Suspense (1961)
Miss Giddens es contratada como institutriz de dos niños, Miles y Flora, que viven en una apartada y gran mansión junto a Mrs. Grose, el ama de llaves. Una vez allí, Miss Giddens se esforzará en que los niños sean lo más felices posible, aunque pronto descubrirá que estos tienen un comportamiento un tanto extraño y cruel, misteriosamente relacionado con las historias que narran las terribles muertes de la antigua institutriz y un tal Peter Quint.
Desde sus primeras imágenes “Suspense” pretende ir acumulando una serie de sugerencias, a nivel visual, que estén en abierta confrontación con lo narrado; es decir, lo que aparentemente está teniendo lugar en un nivel narrativo es puesto en tela de juicio por la planificación de Jack Clayton, capaz de aportar detalles que sugieren otras posibilidades para el relato. Intentaré clarificar esto en las siguientes líneas, pero antes hablaremos brevemente del relato original en el que se inspira la película: “Otra vuelta de tuerca”, de Henry James, publicado originalmente en 1898.
En el relato de James cualquier frase o diálogo encierran una ambigua intencionalidad pero, sobre todo, van encaminados a sugerir algo acerca de la relación entre los personajes o respecto a su psicología. La ambivalencia de las situaciones es una de las claves sobre las que James construye el relato. El estilo elusivo del escritor es fielmente adoptado por Jack Clayton, aunque evidentemente su versión cinematográfica sea algo más explícita gracias al lenguaje visual: el uso del punto de vista narrativo, un efecto lumínico, la forma de usar los encadenados o que plano montar tras el que le antecede y por que, etc.
Desde el principio de la película sabremos que Miss Giddens (Deborah Kerr) es una mujer excesivamente interesada en la felicidad de los niños. De hecho, esto lo sabremos gracias a la secuencia que detalla la entrevista que mantiene Miss Giddens con el tío de los niños que la mujer se va a encargar de cuidar en una apartada y gran mansión. El espectador no tendría que darle a este momento más importancia del que tiene un acontecimiento normal y cotidiano, pero Clayton monta una breve secuencia antes de la mencionada, en la que un plano detalle que muestra unas manos en posición de plegaria, sobre un fondo negro, y la voz de Miss Giddens (en off visual) repitiendo varias veces que sólo quiere el bien de los niños, su felicidad, no puede despertar más que las sospechas del espectador. El montaje de las secuencias parece expresar que el ruego que escuchamos es, en realidad, la voz interior de la mujer en el mismo momento de la entrevista de trabajo: Clayton funde el último plano de la primera secuencia (las manos en posición de plegaria y la voz obsesionante de la mujer) con la primera imagen de la segunda secuencia (un plano de la mujer, con expresión un tanto ausente, en el momento de la entrevista, que parece recuperar el hilo de la conversación al escuchar unas palabras de su interlocutor): Miss Giddens parece obstinada en conseguir ese trabajo que su voz interior (revelada al espectador) reviste de un cariz de misión personal.
Los dos niños a los que tiene que cuidar Miss Giddens, Flora y Miles, se muestran, sobre todo el niño, extrañamente maduros en ciertos aspectos de su personalidad. Tanto ellos como el ama de llaves, Mrs. Grose, hablarán de ciertas historias relacionadas con el oscuro pasado de la casa: la muerte de la anterior institutriz y de un tal Peter Quint. Las historias calarán hasta tal punto en la mente de Miss Giddens (que, hay que remarcarlo, en la citada entrevista de trabajo, y respondiendo a una pregunta del tío de los niños, ha admitido poseer una fuerte imaginación) que esta creerá que los niños están influidos malignamente por los espíritus de los muertos. Según todos los indicios, Peter Quint era un ser que mostraba una gran perversión sexual, y parece que Miles se muestra, para su tierna edad, extraordinariamente caballeroso y adulador con Miss Giddens. ¿Se trata (tal y como sugiere la niña, Flora) de la artimaña de un alma sin rumbo que ha poseído la voluntad del niño? Pero Clayton, lejos de concretar esto, mantiene la coherencia y la ambivalencia de los acontecimientos de forma rotunda: siempre que Miss Giddens crea ver una aparición, el espectador compartirá el punto de vista de esta, lo que dará pie a que surja la duda: ¿Están teniendo lugar, efectivamente, esas manifestaciones? o ¿Todo es causa de la excesiva autosugestión de una persona obsesionada con salvar a los niños de algo inexistente? En ningún momento ninguno de los otros personajes será testigo de esas apariciones, por mucho que digan haberlas visto en otras ocasiones, y todo puede consistir en un simple juego infantil.
La crueldad de los niños se manifiesta en varios momentos de la película: Flora observando con delectación como una araña se come a una mariposa en el jardín que rodea la casa; Miles durmiendo con una de sus palomas muertas (alguien le ha roto el pescuezo) bajo la almohada. Al mismo tiempo, las inquietantes estatuas que rodean la casa parecen simbólicamente relacionadas por Clayton con lo perverso que anida en los niños: un insecto que emerge de la boca de la pequeña efigie de un niño…que sujeta dos manos arrancadas: la infancia vista como algo perverso y maligno.
Los supuestos poderes de Miles (debidos, hay que recordarlo, al también supuesto dominio que ejerce Peter Quint sobre la voluntad del niño) son sugeridos a través de detalles de montaje o estableciendo paralelismos entre diversos acontecimientos. En el primer caso, recordar el momento en el que Miles enciende su mirada ante un comentario de Miss Giddens, y por montaje Clayton pasa a un plano de la ventana de la habitación cerrándose violentamente y apagando una vela, dejando la estancia a oscuras. A continuación, una frase tranquilizadora acompañada de una extraña mirada infantil: “-No se asuste, solo fue el viento”.
En el segundo caso, el momento en el que las duras aseveraciones de Miss Giddens inducen un estado febril en Miles, que empieza a sudar en abundancia al mismo tiempo que las ventanas de la estancia de la casa en la que se encuentran ambos se vuelven opacas por la humedad del exterior. El sudor y la humedad se relacionan visualmente, ¿es casual?.
La sexualidad reprimida late con fuerza como posible causa de las ¿alucinaciones? de Miss Giddens, hija de un pastor de la iglesia, y el beso de buenas noches en la boca de Miles a la institutriz es filmado de forma explícita por Jack Clayton con un primer plano de ambas bocas, que parecen sellar de ese modo una extraña relación.
El final del film es verdaderamente extraordinario, y pone la guinda al magnifico caudal de ideas y sugerencias que muestra la labor de Clayton, y que en los últimos años ha dado pie a películas tan bienintencionadas y “prestigiadas” como “Los Otros” o “El Orfanato”.
Destacaremos por último una frase, puesta en boca de Miss Grose, el ama de llaves de la casa, testigo de acontecimientos pasados que aluden a las vivencias de Peter Quint con la anterior institutriz de la casa: “-Señorita, he visto cosas que me avergüenza decirlas. Habitaciones usadas a plena luz del día como si fueran los bosques más oscuros”.
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