidad mucho más terrenal) y, además, aniquilar a toda la especie humana (sin motivos aparentes, puesto que en absoluto podrían sentir un interés medianamente racional en la misma).
Concep Art

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