Magic, Magic (2013)
SINOPSIS
Alicia viaja a Chile para visitar a su amiga Sarah, emprendiendo una ruta por el sur del país. Allí, en medio de un paraje extraño y rodeada de desconocidos, el insomnio que padece Alicia alcanza cotas preocupantes, alterando su percepción de la realidad.
CRÍTICA
Parece seguir vivo el espíritu de una generación de directores que rozan el surrealismo con valentía y vigor, pero como sucede con el caso deSebastián Silva (quien se interna por vez primera en lo que se podría definir como el territorio del terror surrealista, especie de subgénero en el que se englobaría también Alicia en el país de las pesadillas con la semejanza entre ambas que los defectos de ésta son igual de llamativos que los de aquella) y su Magic magic, una obra mitad dramática mitad cómica que parece confirmar (con total respeto a todos aquellos que presentes misma nacionalidad) que los directores chilenos no poseen el talento que el actual panorama cinéfilo exige (Nicolás López y suPromedio rojo de veras hicieron creer que así era y ahora se vuelve a repetir dicha mala sensación), pues con ésta modesta producción el autor se toma la molestia de crear una atmósfera opresiva que en todo momento contribuye a enrarecer una propuesta que podría equipararse a la de Martha marcy may marlene (con ella se desveló que las antaño hermanas Olsen no son dos sino tres, siendo Elizabeth Olsen la tercera en discordia y la que más sentido interpretativo posee a juzgar por la excepcional encarnación que realizaba en tan aconsejable cinta) en la forma en que un personaje femenino intenta integrarse en un entorno que le es ajeno pero lo hace erráticamente al ser la antesala de un supremo aburrimiento (como bien afirmaba Carl Gustav Jung hasta que lo inconsciente se haga consciente el subconsciente seguirá controlando la vida y se creerá destino, y es que ésta estaba llamada a convertirse en una película resultona y no solamente no ha sido así sino que a duras penas podría llegar a catalogarse de mediocre siendo benevolentes).
A la enajenación que padece la protagonista no ayuda mucho el hecho de que el uso de los animales que el cámara Christopher Doyle sea continuo a lo largo de algo más hora y media sin justificación (en este punto aquellos más simbolistas sostendrán que contiene un mensaje oculto, pero lo cierto es que de ser así cuesta mucho apreciarlo), propiciando que un descenso a los infiernos de la locura como pocas veces se ha visto cobre tintes cotidianos y a la vez increíbles al bordar cada uno de los integrantes del reparto, tan joven como talentoso (casualmente ninguno de ellos de nacionalidad americana), sus respectivos cometidos, variados a la par que trascendentales para el devenir de la historia, sin efecto posterior, ya que el irraciocinio copa de desespero e incertidumbre incluso al más paciente (cómo aparecen de la nada más de media docena de religiosos para practicar un ritual purificador en los últimos compases del metraje es el mejor ejemplo de ello); los escenarios, con cierto regusto onírico, llena de contrastes y filtros muy particulares que, junto con un vestuario repleto de tonos vivos (el chubasquero amarillo al más puro estilo El Bosque evitaría multitud de accidentes de tráfico a motoristas), contrasta con el resto de elementos, gustando más o menos dependiendo sobre todo del momento en que se visione, del estado de ánimo y de otros factores que tienen que ver con la conexión emocional que se pueda establecer con los personajes y las situaciones pero en cualquier caso no alcanzando el dinamismo narrativo que fuera preciso para no antojarse un bodrio de tremenda belleza visual (una cosa no quita la otra y al igual que es oportuno señalar los defectos también lo es citar los aciertos, la inmensa mayoría de ellos en relación al apartado técnico y no a la propia película, algo de veras imperdonable).
