Star Trek (2009)
El joven James T. Kirk es invitado por el Capitán Christopher Pike a ingresar en las filas de la nave interespacial Enterprise, sabedor este último que por las venas del chico corre la misma sangre del valiente Tiberius Kirk, que murió valientemente enfrentándose al malvado Nero, salvando con su acción miles de vidas. Una vez incorporado a la nave, el algo desorientado James demostrára rápidamente su extraordinaria capacidad para comandar a un equipo y su instinto bélico, chocando frontalmente con el menos impulsivo y mucho más racional y reflexivo Spock, mitad humano mitad vulcaniano. Ambos dejarán de lado sus diferencias para enfrentarse a un enemigo común, Nero, en una confrontación en la que el resentimiento, la furia y la sed de venganza terminarán por germinar en todos ellos.
Una de las primeras secuencias de la nueva película de la saga Star Trek muestra al joven y futuro capitán de la Enterprise, James T. Kirk, conduciendo a toda pastilla un coche descapotable sin el consentimiento de su tutor, y acompañado por el hiperbólico sonido de la canción “Sabotage”, del grupo de hip-hop Beastie Boys. Lo interesante del momento es que Abrams capta el espíritu subversivo y alocado de la canción y lo adapta a las ansías de escapismo del joven personaje, logrando además que el ritmo de las imágenes y el de la música estén positivamente entrelazados, algo que no es precisamente poco en la actualidad, cuando tanta arritmia narrativa se apodera de la mayor parte de películas.
Por otro lado, soy una de las (intuyo) pocas personas que no han visto absolutamente ninguno de los capítulos de la ya mítica serie de televisión “Perdidos”, ni de ninguna otra de las series en las que está implicado el director de la película que nos ocupa, aunque sí he visto la bastante floja tercera entrega de “Misión Imposible”: sigo creyendo que el film dirigido por Brian de Palma es más moderno, divertido y consistente cinematográficamente que sus dos continuaciones. Esto únicamente viene a cuento de que, evidentemente, no soy un defensor acérrimo de J.J. Abrams, a lo que se añade que únicamente he visto tres de las entregas cinematográficas de Star Trek: el primer y aburrido film, dirigido por Robert Wise, y los octavo y noveno, dirigidos ambos por Jonathan Frakes: la entretenida «Star Trek: First Contact» (que acostumbra a gustar a los que no les gusta la saga) y la insulsa «Star Trek: Insurrección». Por todo lo dicho, las simpatías que me ha causado el nuevo “Star Trek” me resultan un tanto inesperadas.
La película tiene una limpieza narrativa bastante agradecida, aunque por supuesto el guión no es especialmente denso, más bien sencillo, pero muy efectivo. En esencia, una vez transcurrido el prólogo, en el que el padre de Kirk muere en batalla contra el vulcaniano Nero (Eric Bana), la película pasa fugazmente por la infancia del personaje y se sitúa en su adolescencia, mostrando a un Kirk (Chris Pine) algo alocado y con las hormonas disparadas, pero con una intuición bélica y una seguridad para comandar a un equipo herencia, sin duda, de su padre. El enemigo a abatir, una vez embarcado en la nave Enterprise, resulta ser Nero, el asesino de su padre: una confrontación que adquiere tintes personales tanto en lo que respecta a Kirk como en lo concerniente al famoso capitán Spock (Zachary Quinto).
J. J. Abrams rueda su film, apoyado en un guión tantas veces visto, con un apasionamiento que logra que el espectador se vea inmerso en el universo de la película, y su labor se ve respaldada por un excelente equipo técnico (para comprobar hasta que punto su labor resulta acertada en este sentido, basta compararla con la primer película de la serie: aburrida, sosa, con personajes y actores, por lo general, muy poco carismáticos, y unos escenarios y efectos especiales absolutamente superados: películas de la época, como “La Guerra de las galaxias”, “Alien”, o “2001”, se mantienen bastante mejor en este sentido), y aunque su puesta en escena no es de las que hacen confluir las distintas partes hacia un todo visual especialmente sólido, sí se caracteriza por tener las suficientes ideas aisladas y el instinto necesario para potenciar momentos muy concretos: el plano que muestra a Spock, de niño, en primer plano y en primer término de la imagen, siendo acosado por varios niños de su edad, que le echan en cara su condición mitad humana mitad vulcaniana, encontrándose estos últimos desenfocados y en segundo término del plano; o un encuadre que relaciona los términos de la imagen de forma similar al anterior: un puño golpeando el rostro de James T. Kirk, en primer término del encuadre (situado el puño en la misma posición que ocupa la cámara y el personaje que recibe los golpes frontal a la misma) y una ligera panorámica hacia arriba que incluye en el plano, en segundo término de la imagen, al Capitán Christopher Pike (Bruce Greenwood), cuya presencia en el plano va a interrumpir la pelea: en ambos casos, el segundo término de la imagen activa o interrumpe un momento de violencia, física o psicológica, que tiene lugar en el primer término; el empleo apropiado de picados y contrapicados en varias secuencias de la película; los enérgicos travellings o grúas que en bastantes ocasiones siguen a los personajes por los pasillos de la nave Enterprise, especialmente en ocasiones en los que la inmediatez es necesaria, como el momento en el que un tripulante del Enterprise, de origen ruso, se dirige velozmente de una sala a otra de la nave por que cree ser capaz de manipular el artilugio que permitirá teletransportar a Kirk y a otro hombre de la tripulación cuando ambos se encuentran en plena caída libre al vacío, y traerlos de vuelta, sanos y salvos, al interior de la nave; o el momento en el que Kirk y un científico algo loco se teletransportan al interior de la nave Enterprise, con tan mala suerte que el segundo de ellos aparece en el interior de unas enormes conducciones de agua, siendo arrastrado dentro de las mismas, mientras la cámara de Abrams sigue con agilidad el alambicado recorrido del hombre por los conductos.
Un curioso detalle narrativo de la película se encuentra en la tendencia que muestra Kirk, a lo largo del metraje, a encontrarse en peligro de muerte colgado a grandes alturas: al inicio de la película, cuando el descapotable que conduce sale disparado hacia un precipicio y el pequeño se coge por los pelos al borde del mismo; por segunda vez, durante la incursión de James T. Kirk y un compañero asiático del Enterprise en la nave de los romulianos, quedando colgado Kirk de los bordes del fuselaje de la misma durante la pelea con dos soldados enemigos, hasta que su compañero le salva; y por tercera vez, al final de la película, cuando él y Spock se enfrentan a Nero y sus hombres en el interior de la nave de estos últimos: esta vez será Spock quién le salve.
Nero, el único antagonista de la película, se muestra especialmente refinado en lo que a su particular venganza contra Spock se refiere: le condena a permanecer abandonado en un planeta helado y poblado de peligrosas criaturas, y desde donde el personaje de orejas puntiagudas tendrá una posición privilegiada para contemplar la destrucción de su planeta, Vulcano, consumido por un agujero negro: una de las imágenes más fantasiosas de la película.
El conjunto de actores de la película se revela bastante más eficaz y carismático que la mayor parte de actores de la película y series de Tv originales: Chris Pine, Zachary Quinto, Eric Bana, Bruce Greenwood o Zoe Saldana consiguen insuflar algo de vida a sus personajes, y logran que, conjuntamente con la labor visual de Abrams y del equipo de efectos especiales, el visionado de la película merezca la pena, situándose por encima de la mayor parte de películas mainstream del momento.
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