El Rito (The Rite, 2011)
Cuenta la verdadera historia de un estudiante desilusionado que entra en un seminario impartido en el Vaticano para, posteriormente, ser reclutado y formar parte de una nueva escuela de Exorcismos, donde tendrá que ver cara a cara el mal. Pronto tendrá que poner a prueba su fé asistiendo a un experimentado aunque poco tradicional sacerdote en su enfrentamiento contra el Demonio.
Cuando suena el nombre de Anthony Hopkins vinculado a una película de terror no podemos dejar de relacionarlo con el espléndido papel desarrollado en El silencio de los corderos; y no es que defraude la cinta en este aspecto (el actor mantiene su carrera intachable, interpretando un papel complicado de manera brillante), sino que lo hace en su conjunto global, algo muy frustrante pensando en lo que pudo ser y no fue.
Y es que la trama es arto interesante, presentando a un joven Michael Kovak (un plástico e ignoto Collin O’Donoghue), seminarista y ex empleado de la casa fúnebre regentada por su padre (papel interpretado por Ruthger Hauer que, en forma de extraños y en ocasiones innecesarios flashbacks, aparece incesantemente en pantalla, desvelando continuamente detalles acerca del protagonista) que con su fe presa de descreimiento emprende un viaje a Roma pata tomar clases de exorcismo en el mismísimo Vaticano. Allí conocerá al Padre Lucas (Anthony Hopkins), un exorcista curtido que apenas se toma en serio su trabajo a pesar de creer fielmente en el Diablo (fruto de creer en Dios, ya que, por lo visto y como suele explicarse en todo filme que se precie, si existe Dios debe existir el Diablo).
Una de las primeras cosas que aprendamos con el Padre Lucas es que para vencer a un demonio primero hemos de saber su nombre, para así implorar el nombre de Dios a fin de expulsar la fuerza demoníaca del cuerpo de la víctima (curiosa e incomprensiblemente, como suele suceder en cintas de semejante índole, el espíritu maligno obedece instantáneamente la “voluntad” de Dios). Entre tanto seremos testigos de rituales de exorcismos interrumpidos por llamas telefónicas (una de las mejores escenas de la película, a pesar de tratarse de algo cómico), de misteriosos sucesos y de unas cuantas muertes, algunas previsibles y otras no.
Todo parece tranquilo y sobrellevado racionalmente por parte de los dos protagonistas, maestro y aprendiz, hasta que Baal (uno de los millones de Demonios que teóricamente existen) posee al Padre Lucas, desencadenando la creencia de Michael a marchas forzadas (tanto como la última media hora de película) en aras de salvar la vida de su mentor, el cual ha conseguido despertar de nuevo en él la fe que antaño había perdido (y es que de eso trata realmente el filme, de la fe y la necesidad de mostrarnos creyentes en algo que no se ve pero necesitamos sentir para no dar la mano a la soledad y la desesperación).
Mikael Hafstrom dirige de forma correcta esta cinta de exorcismos con cierta adecuación, aunque no termina de cuadrar en ninguno, ya que los múltiples personajes que van apareciendo en escena apenas son aprovechados (salvo los protagonistas), y, lo que es peor aún, el argumento resulta pobre y carente de cohesión, puesto que no se logra enlazar un hecho con otro asiduamente. Y aunque las ideas están bien planteadas y la calidad técnica de la cinta es sencillamente genial, no consigue transmitir ese terror que debiera suscitar una producción de gran calibre (que se mantiene gracias a sus actores principales, Anthony Hopkins y Colin O’Donoghue, que realizan un trabajo excelente artística y emocionalmente).
Nos encontramos ante una historia desalmada (adjetivo que parece idóneo para este filme), totalmente desfasada y obsoleta en los tiempos que corren, utilizando recursos (no todo, hay algunos que realmente merece la pena destacar, como es el trato sumamente inquietante que se da a cada situación a lo largo de la cinta, pero que a la postre resulta desaprovechado al carecer de pleno sentido) que distan mucho de clásicos del terror, y que apenas consiguen crear temor en el espectador. Así, tenemos la enésima revisión de ese clásico dentro de los clásicos del cine de terror que es El Exorcista, y nos encontramos con que El Rito se presenta como una propuesta que suple la falta de originalidad con un desarrollo interesante y atrapante, pero que se empantana en su propia tibieza conformándose con la mediocridad de un par de escenas muy logradas y unos cuantos sustos fáciles.








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