Midnight Meat Train (2008)
Un fotógrafo necesitado de un excitante trabajo, se lanza al reto de reflejar el lado oscuro de la humanidad y poder así exponer en una exclusiva galería de arte. Esta tarea le llevará tras el rastro de un salvaje asesino en serie que ataca a sus víctimas en los vagones del metro, adentrandose en una horrible obsesión.
Las enormes expectativas que un film como este había suscitado, venían dadas en parte, por la unión en el proyecto del director japonés Ryhuei Kitamura (‘Versus’ 2001) con uno de los relatos escritos por Clive Barker (‘Hellraiser’ 1988). Por otro lado, la oscura y macabra trama que relata la historia, sugería un festín gore esperado por los más incondicionales del género. Pero el conjunto se muestra como una decepcionante producción que solo funciona en su primera hora de metraje, y que se viene abajo inexplicablemente en los minutos finales.
Hasta ese momento todo funciona correctamente, una intrigante historia que vamos conociendo al mismo tiempo que el protagonista, quien se va adentrando en terreno desconocido, fruto de una obsesión cada vez más peligrosa, todo ello enfocado desde el punto de vista del fotógrafo necesitado de una obra atípica que entusiasme a su representante. El asesino del film es un personaje realmente logrado, sin necesidad de esconderse tras una máscara y con un aspecto físico que impone por si solo, lleva a cabo sin ningún tipo de reparo, sangrientas y brutales asesinatos con un enorme mazo de carnicero, secuencias de gran brutalidad que entusiasmaran a muchos.
Pero todo ese conjunto de buenos propósitos que iban encaminados hacia una excelente cinta de terror, que te mantienen entretenido e intrigado, comienzan a desmoronarse en dos infumables escenas que protagoniza el actor principal. Primero, cuando lo vemos armándose hasta los dientes con todo tipo de cuchillos y machetes de carnicero, para llevar a cabo un cara a cara con el asesino, algo que se prevé como un suicidio, teniendo en cuenta que éste, es mostrado en todo momento como un hombre común y físicamente normal. Después, para acabar de rematarlo, el personaje sube al último vagón de un tren en marcha ayudándose de un pincho de carnicero, una escena bochornosa en una cinta que parecía querer desmarcarse de los bodrios que por ahí circulan, decayendo estrepitosamente de ahí al final, en un ir y venir de salidas de tono, nada acordes con lo que llevábamos visto hasta ese momento.
Todo ello nos lleva a encajar aún peor lo que nos espera en el desenlace, el como y el porqué, resultan negativamente increíbles y sorprenden por la mala resolución de una historia que pretendía gustar o añadir algo nuevo al género. Al final, un ritmo apresurado para acabar cuanto antes con este lamento, a base de despropósitos y malas maneras.
Lo mejor: El clímax logrado en los primeros 50 minutos, a pesar de pasearse constantemente en el borde de un precipicio por donde finalmente cae.
Lo peor: El inesperado cambio que da el guión, pasando de una cinta salvaje e interesante a un bodrio inexplicable.
El momento: Cualquiera de las escenas en las que el asesino coje su martillo de carnicero, reventando todo lo que se le pone a tiro.
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