Lesson of the Evil (2013)
SINOPSIS
Seiji Hasumi, es un instructor de inglés en la Academia Shinko, una escuela de secundaria privada. Es considerado como un profesor ejemplar, tremendamente popular y respetado por estudiantes y claustro. Sin embargo, una de las estudiantes, Reika Katagiri, siente algo amenazante bajo su brillante reputación, que le hace sospechar de que posee un lado oscuro.
Mientras, Hasumi sigue resolviendo brillantemente un problema tras otro, y termina con el acoso sexual que un profesor está teniendo con varios alumnos. El profesor es expulsado de la Academia por su comportamiento violento y vejatorio, pero éste, no tardará en morir en su casa a manos de un pirómano. Los problemas van desapareciendo, pero Rieka se muestra inquieta por la manera en que se resuelven.
Masanobu Tsurii, otro profesor del colegio que desprecia al popular Hasumi, comienza a investigar su pasado, descubriendo que mucha gente que ha estado involucrada con él ha muerto. Pero cuando Hasumi descubre que Tsurii sospecha de él, lo asesina haciendolo parecer un suicidio.
En su verdadera naturaleza, Hasumi es un psicópata, un hombre que no puede sentir empatía hacia otras personas. Desde que era un niño, ha matado a las personas que se interponían en su camino, incluso mató a sus propios padres cuando se dieron cuenta de lo que estaba haciendo.
CRÍTICA
Toda propuesta de Takashi Miike posee su toque personal (con todo lo que ello lleva implícito, tanto para bien como para mal) y, aunque sus producciones a veces se puedan catalogar de bastante irregulares, casi siempre ofrecen al público lo que espera de ellas, un rebuscado hilo argumental y sorpresas varias (algunas de ellas sin tener cabida no motivaciones pero igualmente celebrables), no habiendo sucedido así en sus dos últimos trabajos, sendas incursiones en el clásico género de samuráis tituladas 13 Asesinos (las luchas de espadas acaparaban toda la atención del espectador pero el pausado devenir de los acontecimientos lo distraía continuamente) y Hara-kiri: Muerte de un samurái (revisión casi idéntica de la obra maestra de Misaki Kobayashi sin el más mínimo encanto y con una prometida tridimensionalidad poco menos que denunciable), alejándose ambas de las coordenadas psicotrópicas (a fin de cuentas exigibles en correspondencia a la llamativa controversia de su particular estilo direccional) propias de su vertiente más desbocada, aquella que a su vez es la más ansiada por sus incondicionales (los cuales se cuentan por decenas de cientos de miles, pues el vanguardismo se premia con la siempre agradecible fidelidad del seguimiento); el pasado año fue prolífico para el japonés, pues dirigió tres películas que se estrenaron en las grandes pantallas de su país natal (entre las que se encuentra la que es objeto de la presente crítica) y un episodio para la serie de televisión “Q.P.” en el que adaptaba un manga de Takahashi Hiroshi (del cual ya había reconvertido las dos entregas de sus más famosas criaturas voladoras, Crows Zero y Crows II), y es que el renombrado director nipón parece haberse aficionado a recoger lo que otros sembraron para darle una vuelta de tuerca y conformar un producto de fácil visionado y mejor disfrute, como es el caso de Lesson of the Evil (la propia nomenclatura no deja la menor duda de cuál será la temática de la historia), la cual nació de la mente del novelista Kishi Yusuke (hecho singular al no soler éste involucrarse en tareas de guión) para posteriormente trasladarse a la perfección a un largometraje a modo de brutal thriller que remite a una de sus mejores obras, Audition, tanto por la estructura que presenta (claramente dividida, al igual que aquella, en dos partes) como por la planificación de algunas escenas (los recursos tal vez no sean los mismos pero el impacto de las mismas es directamente relacionable), lo cual se traduce (para beneplácito de todo aquel que deseaba volver a la pureza de tan inconfundible método narrativo), a pesar de contener alguna que otra rareza y varios momentos delirantes (conseguir escapar de un psicópata escondiéndose en la cornisa dejando la ventana abierta para facilitar la tarea persecutoria del sádico perseguidos y contrarrestar una acometida con una imponente escopeta con una pequeña navaja dan fe de ello), en el reflejo de su lado más despiadado y, por consiguiente, menos estrictamente comercial.
En la primera parte se narra de forma sosegada (que no lenta, pues no paran de suceder cosas) las relaciones entre los diversos miembros del lugar de aprendizaje mientras va desvelándose la verdadera personalidad que cada uno de ellos esconde bajo una máscara de cordialidad impuesta por las normas sociales al ceder ante la necesidad de escapar del caparazón que se han fabricado para dejar que los deseos más oscuros que albergan en su interior se materialice para, ya en la segunda mitad, arrollar con una portentosa fuerza visual que regala alrededor de una hora de violencia gráfica y orgía de sangre que no difícilmente se olvidará en tiempo (la ausencia de vísceras y mutilaciones en primer plano, lejos de antojarse un defecto, se perciben como toda una declaración de intenciones con el objetivo de poner en entredicho la necesidad de recurrir a tan explícitas escenas para conmocionar sobremanera); así, la eterna la cacería cuya espectacular realización sitúa a los asistentes como espectadores privilegiados en el epicentro de la fría y sádica matanza llevada a cabo por el supuesto ángel salvador sin la capacidad de intervenir para frenarla, y a pesar de que el producto final no es el idílico (algunas tramas, como la investigación policial, se inician a abandonan sin retomarlas ni mucho menos resolverlas) y puede resultar algo confusa en ciertos compases (las idas y venidas al pasado y el presente del protagonista se suceden sin previo aviso), está muy bien facturado, es entretenido y contiene un exquisito humor negro que brinda dos horas estupendas a los amantes de las experiencias extremas.
