Terminator (1984)
La joven Sarah Connor empieza a ser perseguida por un par de tipos. Uno de ellos se llama Kyle Reese, viste como un vagabundo; el otro, un tipo corpulento y muy agresivo, ya ha matado a varias chicas apellidadas Connor. Kyle Reese logra salvar la vida de Sarah por los pelos, cuando la chica permanece escondida en el interior de una discoteca donde su contrincante provoca una masacre. Kyle explica a Sarah que viene del futuro, que ella está destinada a ser la madre del futuro líder de la rebelión de los humanos contra las máquinas, y que el tipo que la acecha es un cyborg que tiene la misión de eliminarla para garantizar el triunfo de las máquinas en la vida que está por llegar. Ambos emprenden una desesperada huída sin fin enfrentados a un enemigo que no necesita descansar.
James Cameron dirigió su primera y extremadamente mala película, «Piraña 2», amparado por el prolífico productor y director Roger Corman. Poco tiempo después dirigió un film de ciencia-ficción con un presupuesto muy ajustado y que logró convertirse en todo un icono del cine de los años 80, en parte gracias a la presencia determinante del culturista de elite, y futura estrella cinematográfica, Arnold Schwarzenegger: la película, Terminator.
En 1991 Cameron dirigió una segunda entrega de la película, que generó unos extraordinarios ingresos en taquilla, y provocó una evolución en los efectos especiales generados por ordenador aplicados al mundo del cine. A finales de 2009, la nueva película de Cameron, “Avatar”, amenaza con devorar las taquillas gracias a la que dicen será todo un espectáculo visual en 3-D.
No es James Cameron el mejor director de cine de los años 80, desde luego, aunque su figura tiene una indiscutible importancia económica para la industria cinematográfica actual: Por encima de él solo se sitúan monstruos mayores como George Lucas o Steven Spielberg.
Se me ocurre pensar que la misma década que vio nacer al «Terminator» de Cameron genera títulos relacionados con el cine fantástico más importantes artísticamente, como “Videodrome”, “Sacrificio”, “La Mosca”, “Terciopelo Azul” o “Robocop”, pero cualquiera de ellas es devorada en el imaginario colectivo por el mito “Terminator”.
La película atesora algunas de las mejores ideas visuales legadas hasta la fecha por Cameron; Ej: la secuencia en la que Kyle Reese duerme en el interior de un destartalado coche y es agresivamente despertado por el ruido de unas máquinas que trabajan en una obra, generándole al instante recuerdos del infernal mundo futuro del que proviene: Cameron consigue con la presencia de la maquinaria del presente una evocación visual y sonora del futuro, sencilla pero muy efectiva dramáticamente, y pone de relieve una tétrica paradoja: la maquinaria del presente está al servicio del ser humano, pero la maquinaria futura pretende exterminarlo. Otro buen momento del film reside en el bello plano general que cierra la película, con Sarah ya embarazada y dirigiéndose hacia un horizonte grisáceo y nublado, como reflejo simbólico del futuro que le espera a ella y a la humanidad.
Parte del atractivo de “Terminator” reside en el diseño y la originalidad conceptual que aporta esa reproducción metálica del ser humano que no necesita descansar y/o comer, factores que lo convierten en un incansable perseguidor, y que permiten a la película ser esencialmente un film de acción enmarcado en un contexto de ciencia-ficción, y logrando con ello que la lucha entre un ser humano de carne y hueso y el titán de acero desprenda un halito propio de las narraciones míticas.
Como siempre en estos casos, es difícil dejar de lado cierta nostalgia cinéfila, pero es de justicia dejar claro que el film de Cameron, pese a ser un pequeño clásico y mantener la dignidad, acusa un cierto envejecimiento formal: una música que, dejando de lado la conocida melodía del leit motiv, es bastante chapucera en casi todo momento, o ciertos tics visuales y estéticos excesivamente anclados en la década de los 80, como la vestimenta de algunos personajes ponen de relieve (esos agresivos punks -uno de ellos interpretado por Bill Paxton- que aparecen poco después del inicio de la película).
El film mantiene en todo momento una cierta tensión entre sus ambiciones artísticas y el presupuesto a su disposición, y aunque logra establecer con éxito toda un estética visual ligada al concepto de cyberpunk (corriente visual que encuentra su mejor plasmación cinematográfica en el universo de «Blade Runner», y algo menos en «Robocop», para años después alcanzar su definitiva banalización con la trilogía de “Matrix”), la sensación es que este film de Cameron sería aún más efectivo si su nivel de producción hubiera sido más alto. Con todo, probablemente, “Terminator” puede ser considerada la película más interesante de la filmografía de su director, junto a su secuela-remake, “Terminator 2”, aunque Cameron también sea el artífice de otras entretenidas películas-espectáculo, como “Aliens” o “Mentiras arriesgadas”, o las menos interesantes “Abyss” o “Titanic”.
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