The Woman (2011)
Una mujer, último miembro superviviente de un clan de salvajes que ha vagado por la costa noreste durante décadas, vive en medio del bosque alimentándose de animales y criando a su hija como si de un lobo se tratase. Por desgracia, es una presa demasiado fácil para los cazadores locales, y al ser capturada por uno de ellos comenzará una reeducación tan insana como necesaria, aunque ésta esté centrada en las perversidades propias de la mente humana más enferma que uno pueda imaginar.
Un servidor esperaba con enorme interés, principalmente, dos títulos de entre los más de doscientos que se proyectaron en el pasado Sitges Film Festival; uno de ellos era Livid (el ansiado regreso de los responsables de Inside) y el otro The Woman; lo cierto es que generarse uno mismo expectativas acerca de un filme suele terminar siendo un fracaso absoluto (ya que de este modo se exige, irremediablemente, más de lo normal al producto), pero en esta ocasión no ha sido así, y la brutal y cruda realidad hecha película que supone esta cinta me ha entusiasmado de veras.
Podríamos resumir la historia central en una crítica hacia el machismo (y en su camino también hacia la depravada sociedad contemporánea) que no dejará indiferente a nadie, merced a la multitud de escenas de violencia, tensión y pasión (fruto de la venganza) que tienen lugar, los tres elementos sobre los pivota el filme, plagado de momentos fácilmente censurables (no tanto visualmente como psicológicamente) que removerán el estómago y la conciencia hasta del más insensible y pasivo.
El símil expuesto entre las mujeres y los perros (socialmente, por suerte, ya olvidado en la actualidad pero siempre presente) sobre el que la película gira queda patente cuando Christopher Cleek (funcionario y padre modélico; Sean Bridges, del que no hay palabras suficientes para describir su enorme trabajo) caza en las proximidades de su hogar a una mujer salvaje que deambula por el medio del bosque (Pollymann McIntosh; actuación sublime la que lleva a cabo), a la que decide adiestrar a modo de actividad familiar; atada en el sótano de la casa, la irán alimentando y educando (con especial interés por parte del padre y del hijo), a la vez que la madre y las dos hijas que completan el círculo familiar van descubriendo quién es en realidad el hombre de la casa, un sádico y perverso apasionado de las torturas (con la excusa de hacerlo en virtud de la chica capturada) que no cesará en dar órdenes a las integrantes del sexo femenino para sentirse superior a ellas y hacerse respetar (respecto al cual sería perfectamente aplicable la sabia frase que versa “no hay peor respeto que el basado en el miedo”).


A medida que los días transcurran la situación se irá haciendo insostenible, y entre celos y agresiones (tanto físicas como psicológicas) tendrá lugar la más brutal de las venganzas, tan sangrienta como fundamentada desde un punto de vista racional, una respuesta ante tales atrocidades que desde un principio se va cocinando a fuego lento y finalmente termina siendo un postre de vísceras generadas por la locura que dinamita por completo (en el buen sentido) la historia.
El polémico novelista Jack Katchum y el director (no menos polémico) Lucky Mckee han elaborado una historia apasionante, personal y, en contra de lo que pueda aparentar en un principio, muy humana; se trata de uno de esos filmes que hacen merecedor de los innumerables elogios que recibe el Sitges Film Festival, ya que apostar por una película tan provocadora y controvertida como ésta es admirable, y más cuando el humor negro del que hace gala está basado en clásicos machistas.
No quisiera desvelar ningún detalle más amén de los ya citados, para así dejar al espectador que tenga la oportunidad de visionar esta joya (ardua tarea) descubrir el laberinto de sensaciones que ofrece, un abanico de emociones que transcurren desde la comedia más sarcástica (sirva de ejemplo el acento machista que inunda la trama, el cual tendrá su merecido castigo al término de la cinta para deleite del público) hasta el más absoluto terror elevado a su máximo exponente merced a una atmósfera sobrecogedora, especialmente en el primer tramo de la película, en el que presenciamos las salvajes andaduras de la posteriormente cazada mujer como si de un animal se tratase (aunque de tal forma se comporta, cuya razón reside en la difícil adaptación al medio que ha tuvo que asumir años atrás cuando su familia fue exterminada).
