
Los Hombres de Negro tienen como función confundir o amedrentar a investigadores y testigos de OVNIs y visitantes extraterrestres, además de confiscar supuestas evidencias de presencia alienígena, con el propósito de preservar del conocimiento público las visitas de extraterrestres a nuestro planeta.
Esta vez la historia comenzará en la actualidad para pasar después al año 1969, con Will Smith como el Agente J viajando en el tiempo para conocer a un joven Agente K (Tommy Lee Jones, que en 1969 será rejuvenecido por Josh Brolin).
Los agentes J (Will Smith) y K (Tommy Lee Jones) regresan… pero esta vez al pasado. J ha visto muchas cosas inexplicables en sus 15 años con los Hombres de Negro, pero nada, ni siquiera los extraterrestres, lo dejan tan perplejo como su hosco y reticente compañero. Pero cuando la vida de K y la suerte del planeta se ponen en juego, el agente J deberá retroceder en el tiempo para enderezar las cosas. J descubre que existen muchos secretos del universo que K jamás le contó -secretos que se irán revelando por sí solos a medida que trabaja en equipo con el joven agente K (Josh Brolin) para salvar a su compañero, a la agencia y el futuro de la humanidad.


Metraje que teóricamente cierra (es más que dudoso que sea así, ya que una cuarta entrega estaría incluso justificada tras el desenlace de esta tercera) la trilogía sobre “Los hombres de negro”, la brigada especial dedicada a mantener a raya a los alienígenas infiltrados en nuestro planeta y salvar incisamente a la Tierra de los poderosos y peligrosos ataques de éstos; teniendo como único objetivo el mero entretenimiento (el cual consigue sobradamente), Barry Sonnenfeld (también director de las dos anteriores cintas) vuelve a recurrir a esa genuina y gratificante mezcla de ironía y elegancia de la que ha hecho gala la franquicia desde su primer título, aunque para la ocasión amplía considerablemente el renombre entre el reparto y emplea una estética setentera acorde a la historia que narra.


La exuberante Lilly (Nicole Scherzinger, apetecible como pocas y convincente en los apenas cinco minutos de los que goza, de una sensualidad apoteósica) visita a Boris (Jemaine Clement, poseedor de prácticamente todos los gramos de maquillaje de los que el metraje dispone), un peligroso alienígena que años atrás fue capturado por el agente K (Tommy Lee Jones, sereno y concienzudamente impecable como siempre) tras serle amputado un brazo, y encerrado en una cárcel de alta seguridad ubicada en la carente de gravedad Luna; al ser liberado, desencadena una serie de sucesos que amenazan seriamente con destruir la Tierra a partir de un nuevo intento de colonización, además de terminar con la vida de K a modo de venganza, para lo cual requiere viajar al pasado y terminar con él al mismo tiempo que evitar perder su brazo.Al descubrirse los perversos planes de Boris por la organización encargada de proteger al planeta de invasiones, “Los hombres de negro”, deberá entrar en acción J (Will Smith, simpático y ameno como en todos sus trabajos), el inseparable compañero de K que parece ser el único que puede impedir la inminente invasión y muerte de su amigo; tan ardua misión la logrará (o al menos intentará) con la ayuda de Griffin (Michael Stuhlbarg, desequilibrante emocionalmente, como su desconcertante personaje requiere), quien se unirá a él y al rejuvenecido temporalmente K (Josh Brolin, ideal para la ocasión en cuanto al aspecto físico y calcado gestualmente a su futuro yo) a modo de valioso visionario que contempla todas las posibilidades que el futuro próximo plantea en virtud de las elecciones que vayan decidiendo tomar los implicados.


Men in Black 3 completa una de las mejores trilogías, dentro del marco de la comedia y la ciencia ficción, que el séptimo arte ha proporcionado en los últimos años (solamente comparable a La Momia, aunque la tercera y última parte de ésta defraudó de sobremanera y desvirtuó el concepto de las anteriores, dejando una indeseada sensación de repulsión en el espectador), brindándonos múltiples lindezas auditivas (tanto sonoras como vocales, el primer aspecto representado por el omnipresente en el panorama musical Pitbull y el segundo respaldado en unos efectos especiales de infarto, a la altura de la personalidad que firma como productor ejecutivo de la producción, Steven Spielberg) y un aspecto retro setentero inmaculado que envuelven una trama repleta de alusiones autovalorativas y relevantes (en ella se nos explica, por ejemplo, el origen de la relación entre K y J y el motivo por el cual en la actualidad el primero se muestra tan arisco con el segundo o el vínculo que une a O, la jefa de “Los hombres de negro”, con K), un plato combinado cuyos deliciosos ingredientes principales son el humor sarcástico y la belleza visual.

No es de extrañar que una película de semejante índole sea esperada por millones de personas y tenga el éxito en taquilla asegurado incluso antes de su estreno, y es que no es el hecho de que se presente en tres dimensiones (efecto poco aprovechado durante la trama) ni que resulte llamativa y atrayente (que lo es por sí sola) la principal causa de tal reclamo, sino el protagonismo de un actor tan querido que el fracaso no parece proceder si está por medio; de todos es sabido que es preferible caer en gracia que ser gracioso, aunque ambas cualidades posee Will Smith tanto dentro como fuera de la pantalla (salvando el desagradable hecho relatado al inicio de la crítica, que vendría a suponer la excepción que confirma la regla), como ya ha demostrado en numerosas ocasiones desde comedias insípidas como Will will west hasta dramas impecables como En busca de la felicidad (la cual coprotagoniza con su hijo, heredero natural de su don actoral).





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