The Innkeepers (2011)

argumento

El hotel Yankee Pedlar está a punto de cerrar; sus dos últimos empleados son Claire, una chica alrededor de los veinte que ha aceptado su lugar en la vida, y Luke, un chico experto en ordenadores extremadamente solitario. Ambos tienen la obsesión de que el hotel está maldito y están dispuestos a demostrarlo; el tiempo se les echa encima, por lo que deberán apresurarse a descubrir la verdad antes de clausurar el lugar, aunque ésta resulte ser tan desagradable como peligrosa…

The Innkeeperstheinnkeepers

critica

Ti West (responsable de la desastrosa Cabin fever 2) escribe y dirige la cinta que nos ocupa, The Innkeepers, una película de terror psicológico y con aires ochenteros perfectamente ambientada; avalado por la perfecta atmósfera que creó en The house of the Devil, en la que abordó el tema de las casas encantadas combinando el respeto por lo retro con la frescura de un recién llegado, el director vuelve a recurrir a dicha mezcla para presentar una obra trabajada espacialmente con precisión de cirujano, que mezcla terror e ironía en una de las propuestas más bizarras (y personalmente esperada) en mucho tiempo que se divide en capítulos para ofrecer una experiencia más estructurada y coherente (aunque algunos podrían haber sido suprimidos, como el epílogo final, el más breve e irrelevante salvo por el carácter místico que rezuma).

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El lugar señalado para que transcurran los fenómenos paranormales de este filme es el Yankee Pedlar Inn, un hotel (aunque más bien se trata de una posada) en horas bajas, en la que sus únicos trabajadores en la actualidad, Claire (Sara Paxton, que sigue en su línea de perfecta interpretación, como ya hiciera hace unos años en la fielmente revisionada y sumamente recomendable La última casa a la izquierda e incluso más recientemente en la bochornosa Tiburón 3D) y Luke (un extraordinario Pat Healy, que permanece en un segundo plano la gran parte de la trama pero matiza las escenas formidablemente), la primera una adolescente asmática sin apenas aspiraciones en la vida y el segundo un amargado fumador empedernido y solitario; la pareja se verá obligada a pasar la noche en el edificio para tratar de aportar ideas y así salir del pozo sin fondo de deudas que el decrépito hotel les ha generado, aunque solamente dispondrán de dos días para conseguir tal finalidad porque será entonces cuando el director del mismo lo clausure.

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La solución al problema parece residir en un fantasma que (supuestamente) habita en el sótano, lugar en el que Madeline O’Malley fue asesinada años atrás; la leyenda acerca de ésta, mitad invención (crean una página web para captar clientes con imágenes sutilmente modificadas para hacer creer que están aconteciendo actividades paranormales) mitad realidad (las propias vivencias de ambos con la supuesta difunta quedan registradas en cámaras de vídeo), abrirá las puertas a que una mentira se torne cierta a través de la convicción creyente (al fin y al cabo, todo en esta vida son formas adoptadas por el ser, y el no ser también forma parte de él), hecho al que contribuirán los dos nuevos e inesperados huéspedes que acuden al sitio con total convicción, la actriz de televisión reconvertida en psíquica Leanne Reese Jones (Kelly McGillis, fundamental aunque vacío papel el suyo) y un anciano (George Riddle, al que el filme no le atribuye nombre alguno) que insiste como si de un último ápice de nostalgia se tratase en hospedarse en la habitación en la que se alojó decenas de años atrás, ya que en ella tuvo lugar su luna de miel.

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Sin apenas abandonar ese espacio reducido la cámara, y como marcan los cánones, los fantasmas (o, como Leanne Reese Jones se encarga de matizar en el ecuador de la trama, entes espirituales) no tardarán en aparecer, algo que tratarán de aprovechar los responsables del lugar para promocionarlo como una auténtica experiencia paranormal basada en la leyenda inventada por ambos (en este punto entrarán en juego las grabaciones EVP, psicofonías que como ya sucediera en la atípica pero correcta White Noise se encargarán de señalar la presencia fantasmagórica del espíritu errante cuando éste esté en las proximidades), hecho que terminará volviéndose en su contra y amenazará seriamente sus vidas y las de los que allí se encuentren.

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Ti West es consciente de que tiene entre sus manos un artilugio dispuesto para encandilar a los seguidores del género, que maneja a su antojo los códigos genéricos y que compone uno de los retratos de la juventud más sinceros que un servidor recuerda (las banalidades cuotidianas que son recogidas en el primer tercio de la cinta así lo denotan); antes de que el espectro de una mujer que fue sepultada en el sótano comience a atemorizar a los protagonistas, el joven director nos deleita con borracheras, dudas y posturas de jóvenes trabajadores aburridos sobre el mostrador, un simpático reflejo de la realidad, retrato después del cual no dudará en emplear los medios de los que dispone (en especial el escueto reparto con el que cuenta) de la manera más terrorífica posible, provocando más de un sobresalto y generando una sensación de inquietud constante, logrado a la perfección sin necesidad de grandes proezas (algo muy de agradecer, ya que de este modo todo resulta mucho más digerible y entretenido, y es a su vez un claro ejemplo de que no es preciso mostrar para horrorizar, sino que las insinuaciones son mucho más efectivas que meras imágenes).

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The Innkeepers es la clásica película deseada por cualquier amante del cine en general y del seguidor más acérrimo al género de terror en particular, merced a una combinación de sarcástico humor y profundo terror (la escena que acontece en sótano, en la que los dos protagonistas intentan contactar con Madeline O’Malley resulta escalofriantemente efectiva) que consigue hacer de este producto una pequeña obra de culto juvenil, uno de esos visionados obligados que a la postre no termina de colmar las insaciables expectativas generadas (muchos la tildarán de aburrida y falta de ritmo) pero que suple sus carencias a través de la directa y atrevida visión de elementos innovadores (así lo han juzgado también los críticos de los numerosos festivales por los que ha circulado el metraje, brindando a éste excelentes críticas y diversos premios, valorando el estratégico juego de cámaras y las excelentes interpretaciones de forma muy positiva, opinión que comparto y a la que sumaría la angelical y visceral presencia de Sara Paxton, que realiza un trabajo inmejorable y transmite cada sensación que su personaje padece como si realmente sucediera).

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trailer

 

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