Rabia (1977)
Rose y su novio Hart sufren un aparatoso accidente de motocicleta. Una ambulancia los lleva a ambos a la clínica Keloid de cirugía estética, pero mientras que Hart ha salido prácticamente ileso del accidente, Rose ha sufrido heridas considerables.
El Dr. Dan Keloid decide trasplantar piel de una zona sana del cuerpo de la chica a la zona afectada, logrando unos aparentes buenos resultados. Al poco de iniciarse su recuperación, Rose despierta y ataca a un hombre con un extraño nuevo miembro que sale de una de sus axilas. El afectado parece contagiarse de una especie de rabia, y al poco la enfermedad comienza a extenderse por toda la clínica.
Cronenberg inició su andadura cinematográfica más o menos al mismo tiempo que Peter Weir o David Lynch, pero mientras que Weir logró una excelente película fantástica con su segundo largometraje, “Picnic en Hanging Rock” (Picnic At Hanging Rock, 1975), y Lynch concibió una película clave para el fantástico de los últimos 30 años con su primera tentativa, “Cabeza Borradora” (Eraserhead, 1977), tras un rodaje interrumpido varias veces a lo largo de 5 años, Cronenberg no logró una película realmente sólida hasta “Cromosoma 3”, filmada en 1979, después de películas como “Stereo” y “Crimes of the Future”, o las algo más estandarizadas “Vinieron de dentro de…” y la que nos ocupa en estas líneas, “Rabia”.
Las dos últimas son sobradamente conocidas entre los aficionados al cine fantástico y tienen en la actualidad el estatus de “películas de culto”, que acredita a películas supuestamente importantes dentro del género (o de cualquier otro género, por supuesto); pero una mirada crítica hacia ambas películas no puede más que dejar asomar a la superficie los numerosos defectos que acumulan.
Las dos películas van perfilando el “Universo Cronenberg”, y son claramente personales, pero están excesivamente datadas en el tiempo, y muestran un proceso de aprendizaje por parte del director con relación al lenguaje visual: si Cronenberg rodara actualmente “Rabia” los resultados serían muy superiores a los que muestra el film de 1977.
Rose (Marylin Chambers), es uno de los pocos personajes femeninos protagonistas en una película de Cronenberg, y hay que reconocer que quizá sea, conceptualmente, el más importante de todos ellos: La atractiva Rose, tras el accidente de moto, sufre una transformación física y, consecuencia de la misma, empieza a contagiar a hombres que, por regla general, quieren mantener relaciones sexuales con ella. Por lo tanto, tenemos una enfermedad venérea siendo transmitida, no por contacto sexual convencional, pero sí por algo que se le asemeja mucho: Rose “penetra” a sus víctimas gracias a un miembro, similar a un pene erecto, que emerge de una de sus axilas, con lo que los paralelismos con el contacto sexual quedan claramente marcados por el director canadiense. La enfermedad que transmite a sus víctimas muestra unos síntomas similares a la rabia, impulsando a las personas “transformadas” a morder la carne de nuevas víctimas y beber su sangre.
Dejando de lado las similitudes con los seres vampíricos o los zombis, las características de la enfermedad no dejan de estar cerca de enfermedades como el sida, que empezaron a cebarse en los pueblos “civilizados” a mediados de los años ochenta.
Y ese “efecto dominó”, causado por la rápida propagación de la enfermedad, y el entendimiento de la evolución de la misma como un proceso creativo, en lugar del mucho más asimilado por los seres humanos lado destructivo que va asociado al progreso en un organismo de cualquier enfermedad, se convertiría en manos de Cronenberg en uno de sus temas mayores, con variaciones, como demuestran películas como “Cromosoma 3”, “La Mosca” o “Videodrome”.
Es remarcable que Cronenberg, bien apoyado en la figura de Marilyn Chambers (actriz porno de la época), muestre constantes desnudos, absolutamente naturalistas, de la chica en diferentes lugares, pero siempre integrados, nunca gratuitos; ej.: Rose, desnuda debajo de la bata que le proporciona la clínica Keloid, deja ver su fisonomía casualmente al entrar un enfermero en su habitación para intentar calmarla ante un súbito ataque de ansiedad; en otra secuencia, Rose va desnuda por su piso buscando que vestido ponerse. En realidad, a Cronenberg parece interesarle el desnudo en el film para que el carácter inquietante que la sexualidad de la chica ha adquirido con la enfermedad quede manifiesto: el espectador ya sabe que Rose transmite una extraña enfermedad, y que además su cuerpo se erige en un claro reclamo para la transmisión de la misma: la enfermedad entrevista a través del naturalismo de un cuerpo desnudo.
Un cierto carácter irónico y mordaz impregna algunos momentos del film; ej.: la forma de darle la vuelta a la típica secuencia del cine porno donde una chica se ve acosada por algún perturbado: efectivamente, en un local con esas características un tipo se acercará a Rose, pero la violación se desarrollará en sentido inverso.
En todo caso, las prestaciones de Marilyn Chambers como actriz “respetable” son manifiestamente nulas, en un film que no destaca precisamente por la brillantez de su reparto.
“Rabia” también supone la primera zambullida de Cronenberg en las profundidades de la tragedia humana: el amor del novio de la chica, Hart, será la fuerza motora que impulsará a este a intentar salvarla de la extraña infección, pero evidentemente, tal acción ya no es posible. Un amor trágico similar al que mostrarán “La Mosca” o “La Zona Muerta”.
Algunos apuntes interesantes, y la intuición de que en Cronenberg había una fuerza creadora que había que alimentar y favorecer, no impiden que “Rabia” sea una mala película. Intelectualmente interesante, vista hoy, por cuanto permite contemplar el proceso de maduración de un cineasta, pero los resultados están a la vista para quién quiera verlos.
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