The Fall (2006)
La pequeña Alexandria conoce, durante su estancia en un hospital, al joven Roy Walker, que trabaja como doble de riesgo para las estrellas del cine mudo. Roy ha sufrido una mala caída durante una escena, Alexandria tiene el brazo roto. Roy relatará a la pequeña una fantasía repleta de personajes sorprendentes y sentimientos más grandes que la vida, mientras sus lazos se estrechan cada vez más.
Que Tarsem Singh haya sido el encargado de rendir un sentido tributo al cine mudo con su segunda película es algo que muy pocos podíamos esperar. Pero hay que matizar un poco el asunto, por que en realidad lo que Singh lleva a cabo es un homenaje al artificio que implica el cine: el último fragmento (breve) de su película está formado por un montaje de espectaculares caídas de personajes del cine mudo, entre los que se encuentran astros como Chaplin o Keaton. Hay que añadir que, como uno de los personajes principales de «The Fall» es un doble de escenas riesgo, que realiza una espectacular caída durante un rodaje, y que debido a ésta termina postrado en la cama de un hospital, la película también podría ser considerada un homenaje a los especialistas, actores, etc. que llevan a cabo estas acciones, y que contribuyen a la fantasía que es el cine. Además, la acción del film se sitúa en el año 1.920, cuando el cine mudo vivía su época dorada. Las caídas físicas van a tener una importancia clave en el desarrollo del film, un artificio narrativo y visual en toda regla, del mismo modo en que también lo era “La Celda” (The Cell, 2000), la anterior película del director de origen hindú.
Para disfrutar de su nueva película es indudablemente cierto que el espectador tiene que estar predispuesto y mostrar una cierta sensibilidad a una estética que privilegia la belleza visual, las composiciones simétricas de muchos encuadres, la hiperluminosidad de los espacios, un concepto de lo espectacular un tanto plastificado (esos trajes siempre impolutos; esa sangre que “mancha” estéticamente a los personajes que reciben golpes o cortes en la película; las poses teatrales de los actores), la pureza de los sentimientos de sus personajes, las frases que son prácticamente estereotipos, etc.
Claro que, para argumentar a su favor, siempre se puede recurrir a que todos esos aspectos están aceptablemente justificados por el director hindú. Al fin y al cabo la historia está narrada desde el punto de vista de ese narrador postrado en una cama de hospital, y además su interlocutor es una niña de menos de 10 años, por lo que se podría asumir que el concepto global de la película sea un poco pomposo y llegar a la conclusión de que está acorde con la fantasía habitual en un niño.
Llegados a este punto, uno termina por preferir ciertos momentos integrados con cierta habilidad por Tarsem Singh en el devenir de la historia; Ej.: la pequeña Alexandria acudiendo por segunda vez al almacén del hospital dónde se encuentra la morfina que Roy Walker le pide enfebrecidamente. Momento que propicia, debido a la altura del estante dónde se encuentra el preciado elemento, la caída de la pequeña al suelo. Singh integra su concepto de las caídas cinematográficas de forma elegante en este momento, y además muestra a Alexandria correspondiendo al cuento de Roy con otro favor. Esa caída contribuye a la progresión dramática del relato, del mismo modo que en algunas películas que homenajea Tarsem Singh.
Hay planos en el film que me recuerdan a esos recipientes de cristal que muestran capas superpuestas de arenas de diferentes colores; objetos bellos pero, en el fondo, inútiles.
¿Se puede hablar de arte ante un objeto como ese, o solo de un objeto bonito y agradable a la vista, pero falto de vida, frío? Algo similar es lo que creo que falla en la película de Tarsem Singh y lo aleja de otros directores con una mayor habilidad para dotar a sus relatos y a sus formas visuales de ambivalencia y densidad.
Las películas de Terry Gilliam que muestran a personajes infantiles viviendo alucinadas aventuras, o bien simplemente narran fantasías visuales puras y duras, como mínimo muestran un universo con sombras, luz, polvo, barro, suciedad, etc., pero Tarsem Singh parece ver el mundo de un modo muy diferente (por mucho que su film sea una fantasía, esta está filtrada por la visión de las cosas que ha adquirido el director con los años) y aunque enfoca su cuento como un proceso de aprendizaje dónde la muerte y la crueldad hacen acto de presencia, sus imágenes son siempre demasiado pulcras y vistosas, y nunca generan un sentimiento de oscuridad en el espectador, necesario en los momentos más tensos y dramáticos.
Pero claro, nos encontramos en el territorio del cine con protagonismo infantil, aunque eso no ha impedido, a lo largo de la historia del cine, películas brillantes como “Something Wicked This Way Comes, 1985” de Jack Clayton, o las logradas películas de Pixar o de Hayao Miyazaki, entre otras, elaboradas por creadores que saben a ciencia cierta que los niños son capaces de entender, mejor incluso que los adultos, ciertos aspectos de la vida.
En fin, a la película no le faltan imágenes atractivas, pero algo falta que dote de una mayor vida a un espectáculo llamativo, sin duda, pero también algo frío.
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