The Box (2009)
Una mujer, Norma, recibe una misteriosa caja, de manos de un extraño personaje con el rostro mutilado, que tiene un solo botón que, de ser pulsado, activa un devastador y mortal poder. A partir de la entrega, Norma y Arhur, su marido, tienen 24 horas para tomar una decisión: si pulsan el botón, alguien morirá, pero ellos lograrán un millón de dolarés; si no lo pulsan, el extraño simplemente acudirá a recoger la caja, que reprogramará y entregará a otra pareja, ofreciéndoles las mismas condiciones.
Richard Matheson, no me cabe duda, es uno de los grandes renovadores de la literatura fantástica del siglo pasado. Un autor que, con obras como “Soy leyenda”, “El increíble hombre menguante”, “La casa infernal” (todas ellas brillantes), “El último escalón”, “Más allá de los sueños” o “En algún lugar del tiempo” (que tengo pendientes de leer), logró alejarse del terror norteamericano instaurado con solidez por maestros como Edgar Allan Poe, Howard Philips Lovecraft o Robert E. Howard (los dos últimos siguiendo las líneas maestras desarrolladas por escritores como el inglés William Hope Hodgson o el galés Arthur Machen).
Matheson era capaz de provocar verdadero terror y inquietud partiendo de las situaciones más costumbristas que uno pudiera imaginar, y sus libros son, a día de hoy, absolutos referentes para el interesado en lo sobrenatural.
No puede decirse que el escritor haya tenido mucha suerte hasta el momento con las adaptaciones cinematográficas que de sus obras se han realizado: Una película magistral, “El increíble hombre menguante” (The Incredible Schrinking Man, 1957); las interesantes “The Last Man on Earth, 1964” , “El último escalón” (Stir of Echoes, 1999) o “El diablo sobre ruedas” (Duel, 1971); las mediocres “El último hombre…vivo” (The Omega Man, 1971) o “Soy leyenda” (I Am Legend, 2007); o las extrañas pero muy decepcionantes “En algún lugar del tiempo” (Somewhere in Time, 1980) o “Más allá de los sueños” (What Dreams May Come, 1998).
Mucho más satisfactoria es la labor de Matheson como guionista en películas tan interesantes como “La Comedia de los terrores” (The Comedy of Terrors, 1963) o “La novia del diablo” (The Devil Rides Out, 1968), respectivamente dirigidas por dos maestros del cine como son Jacques Tourneur o Terence Fisher.
Ahora, Richard Kelly, el director de dos películas tan extrañas, sugestivas e irregulares como “Donnie Darko” (Idem, 2001) o “Southland Tales, 2006), se encarga de adaptar una historia breve de Richard Matheson, titulada “Button, Button” (que, con suerte, podremos leer en castellano en cuestión de pocos meses, cuando la editorial Gigamesh, de Barcelona, emprenda la edición de los cuentos completos de Richard Matheson en varios volúmenes), y estira hasta los 115 minutos de duración un relato de… apenas 6 páginas (sic).
Si semejante labor con la adaptación del cuento se me antoja totalmente desproporcionada, por otro lado hay que reconocer que, en principio, Richard Kelly no resulta una mala opción para adaptar a Matheson, por que el realizador, al igual que el interesante David Koepp (recordemos: director de otra adaptación de una novela de Matheson, “El último escalón” y de la inquietante “El efecto dominó, 1996”), ha demostrado, a través de sus películas, una cierta ligazón con el escritor en su forma de acercarse a lo fantástico. Matheson, Koepp y Kelly sienten verdadero interés por las zonas residenciales típicas de Estados Unidos, en las que se impone una aparente y equilibrada convivencia entre vecinos que en realidad oculta los más horrendos actos y perversiones. Dicho de otro modo, los tres empujan a sus personajes (típicos de la clase media americana) a vivir situaciones que perturban, de forma irreversible, el apacible y sosegado fluir de sus existencias.
