La Noche del Demonio (1957)

El racionalista Dr. John Holden viaja a Londres con el compromiso profesional de asistir a un congreso de demonología en el que intentará refutar mediante los resultados de sus estudios la supuesta existencia de demonios y brujas en el mundo real. Coincidiendo con su llegada a la ciudad, otro experto en tales temas aparece muerto, y Julian Karswell, el líder de una secta, dejará entre las pertenencias de Holden un maleficio escrito con runas en una tira de papel, que dicta que apenas le quedan unos pocos días de vida.
Más de una década después de abandonar el género que le dio fama y prestigio con tan solo tres películas, pertenecientes al ciclo de Val Lewton en la RKO, y dejando claro el cineasta que su visión enrarecida de la realidad le alcanzaba para todos los géneros que trabajó durante su carrera: películas como “Experiment Perillous”, “Way of a Gaucho” o “Stranger on Horseback” (esta última, recién editada en Estados Unidos en una excelente copia en DVD) así lo atestiguan, Tourneur logró la que, quizá, sea su película más compleja dentro del fantástico y una de las películas más representativas de todo el género.
El particular interés del director por establecer una batalla dialéctica y formal entre lo real y lo irreal, entre lo racional y lo irracional, alcanzó su punto álgido en la joya que es “La Noche del Demonio”, una película que, adaptando un estupendo relato de Montague Rodhes James, posiblemente sea, junto a “The Last Wave” y “Picnic At Hanging Rock”, ambas del australiano Peter Weir, la más viva traslación al cine de los mundos literarios de Arthur Machen, William Hope Hodgson o Howard Philips Lovecraft.
Traspasar el umbral (confusamente inmaterial) entre dos mundos, aunque de forma muy breve, temporalmente hablando, es la experiencia a la que empuja Tourneur a su protagonista, el racionalista Dr. John Holden, un hombre absolutamente empeñado en demostrar que lo fantasmagórico, lo espectral, las fuerzas invisibles, no existen, y que, en definitiva, todo acontecimiento paranormal puede anularse como tal recurriendo al razonamiento humano; pero el Dr. Julian Karswell, líder de una especie de secta relacionada con el demonio, esconde entre las pertenencias de Holden un maleficio escrito con runas en un trozo de papel, y progresivamente los indicios de que, efectivamente, algo maligno que puede causarle la muerte parece existir, llevarán a un cierto cambio de mentalidad en Holden.
Las muertes que acontecen en el film siempre van acompañadas de un elemento físico, material, que dota de ambigüedad a las mismas: la muerte de un hombre, de forma obvia para el espectador, como consecuencia del ataque de un demonio gigantesco, para la policía tiene relación con la caída de un gran poste eléctrico sobre su cuerpo; al interrogar Holden mediante hipnosis a un paciente demente acerca de un extraño maleficio, el hombre cree ver algo horrible y termina lanzándose al vacío desde una ventana; un hombre es, en opinión de la policía, atropellado por un tren, pero los espectadores hemos visto como un gran demonio lo volteaba como a un juguete y lo aplastaba contra las vías…
Tourneur crea situaciones ambivalentes, y hace consciente al espectador de que la autosugestión puede haber sido la causante de las apariciones demoníacas, y el estado de pánico de las personas el causante de terribles accidentes, y son extraordinarios los recursos que el director emplea para generar ese estado de duda en el espectador: Holden escucha una misteriosa y inquietante melodía antes de entrar en su habitación; momentos después, intenta silbar esa misma melodía a sus compañeros del congreso de demonología: uno de ellos dice que parece una variación de una canción tradicional irlandesa sobre el demonio; a otro, la melodía silbada por Holden le remite a una melodía similar que forma parte de un hechizo en el norte de la India. Por otro lado, el demonio contemplado, en la primera secuencia de la película, por el hombre que fallece (y también por el espectador) como consecuencia de su ataque, remite a los dibujos que aparecen en algunos libros sobre demonología, y a grabados del demonio con presencia en diversas culturas, como si ese demonio tuviera un origen ancestral, y quizá incluso pre-humano, cuya forma ha pervivido hasta la actualidad mediante las diversas manifestaciones culturales, y cuyo misterio se hunde hasta dónde la memoria humana alcanza.
La sutileza narrativa de Tourneur, ya demostrada en muchos de sus films, alcanza a momentos como el de la muerte del mencionado personaje en la primera secuencia de la película: su fallecimiento es sugerido a través del sonido de un reloj que da la hora en la casa de Julian Karswell, lo que certifica al mago que el maleficio ha cumplido su cometido.