El entusiasta profesor de inglés Seiji Hasumi (Hideaki Ito, solamente es preciso escribir un adjetivo para definir su labor, pletórico) lucha incansablemente por erradicar la corriente que se ha difundido entre los estudiantes de copiar (entre las medidas que baraja se encuentra la de emplear señales de radio para interferir en el correcto funcionamiento de los móviles, dispositivos que utilizan con habitualidad al estar familiarizados con ellos hasta el punto de no tener que mirar la pantalla para valerse de ellos, bloqueándolos para dejarlos sin cobertura, inhibidores que muy perspicazmente oculta en el interior de los enchufes de las clases en las que imparte enseñanzas para controlarlos y a su vez incomunicarlos), ganándose el respeto de todos ellos al llevar a cabo métodos poco ortodoxos (de hecho ilegales) pero efectivos; atractivo (el hombre soñado por toda señora de mediana edad), simpático (las bromas no son su punto fuerte pero las utiliza con pertinencia) y agradable (la parsimonia que de su conducta se desprende genera tranquilidad), se va implicando cada vez más en los percales del instituto preocupándose tanto a nivel académico como personal de sus alumnos (tal es así que el cariño y la confianza hacia su persona es generalizado) en aras de solucionar todos sus problemas en una turbadora vivencia diaria repleta de miserias en forma de conductas lascivas, acoso escolar, relaciones homosexuales, vejaciones sexuales, redes clandestinas en las que se recogen acusaciones anónimas y, en definitiva, decenas de vidas tremendamente frustradas, un retrato de la sociedad japonesa que se esconde bajo una (muy) falsa apariencia de normalidad y tranquilidad.
En este contexto de congregación absoluta de las problemáticas educativas tristemente más comunes en la actualidad, y a raíz de comenzar a flirtear con una de sus alumnas (más concretamente con Reika, formidablemente encarnada por Fumi Nikaido), la verdadera personalidad de tan modélico profesional (la propia de un psicópata despiadado y cruel) aflorará para impartir una lección que nadie olvidará, y es que todo aquel que muestre síntomas de ser antisocial y/o pervertido (es decir, todo el mundo, incluido él mismo) será castigado como el todopoderoso desearía (así lo describe el mismo aunque, sin embargo, hacer que alguien prenda cual antorcha humana aprovechándose de su adicción a los cigarrillos al verse sorprendido por un cambio del líquido acuoso que contenían las botellas situadas delante de la casa para que los felinos no se acercasen por queroseno dista mucho de lo que se presume un acto divino); la fiesta de graduación se tornará así tan inolvidable como original (no lo es el hecho de que se considere la separación grupal como una alternativa preferente frente a la de permanecer juntos, decisión adoptada por posibles supervivientes en miles de cintas con destino igualmente catastrófico), y es que la incapacidad de empatizar con los demás por parte del asesino quedará patente en su frialdad a la hora de ejecutar a sus víctimas, nula compasión que hará inútil cualquier intento de súplica para encontrar el perdón, y es que la mera rutina de un asesino en serie es elevado hasta su máximo exponente al contener elementos de la mitología escandinava (y nórdica, pues según ésta última dos cuervos, simbolizando el pensamiento uno y la memoria el otro, vigilaban el mundo para remitirle posteriormente las novedades a Odín, vinculándose ambos con las principales características del mal en estado puro que en resumidas cuentas es, como podría ser cualquier otro, un monstruo tan depravado).
Estudiantes de secundaria con uniforme, un ser patológicamente enfermo que de pronto desatará toda la violencia que guardaba en su interior contra quienes cree deben ser ajusticiados por sus inasumibles conductas (la religión entra en juego en estos compases al justificar sus actos no en el placer que le produce consumar dicha venganza sino en la voluntad de Dios, quien le ordenó matar a todos los demonios sobre los que ejercía de tutor para salvar sus almas), mucho derramamiento de sangre y grandes dosis de drama (enturbiadas por unas interpretaciones que las hace confundir con comicidades) son los elementos principales de esta obra que ha sido definida, no sin justificación, como una especie de respuesta a Battle royale de Kinji Fukasaku con pinceladas deConfessions de Tetsuya Nakashima, y es que la serie de sucesivas visiones a modo de grotescas divagaciones que tiene el protagonista (y a la vez antagonista) a lo largo de la trama conjuga magníficamente con los metafóricamente significativos e ingeniosos juegos de palabras y con unas apoteósicas cámaras ralentizadas que magnifican el poderío visual (y la extrema dureza) de determinadas atrocidades vengativas; todos aquellos que tengan la oportunidad de disfrutar de Lesson of the Evildeben hacerlo de forma obligada sin dilaciones ya sean seguidores del director o no, pues a los primeros no les defraudará lo más mínimo y a los segundos les resultará un acercamiento interesante al personal universo del prolífico y polémico autor, del cual querrán saber más en adelante y esperarán impacientes una prometida secuela (al menos esa es la lectura del “continuará” que sirve como antesala de los títulos finales, a los que acompañan una pegadiza melodía que desentona con la banda sonora escuchada hasta entonces en la que el estilo clásico primaba).
[youtube]XeHbWXsitKk[/youtube]
FICHA TÉCNICA
Título original: Aku no kyoten
País: Japón
Año: 2012
Duración: 126 min.
Productora: Toho Company
Director: Takashi Miike
Guión: Takashi Miike
Reparto: Takayuki Yamada, Ruth Sundell, Daniel Genalo, Hideaki Ito, Fumi Nikaido, Howard Harris, Saki Takaoka, Shota Sometani, Yukito Nishii, Mitsuru Fukikoshi, Rio Kanno, Kaoru Fujiwara y Kento Hayashi.