No moriré sola (2008)

Cuatro jóvenes mujeres manejan libremente a través del campo argentino hasta que una de ellas ve una mujer malherida tirada al costado de la ruta. Paran a ayudarla y avistan unos hombres que aparentemente tienen algo que ver con las heridas que tiene la víctima. Escapan con la mujer herida hasta la estación policial más cercana. Allí declaran y les llama la atención ver llegar al mismo auto que vieron en el lugar del crimen. Su sospecha resulta certera porque son rápidamente perseguidas luego de partir. Desde este punto la película hace un cambio sombrío. Los hombres en la camioneta dominan a las mujeres y las llevan hasta un bosque remoto. Las violaciones que siguen son expuestas en la pantalla de manera extremadamente cruel y explícita. Verlas es una experiencia muy incómoda incluso para el más entrenado espectador habitual del cine de horror. Con largos e insistentes planos uno es testigo de acciones repulsivas y, así como las víctimas, uno experimenta el escape como algo imposible. Los hombres son retratados como furia pura. No tienen motivos ni objetivos. No obstante, algunos personajes logran escapar y uno espera sinceramente que los agresores reciban su merecido. Luego, el director nos da un anticipo de la sangrienta venganza de las mujeres. Las actuaciones son excelentes y la desesperación, el dolor y el deseo de venganza sobresale de los ojos de las mujeres. El sentimiento de desolación, aislamiento y calor intenso es reforzado porque, en una escena notoria, solo se oye el sonido ambiente. Al suceder enteramente a plena luz del día, da la sensación que la ira puede atacar en cualquier momento y en cualquier lugar. Con primerísimos primeros planos logra capturarlo a uno en una pesadilla.
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