The Chaser (2008)
El proxeneta y ex-policía Joong-ho intenta averiguar el paradero de dos prostitutas desaparecidas, que sospecha le han sido “robadas” por un rival en el negocio. Cuando otra de sus chicas queda con un cliente, Joong-ho decide seguirla, pero una serie de imprevistos hacen que, casualmente, atrape a un tipo que resulta ser el asesino de las chicas. Mientras las autoridades se contradicen acerca de que hacer con el asesino, el suceso será utilizado por esas mismas autoridades para mantener en un segundo plano mediático un humillante ataque a un político.
“The Chaser”, la primera y única película, por el momento, del director Hong-jin Na, es una interesante muestra del thriller coreano actual, cuyo título más destacado, probablemente, sea la notable “Memories of Murder, 2003”, de Bong Joon-ho.
Los primeros 30 minutos de película son excelentes, con un guión bien construido y un buen ritmo narrativo, y dejan perfectamente establecidas las bases de lo que la película pretende desarrollar en los 90 minutos posteriores. En una secuencia concreta, el protagonista del film, el proxeneta Joong-ho, intenta averiguar cual es la vivienda del cliente de una de sus chicas, que en ese momento esta manteniendo, supuestamente, relaciones sexuales con el mismo. Joong-ho emprende la búsqueda impulsado por la intuición de que el mencionado cliente es el mismo que ha apartado a otras dos de sus chicas de su negocio.
El director monta alternadamente dos situaciones del film: una secuencia en la que un político hace algo tan banal como visitar un mercado para hacer alarde público de su figura, y que en un momento determinado es agredido por alguien que le lanza mierda (¡¡!!) a la cara; y las secuencias que muestran la progresión de la búsqueda de la chica emprendida por Joong-ho.
El entrelazamiento de ambos momentos interesa al director como forma de expresar visualmente que ambos acontecimientos, aunque no lo parezca, van a estar estrechamente relacionados por razones un tanto oscuras.
La identidad del asesino no interesa lo más mínimo al director, ni tan solo las razones que mueven a este a cometer sus atroces actos; lo que realmente le interesa es el uso mediático de ese asesinato para encubrir la (intrascendente) agresión a un político. Al igual que en la citada “Memories of Murder”; al igual también que en las excelentes “Mientras Nueva York duerme” (While The City Sleeps, 1956) de Fritz Lang, “El Estrangulador de Boston” (The Boston Strangler, 1968) de Richard Fleischer, o la notable “Zodiac” (Idem, 2006) de David Fincher, el film traza, a partir de los sigilosos y contundentes movimientos de un asesino, todo un retrato de una sociedad cuyas bases no terminan de funcionar como deberían, dejando al descubierto las carencias del ser humano para (intentar) controlarlo todo de forma meticulosa, y lo que es peor, haciendo uso de su natural instinto de conservación en las formas más detestables y injustificables: ¿Realmente es justificable recurrir a los actos de un asesino para que un político logre pasar desapercibido mediáticamente al haber sido protagonista de actos humillantes hacia su persona?
Las conclusiones no pueden ser más tristes: las fuerzas del orden no son capaces ni de detener a un asesino cuando lo tienen frente a sus narices, ni de impedir que un político sea agredido.
La secuencia en la que el asesino entra en su casa con la prostituta es excelente: mientras ambos suben por las escaleras que llevan al interior de la vivienda, un perro ladra al asesino en su propio recinto y este simplemente marca el territorio asustando al animal, que para más señas esta olisqueando una zona con tierra removida y una pala para cavar clavada en la misma…Una vez dentro de la vivienda, la chica va al lavabo con la excusa de tomar una ducha antes de mantener el contacto sexual con su cliente, aunque en realidad lo que quiere es enviar vía sms un mensaje, con la dirección en la que se encuentra la casa, a Joong-ho, pero en el lugar no hay cobertura. El lavabo, espacioso, muestra extraños síntomas de suciedad que empiezan a poner nerviosa a la chica, que decide intentar acceder a la ventana que tiene a su alcance para coger cobertura, pero la ventana está tapiada. La intuición de la chica se ve confirmada al hallar un mechón de pelo, que parece de chica, en un rincón de la estancia. Una vez fuera del lavabo, la chica quiere escapar de la casa con la excusa de ir un momento a su coche a buscar preservativos, algo a lo que el asesino no se opone…por que la puerta está cerrada con candado.