Existe un fragmento en la película que, en mi opinión, y pese a estar excelentemente ejecutado por Tourneur, es el menos interesante de la misma, en el que John Holden entra de noche en la casa de Julian Karswell, con el afán de robar un ejemplar de un libro de magia único en el mundo y que solo Karswell ha logrado desencriptar. En esta secuencia, el uso de una mano, que aparece sin su correspondiente cuerpo en los primeros términos del encuadre en varios planos, mientras al fondo y en plano general observamos a Holden moviéndose sigilosamente entre las sombras de la casa, va acompañado de una nota musical que resalta de forma enfática y cansina lo terrorífico del momento, resultando realmente inusual en Tourneur (nada dado a los recursos chirriantes y mucho menos al consabido uso de música con el fin de asustar a los que no se inquietan lo suficiente por la naturaleza de las imágenes que contemplan), y un detalle más propio de una película con mucha menos clase; por otro lado, obligado por los productores, un poco más adelantada la misma secuencia, Holden se enfrenta a una pantera de peluche (y es digna de mención la profesionalidad del actor Dana Andrews, que se toma el momento con toda seriedad), que pretende “sugerir” el ataque de una pantera de verdad, y que Tourneur solo quería insinuar como una presencia demoníaca en una de las habitaciones, pero de forma mucho más sutil, más Tourneuriana.
En todo caso, si sumaramos la duración de esos planos, que empañan el conjunto de forma muy ligera, apenas hablaríamos de un minuto de metraje, y eso no impediría considerar al film como una obra maestra.
Lo mismo puede decirse de las apariciones del demonio al principio y al final de la película, impuestas también ambas a Tourneur por los productores, pero de las que puede extraerse cierta interesante lectura: gracias a la primera aparición, el espectador sabe que Holden va a enfrentarse a un demonio, y de esta manera el espectador le gana la partida al protagonista adquiriendo el film desde ese momento el cariz de un fatalista empecinamiento por parte del personaje para demostrar la falsedad de algo que el espectador ya sabe que en realidad es cierto; la secuencia final sitúa a Holden a la misma altura en conocimientos que el espectador, aunque del mismo modo que en la situación inicial, el personaje no pueda hacer públicos sus descubrimientos por que nadie le creería y sería tomado por un loco.
Se trata de una posible lectura de esos añadidos forzosos, pero como he dicho antes, la posibilidad de interpretar esos acontecimientos como un producto de la percepción subjetiva y resultado del miedo de unas personas que teóricamente están malditas, es una fuerte baza de la película, que además Tourneur se encarga de reforzar al añadir elementos que justifican las muertes desde un perspectiva racional y realista, en forma de accidentes inesperados: la caída de un poste eléctrico, el atropello de un tren, etc.
Por último, decir que este film de Tourneur, dentro del fantástico, es menos abiertamente poético en lo visual que las películas que el realizador dirigió para la RKO. “La Noche del Demonio” hace gala de una narrativa más severa, pero impulsada al mismo tiempo por un sentido similar de unión entre fragmentos que recuerda mucho al que mostraban “Yo Anduve con un Zombie” o “El Hombre Leopardo”, es decir, interesa el desarrollo de una serie de temas y intuiciones fantásticas antes que concebir un guión plenamente tradicional y calculado, y las secuencias de “La Noche del Demonio” interesan a sus creadores con el fin de acumular cada vez más y más desazón y crear una cierta certeza (nunca concretada al cien por cien) de lo sobrenatural. Es el impulso de secuencias como la visita a Stonehenge por parte de Holden, la secuencia rural en la casa que habita la familia de los creyentes (true believers) en el demonio, la sesión de hipnosis a un presunto tipo que tiene conocimiento de ese demonio, la sesión de espiritismo en la que el médium, después de verse poseído por varios espíritus, empieza a hablar con la voz del tio (el personaje fallecido en la primera secuencia de la película) de Joanna, la mujer que acompaña a John Holden en sus descubrimientos, etc. Son secuencias independientes unas de otras, aunque interrelacionadas coherentemente, y cuyo orden en el devenir narrativo, hasta cierto punto, podría desplazarse. Cada una de esas secuencias estudia el tema principal del film desde diferentes perspectivas: médicas (hipnosis), antropológicas (las piedras de Stonehenge), ancestrales (las supersticiosas creencias rurales) y otras que apunta Tourneur. La “Noche del Demonio” es un film-estudio sobre el miedo, y de hecho, la esencia de la Irena Dubrovna de “La Mujer Pantera”, del supuesto caso sobrenatural de “El Hombre Leopardo”, o de los casos de zombificación de “Yo Anduve con un Zombie”, aparece destilada y de forma concentrada en la persona de Julian Karswell, personaje que, de algún modo, los representa a todos ellos en confrontación con un mundo que los quiere expulsar y marginar, optando por no creer en su existencia aunque las pruebas que demuestren lo contrario sean evidentes.
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