Let me in (2010)
Abby (Chloe Moretz) es una solitaria y reservada niña de doce años que se muda al piso de al lado de Owen (Kodi Smit-McPhee). Owen es un inadaptado social al que acosan en el colegio y en su soledad, forma un profundo vínculo con su nueva vecina. Sin embargo Owen nota que Abby es diferente a todas personas a las que ha conocido antes.
Además, una cadena de espantosos asesinatos ocurren en la ciudad y Owen deberá enfrentarse a una realidad en la que su nueva amiga y aparentemente inocente realmente es un despiadado vampiro.
Let me in es una película sobre el miedo y la inocencia, que nos presenta la idea de que no hay que temer a la naturaleza de lo que se ama, de sentir por encima de razonar… algo que ya ofrecía el film original (Tomas Alfredson, Let the Right One In, 2008). Se trata de una adaptación necesaria, ya que sin ella, la gran parte del público que acude a las salas de nuestro país nunca conocería una de las mejores cintas de cine vampírico de las últimas décadas.
Remake norteamericano de la premiada película sueca Déjame entrar; «Let Me In» que se centra en un niño triste llamado Owen, maltratado por sus compañeros de clase e ignorado por sus padres divorciados. Sin embargo, algo cambiará en la solitaria vida de Owen cuando conozca a una nueva y misteriosa vecina llamada Abby, con la que desarrollara una peligrosa pero inocente amistad.
Comenzando con un montaje ligeramente diferente al film original, y que recuerda vagamente a El exorcista (William Friedkin, The exorcist, 1973) tanto por su banda sonora como por su imagen, la historia rápidamente nos presenta a los 2 personajes principales y sigue las pautas marcadas de la historia “remakeada”.
Aunque lo intentan, los dos jóvenes actores no llegan al nivel de los protagonistas de Déjame entrar, y a pesar de que Chloe Moretz se come la pantalla cada vez que aparece en escena, no hace olvidar la naturalidad y los increíbles ojos de Lina Leandersson.
El mayor presupuesto se agradece, ya que el vampiro que se nos presenta es más aterrador, peligroso y con una transformación evidente en cuanto necesita cazar. Algo que es muy de agradecer en una época donde los vampiros son vegetarianos y brillan al sol.
Las principales diferencias de Let me in con su original, aparte del ya mencionado cambio en la narración, se reducen al personaje que investiga los asesinatos cometidos en la pequeña ciudad donde se desarrollan los hechos. Este personaje pasa de ser el esposo de una de las víctimas, a un miembro de la policía, con lo que también desaparecen algunas importantes escenas que le suceden a la pareja de vecinos. Como consecuencia de la eliminación de estas secuencias, el desarrollo del relato gana en ritmo (algo que se critica al film original es la lentitud con la que avanza la narración)
También se echa de menos el “transgresor” plano de la cicatriz de Eli/Abby, demasiado arriesgado para el público Estadounidense.
¿Mejora o empeora el original? Una pregunta difícil de contestar y que depende de los ojos con que se mire. Si no se conoce Déjame entrar, Let me in es un visionado obligado; y si por el contrario, ya se ha disfrutado, el remake aporta mejores medios técnicos y un aumento del ritmo, pero se pierde la frescura y la sorpresa del original. Aún así es una buena oferta dentro de la desangelada cartelera previa a las fechas navideñas.
Lo mejor: Redescubrir esta obra maestra con una mejora de medios técnicos, y una Chloe Moretz que ya tiene un hueco entre las mejores actrices adolescentes de Hollywood.
Lo peor: Que exista crepúsculo y el cambio que ha provocado en el mundo del vampirismo cinematográfico, lo que dificulta que historias de este tipo tengan el reconocimiento que merecen.








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