Los montículos de arena, la pala, la ventana tapiada, el mechón de pelo, un candado en una puerta: son los elementos que van haciendo progresivamente más angustiante la situación de la chica, y los que permiten que una simple intuición se transforme paulatina pero rápidamente en la contundente certeza de haber entrado en la boca del lobo.
Más avanzado el metraje, un encontronazo casual entre Joong-ho y el asesino tiene lugar cuando sus respectivos coches colisionan levemente. El director, en esta secuencia, se permite un curioso apunte visual, debidamente realzado por un movimiento de cámara: el que va de una efigie de un jaguar que sobresale del capó frontal del coche del protagonista, hasta el rostro sorprendido de Joong-ho. La figura de Joong-ho, que acecha, que persigue, se relaciona con la del felino, cuyo instinto natural es el de la caza. El proxeneta y ex-detective intuye ciertas irregularidades en el comportamiento del hombre, llama al móvil de su prostituta, y este suena en el asiento al lado del asesino, en el interior del coche. Una persecución a pie da inicio, y una de las primeras cosas que hace el asesino es ¡desprenderse del móvil! delante de las narices de Joong-ho, para no ser delatado por el sonido del aparato en caso de que al proxeneta-detective se le ocurra volver a llamar en caso de perderlo de vista.
El director coreano cuida los detalles y la construcción de su historia de manera meticulosa y fluida, y su planificación es seca, concisa y apropiada, además de, por suerte, estar muy alejada de los procedimientos formales que mueven al cine comercial norteamericano actual, donde la planificación entrecortada, las escalas de plano cambiantes sin el menor sentido, los planos de un segundo, la ausencia de sentido espacial, la confusión narrativa y otras “maravillosas” soluciones son las reinas de la función.
A partir de la primera media hora descrita, el film combina de manera irregular algunas líneas narrativas: por un lado, los intentos del protagonista por lograr que las autoridades se hagan cargo del asesino, al que Joong-ho ha logrado atrapar; por otro, la relación del proxeneta con la hija pequeña de la prostituta a la que están buscando; fragmentos que muestran a la citada prostituta recuperando la conciencia tras la brutal agresión sufrida a manos del asesino y intentando escapar del lugar en el que está encerrada; Joong-ho y un amigo haciendo uso de un juego de llaves que el asesino ha perdido con la intención de encontrar la/s puerta/s que se abran con las mismas, etc.
En principio, nada de lo dicho es bueno o malo, pero lamentablemente el director se empeña en lograr un artificioso clímax fundamentado en una serie de casualidades que hacen tambalear la credibilidad del espectador hacia lo que se le esta narrando.
Hong-jin Na fuerza la progresión narrativa del film con la intención que la tensión se acumule y el espectador esté en tensión, pero esta progresión, lejos de tener lugar de forma natural, responde a la más pura mecanicidad cinematográfica, aunque vamos a obviar detalles al respecto para los que todavía no hayan visto la película.
En todo caso, las secuencias no pierden en ningún momento la elegancia visual que demuestra el realizador, que, con todo, todavía ofrece algunos buenos momentos dignos de recordar: destacaría la desagradable sorpresa que aguarda al protagonista en el interior de una pecera.
“The Chaser” es un buen film, que podría haber sido excelente, pero en cualquier caso se trata de la primera película de un director al que habrá que seguir la pista, aunque de momento ni siquiera esta película tenga fecha de estreno en España.
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