Precisamente, por inscribirse en el tipo de terror descrito líneas arriba, la primera hora de proyección de “The Box” resulta lo más interesante y logrado de una película que emprende un camino muy diferente, y menos atractivo (desde mi punto de vista), en su segunda mitad.
Durante esa primera hora de metraje, Kelly logra una descripción sobria, costumbrista, algo desangelada, de las vidas de Norma Lewis (Cameron Díaz) y su marido Arthur (James Marsden), y la convincente creación de un caldo de cultivo, surgido de los pequeños acontecimientos que trastocarán sus existencias (el pie mutilado de Norma; un prometedor pero truncado futuro laboral en la Nasa, que acaba antes de empezar, debido a un examen psicológico no superado, en el caso de Arthur), que hará creíbles las contundentes decisiones de la pareja al ser puesta a su alcance la agradable y muy tentadora posibilidad de superar los baches y debilidades del momento con una acción muy simple: pulsar el misterioso botón de una extraña caja que les será entregada a la pareja por el no menos extraño y inquietante Arlington Stewart (Frank Langella), un tipo al que le falta la carne de una cuarta parte de su rostro.
Pero la citada caja hará realidad lo que Arthur C. Clarke describió en una de sus Leyes: Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Y el objeto, que muy convenientemente Arthurdesmontará para descubrir que su interior, aparte de hueco, parece completamente inútil, hará honor a esa Ley de Clarke, siendo su poder indistinguible de la pura magia (es decir, incomprensible desde un punto de vista racional).
Richard Kelly opta en “The Box” por una contención formal y narrativa bastante apropiada para sus intenciones, con tendencia a emplear planos generales compuestos con cierto sentido del encuadre, pero sobre todo con capacidad para dotar de un tempo lento y atmosférico a las secuencias, muy alejado de los patrones más típicos del cine actual, propenso a solucionar la situaciones más sencillas con profusión de planos de breve duración filmados desde todos los ángulos imaginables.
Lo positivo dicho acerca de la labor de Kelly no implica que el film sea brillante, pero sí, como mínimo, atractivo y entretenido. No hay ideas visuales especialmente remarcables o sofisticadas, pero sí situaciones resueltas con eficacia narrativa; Ej: la sobria manera de solucionar la decisión de la pareja acerca de si apretar o no el botón; la no menos sobria manera, recurriendo al montaje sucesivo de secuencias, de sugerir que la pulsación del botón ocasiona la muerte de una persona; la secuencia con Norma Lewis, en el instituto en el que imparte clases, siendo humillada en un aula por un perverso alumno, que la incita a dejar al descubierto su pie mutilado delante del resto de compañeros.
La segunda hora del film, sin carecer de algunas ideas atractivas (especialmente un final que, de algún modo, no hace otra cosa que poner en marcha otra vez la película, dotando a la estructura narrativa del relato de una inquietante circularidad), pese a todo, se revela excesivamente prolija en ideas más apropiadas para otro tipo de relato, cercano en algunos momentos a lo propuesto por películas como “La invasión de los ultracuerpos”, “The Happening”o incluso “Heartless”(la constatación de que los personajes dejan de lado su moral, aceptando un pacto con el diablo, con la finalidad de librarse de sus taras –físicas y/o psicológicas -, y acaban cayendo en el pozo de una condenación eterna al verse obligados a servir a su “amo” una y otra vez.
En fin, “The Box” es una película atractiva pero fallida, un nuevo paso en la carrera de un director, Richard Kelly, que esperamos que algún día ofrezca una obra redonda en el marco del fantástico. Talento y imaginación no le faltan, pero sí una mayor capacidad para dotar a sus propuestas de cohesión narrativa, siendo uno de los mayores defectos del realizador, por el momento, su habitual dispersión narrativa y una excesiva acumulación de ideas en cada película, de las que el ejemplo más claro hasta el momento es la muy personal pero inestable “Southland Tales”.
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