Pandorum (2009)

argumento

Dos tipos despiertan después de un largo letargo en una nave, ninguno sabe como ha llegado allí, no se conocen y tampoco recuerdan si eran parte de alguna misión. Poco a poco irán encontrando evidencias de que no son los únicos tripulantes en la nave, la cual está habitada por una tribu de guerreros que intentan matar a todo aquel que se halle a bordo. Mientras intentan averiguar los mortales secretos que esconde la nave,  se darán cuenta que la supervivencia de la humanidad depende de sus acciones, y deberán hacerse con el mando de la nave antes de que Pandorum lo asuma.

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critica

“Horizonte final” (Event Horizon, 1997) ha generado, con el paso de los años, un pequeño culto cinéfilo en torno a ella. Ahora, su director, Paul W. Anderson, ejerce de productor de la cuarta película dirigida por el alemán Christian Alvart, una incursión en el territorio de la ciencia-ficción y el terror que lleva por título “Pandorum”, y que debe algunas de sus ideas visuales y narrativas a la influencia que ha ejercido sobre Alvart el film de Anderson.

De hecho, “Pandorum” es un refrito de películas anteriores, que van desde las películas de la saga “Alien” hasta la mencionada “Horizonte final”, pasando por la adopción de unas criaturas a medio camino del “Depredador” (Predator, 1987), de John McTiernan, y de los seres que aterrorizaban en «The Descent, 2005», de Neill Marshall. Otras influencias, más alejadas del tipo de historia que plantea “Pandorum”, pero con giros de guión similares a los que maneja en algunos momentos la película de Alvart, son “El Club de la lucha” o “Alta Tensión”.

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Este cúmulo de referencias podría haber dado lugar a una película entretenida y efectiva, sin más, de haber sido rodada por alguien con el oficio y el talento de directores como Walter Hill, John McTiernan o Paul Verhoeven (que sí, tienen malas películas en sus respectivas filmografías, pero también un puñado de buenas o, incluso, excelentes), pero, lamentablemente, Alvart no demuestra capacidad narrativa alguna ni, mucho menos, talento para elaborar secuencias brillantes.

La primera media hora de metraje se revela completamente ineficaz a la hora de crear expectativas y generar tensión en el espectador. De alguna manera, Alvart se las ingenia para filmar espacios con un grado de oscuridad casi total (hasta tal punto que resulta imposible valorar el espacio o los decorados en los que se encuentran los personajes), y, pese a todo, acribillar alegremente al espectador con multitud de ángulos y posiciones de cámara distintos, como si el mero hecho de cambiar de plano fuera motivo de angustia para el espectador. El montaje es, por momentos, tan atropellado, que apenas llega a discernirse lo que está teniendo lugar en las respectivas secuencias. Como ejemplo, valga mencionar que Alvart llega a filmar a Bower, el personaje interpretador por Ben Foster, atrapado en un espacio muy estrecho, pero empleando para ello tantos planos distintos filmados desde tantas posiciones de cámara diferentes, que este espacio parece más grande que el apretado pero muy aprovechado camarote de los hermanos Marx.

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El ritmo de montaje impide que el momento genere ningún tipo de sensación de claustrofobia o agobio en el espectador, simplemente induce un estado de vértigo visual constante que hace acto de presencia en gran parte de la película.

Decir que Alvart no es capaz de crear secuencias interesantes no implica que no sea capaz de lograr algunos planos que sí lo sean, y valgan como muestra los siguientes momentos: el plano que muestra centenares de cápsulas, ocupadas por seres humanos, siendo lanzadas al espacio, dónde los ocupantes hallarán una muerte segura y terrible cuando despierten de su letargo de años; o los pocos planos que describen, en forma de flashback, la infancia de Ben, cuando este contemplaba junto a su familia la publicidad con las prometedoras imágenes de un nuevo planeta habitable al que dirigirse en el futuro: las miradas impresionadas del pequeño Ben y de sus padres revelan por si solas la repercusión que el momento tiene para sus vidas; o el plano final de la película, que aquí nos desvelaremos.

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Pero un puñado de planos no conforman una buena película, y a la escasa presencia de momentos como los descritos, y de serios lastres como el que suponen el penoso montaje de los planos, deben añadirse el uso y abuso del volumen de los efectos sonoros y de la banda sonora compuesta para el film: llegan a ser tan estridentes que el miedo no lo provocan las situaciones mostradas en la película, si no el volumen sonoro de la misma.

Si hace unos días hablábamos del aburrimiento que provocaba la película suiza de ciencia-ficción “Cargo”, con un ritmo narrativo más moroso y con planos, hay que decirlo, más elegantes que los que tiene “Pandorum”, ahora toca constatar que un ritmo narrativo vertiginoso, pero artificial (es decir, forzado por el realizador y su montador, que quieren imprimir “agilidad” a su película a cualquier precio), puede provocar un aburrimiento similar. Por lo menos, los directores de “Cargo” demostraban tener intenciones más respetables y honestas en su empeño.

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