Dos inseparables primas, Sara (Emily Browning, una secundaria de lujo que no desentona lo más mínimo con los sentimientos que la han sido atribuidos para transmitir pero queda eclipsada por su compañera) y Alicia (Juno Temple, realmente inconmensurable al bordar una actuación digna de mención, mas teniendo en cuenta que el papel es difícil e infinitamente complejo es merecedora de ser la película en sí misma) deciden pasar una temporada en el pueblo chileno de la primera para apreciar las costumbres californianas a las que están habituadas; sin embargo, un repentino contratiempo obliga a las recién llegadas a separarse marchándose una temporalmente por cuestiones supuestamente educativas y quedándose la dependiente gringa con el frío compañero sentimental de su parienta Agustín (Agustín Silva, por suerte propenso a alejarse de la pantalla y ceder la batuta a la estrella principal), su repelente hermano Brink (Michael Cera, quien ejerce asimismo de productor ejecutivo de la obra y se muestra más canalla que de costumbre soltando alguna que otra frase en español resultando bastante cómica su participación pero también insoportable su afeminada presencia en no pocos momentos) y su obsesiva amiga Bárbara (Catalina Sandino, cada vez más creíble en sus labores).
Manteniendo una fuerte conexión con todo ser vivo que se encuentra a su paso y con la naturaleza misma (sorprende que a pesar de ello maldiga a un perro que trata de llevar a cabo el acto sexual con ella y, más concretamente, con su pierna izquierda), percibe todo acto contra el cosmos que tanto aprecia como una actitud repulsivamente sádica (así la cataloga la misma en una conversación que no sucede sino que se imagina), por lo que comienza a agobiarse, estresarse y en último término desmoronarse al observar cómo el civismo en el que suele discurrir su existencia no está asumido (y por ende tampoco respetado) en la vida rural, la cual encuentra un entorno exageradamente hostil; cuanto más intenta integrarse más comportamientos inasumibles observa en el clan al cual se ha visto empujada a pertenecer hasta que regrese la teórica estudiante (se desvelará que no emprendió el viaje que hizo para esto sino para resolver determinados temas maternales), pero cuando lo hace el panorama no mejora sino que se oscurece todavía más, padeciendo desde su vuelta síntomas paranoides (escucha voces que no existen, cree que la observan constantemente cuando no es así, tapa los espejos con paños para no verse reflejada en ellos…) que la tornan progresivamente maniática y, en último término, una difunta en vida.
El filme se fundamenta en un terror tan sutil que apenas es perceptible, pero la piel erizada que se observa cuando uno se revisa el brazo es delatadora del escalofrío que despierta, y es que lo que empieza como una comedia romántica se torna (si se tuviera que señalar un punto exacto sería el ecuador) en un thriller bien elaborado en el que tienen cabida tanto éstos como otros géneros (el ejercicio de entrelazarlos todos según la etapa que se analice jugando al despiste está muy bien logrado), siendo la dirección (y el escrito) del chileno Sebastián Silvarealmente admirable pero, el escaso interés que despierta la trama y el desenlace (impactante aunque fuera de lugar por completo) ensombrecen una bella fotografía (el responsable de tan maravilloso apartado es Christopher Doyle responsable de lo propio en la injustamente criticada La joven del agua) para resaltar todavía más el pésimo ritmo que presenta, el cual entorpece sobremanera el disfrute de una historia enrevesada y finalmente mal resuelta que encuentra el único alegato para no invitar al abandono del visionado en la estupenda banda sonora, repleta de clásicos, insuficiente alegato para recomendar una producción altamente desechable aunque puede que reciclable (de haberse desarrollado de otro modo podría dar resultados espectaculares, por lo que una revisión quién sabe si lograría exprimir al máximo la idea).
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FICHA TÉCNICA
Título original: Magic, Magic
País: Chile
Año: 2013
Duración: 97 min.
Productora: Braven Films / Killer Films / Rip Cord Productions
Director: Sebastian Silva
Guión: Sebastián Silva
Reparto: Juno Temple, Michael Cera, Emily Browning, Catalina Sandino Moreno, Agustín Silva