The Wall (2012)
Una mujer se une a una pareja que se dirige a un refugio en lo alto de la montaña. Por la noche, estos se dirigen a un pub situado en un valle cercano. A la mañana siguiente, al comprobar que no han regresado, la mujer sale en su búsqueda. Es entonces cuando se dará cuenta de que hay un muro invisible que la separa del resto del mundo. Con la única compañía de un perro, un gato y una vaca, empezará a escribir un diario para dejar huella de su situación, sus pensamientos y sus miedos.
Que el cine nórdico está en auge no cabe ninguna duda, solo hay que echar un vistazo a películas como la galardonada hace unos años en el Festival de Sitges 2010, Rare Exports A Christmas Tale, una vuelta de tuerca bastante interesante al subgénero de los Bad Santas, o el éxito de taquilla Donde viven los monstruos, en este caso con algunos aspectos como el ritmo narrativo algo discutibles, pero con una belleza visual fuera de toda duda.
Sin embargo, y como quedará justificado a lo largo del siguiente texto, no es algo que podamos decir de la industria germana, con ejemplos como el siguiente. Julian Polsler firma la adaptación del best-seller titulado Die Wand, escrito por Marlen Haushofer, un libro que reflexiona sobre la relación que establecemos las personas con los elementos que nos rodean. Quizá este es el gran fallo de la película de nombre homónimo que pretendemos analizar aquí. La literatura y el cine son dos disciplinas que se ha demostrado a lo largo de la historia que pueden llegar a ser muy compatibles, e incluso complementarias, pero existe un problema con el que se suele tropezar cuando se realiza una adaptación de estas características: la literatura y el cine no hablan el mismo lenguaje.
Die Wand (o The Wall como se titula en su versión internacional) es un despropósito desde que comienza hasta sus créditos finales, pues Julian Polsler no ha sabido adaptar el lenguaje literario al celuloide, más bien parece que su intención es narrar un libro acompañado de una sucesión de imágenes, a modo de carrusel soporífero en el que parece no ocurrir nada de nada, ni siquiera destaca el trabajo de su protagonista Martina Gedek, cuyas expresiones, o mejor dicho carencia de ellas, provocan un aumento de dicha sensación.
Si bien la premisa inicial parecía tener cierto atractivo, con el elemento fantástico de un muro invisible que separa a la protagonista de un mundo exterior aparentemente llegado a su ocaso, descubrimos no con cierto desaliento que dicho elemento es una simple excusa carente de total interés, pues no se explota todo lo que debería. Ni siquiera el paisaje, pues el film ha sido rodado en las montañas de Austria, nos convence al menos visualmente.
The Wall es el ejemplo perfecto de lo que no debes hacer si quieres dedicarte a dirigir cine, y debería mostrarse en todas las academias de cinematografía. Aburrida, excesivamente sobria, y con pretensiones frustradas de ser poética, lo único que conseguirá es que te duermas en la butaca.
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