The Undying Monster (1942)
Una leyenda rodea a la familia Hammond desde hace siglos, prediciendo la transformación en licántropos de los miembros de la misma, victimas de una maldición. En el transcurso de una noche, Oliver Hammond desaparece, y una chica es hallada muerta. Helga, la hermana de Oliver, encuentra a este inconsciente y herido junto a un acantilado. La investigación emprendida por un prestigioso investigador de Scotland Yard, Bob Curtis, pone de relieve extraños detalles que relacionan a la chica asesinada con los Hammond, y los sirvientes de estos últimos harán lo posible para entorpecer el ritmo de las pesquisas policiales.
Uno de los primeros planos de esta película es toda una declaración de principios por parte de John Brahm, su director: se trata de un movimiento de cámara que recorre una de las estancias principales de la casa de los Hammond, deteniéndose momentáneamente en varios objetos, estatuas, escudos, etc. que definen a la familia, por un lado; pero por otro lado, ese plano crea un clima y proporciona un tono a la narración que certifica que nos encontramos en el territorio de lo fantástico: el espacio filmado nos revelará aspectos muy importantes de los Hammond, sugeridos, en parte, por la fotografía y el trabajo con los decorados.
John Brahm demuestra ser muy consciente del material que tiene entre manos, nada extraordinario, pero sí, en cambio, muy convencional, y ese factor no detiene al realizador a la hora de demostrar que su talento se crece ante las adversidades. Hay que decir, por otro lado, que pese al manoseado material argumental sobre el que se sustenta la película, el relato se muestra bien estructurado y, algo que sería totalmente insólito hoy en día, es sintético: 60 minutos, una duración ajustada a la anécdota narrativa. Hoy, un material como este podría alcanzar perfectamente las dos horas de metraje.
Brahm no filma por filmar, y se puede decir que cada plano en el film obedece a una idea que el cineasta quiere expresar; y además consigue que cada encuadre tenga una lograda composición visual capaz de expresar el drama (en realidad, la tragedia) que se esconde en el ámbito de la casa, y también en los espacios exteriores que la rodean.
Brahm se sirve, por ejemplo, de los árboles de ramas largas y retorcidas, que rodean el acantilado cercano a la casa, para atrapar repetidamente a los personajes en esas “garras”, expresión visual de lo inquietante que anida en la historia.
En otra secuencia, una chica es atacada por la bestia que atemoriza a la gente del lugar, y el director se permite el uso de la cámara en mano para dotar tanto de inestabilidad a la imagen, como sobre todo de carácter sobrenatural a lo que acontece (el plano esta filmado desde el punto de vista del animal).
No es esta la única incursión del director en el territorio de lo terrorífico, algo que demuestran películas como “The Mad Magician, 1954” o sobre todo la excelente “The Lodger, 1944”, una de las mejores visiones sobre Jack el Destripador que ha proporcionado el cine.
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