Twixt (2011)
Hall Baltimore, un escritor de tercera categoría especializado en «libros de brujas», el cual atraviesa una crisis personal causada por el trágico fallecimiento de su hija y la consiguiente separación de su mujer que esta ha provocado, llega a un pequeño pueblo para presentar su libro de terror más reciente. Baltimore, aunque ignorado mayormente por la clientela de la tienda en la que firma ejemplares de su obra, conoce en esta a Bobby LaGrange, sheriff del lugar que ofrece al escritor la posibilidad de escribir conjuntamente una intensa historia de suspense que refleje un suceso criminal real que ha dejado como víctima a una joven chica no identificada, de cuyo cadáver en la morgue pende una etiqueta con el nombre «Jane Doe». Baltimore aceptará la propuesta de LaGrange, motivado por la posibilidad de organizar pronto la estructura de una nueva novela cuyos derechos puedan ser inmediatamente adquiridos por su editor, recibiendo a cambio un suculento adelanto por su trabajo que le permitiría satisfacer las exigencias económicas de su ex-mujer. Lo que el escritor desconoce es que el proceso de escritura de la historia, y especialmente lo concerniente a la conclusión de ésta, estarán más relacionados de lo que aparentan con su propia vida.
Coppola ya no sabe hacer cine. En los dos pases que tuvo Twixt en el reciente Festival de Sitges el sentir era generalizado y los comentarios se sucedían al finalizar la proyección: «Se le ha ido la olla», o «Coppola ya no hace obras maestras como Apocalypse Now o El Padrino». En algún lugar leo también que esta es la «película más psicotrónica» del realizador. Pregunto a algunos asistentes a las proyecciones, disgustados con el film, y dicen desconocer las dos obras anteriores del cineasta, Youth Without Youth (2007) y Tetro (2009). En cierto modo, lo entiendo todo. La filmografía de Coppola siempre ha sido desconcertante, y una parte de la misma está prácticamente condenada al olvido, pese a que en ella se den cita no pocos proyectos interesantes, aunque también irregulares: Llueve sobre mi corazón (The Rain People, 1969), Corazonada (One from the Heart, 1982), Cotton Club (1984), Jardines de piedra (Gardens of Stone, 1987), o Tucker: Un hombre y su sueño (Tucker: The Man and His Dream, 1988). Asimismo, Coppola también es responsable de otros films excelentes, aunque mucho más modestos económicamente que las adaptaciones para la gran pantalla de las novelas de Joseph Conrad y Mario Puzo que le han dado renombre y prestigio: el magnífico La conversación (The Conversation, 1974), o el díptico compuesto por Rebeldes (The Outsiders, 1983) y La ley de la calle (Rumble Fish, 1983).
No me voy a andar por las ramas, porque verdaderamente pienso que muchas de las reacciones que ha provocado Twixt son infundadas o incluso fruto de la falta de conocimientos de algunos espectadores. Dos personas me miraron incrédulas cuando les comenté que el nuevo film de Coppola era muy personal y en completa sintonía con obras precedentes del realizador, y una chica me comentó indignada que el estilo visual del film, aparte de parecerle cutre, no le había convencido ya que le recordaba demasiado al de Sin City (Robert Rodríguez & Frank Miller, 2005), una película que ese mismo espectador detestaba (en mi opinión, con toda la razón del mundo), aunque la comparación entre ambos films resultara a todas luces poco acertada. Alguien un poco malicioso incluso podría pensar que Coppola, al no poder permitirse un derroche excesivo de dinero para rodar una nueva película, ha decidido regresar al cine de serie B que hizo famoso a Roger Corman, precisamente el productor que le dio la oportunidad de rodar su primer film destacable, el sencillo relato de terror Dementia 13 (1963). Nada más lejos de la realidad.
La melancolía de Hall Baltimore
Nada más empezar la proyección, aparece en pantalla el logo de American Zoetrope y, tras desaparecer este, la voz de un narrador (Tom Waits) introduce, con su voz sepulcral y un clásico aliento de cuento de terror, los primeras compases del film, en el que unos pocos planos muestran al espectador varios lugares del pueblo en el que se va a desarrollar el relato. En uno de ellos, un supermercado con sección de libros de saldo (¡¡!!), Hall Baltimore (Val Kilmer) tiene una sesión de firma de ejemplares de uno de sus «libros de brujas», especialidad literaria por la que el escritor es conocido (aunque no reconocido) por algún que otro lector ávido de lecturas extravagantes y terroríficas. La categoría artística de Baltimore – escritor de tercera – es maliciosamente señalada por Coppola al situar la cabeza del personaje justo al lado de una gran flecha de promoción del supermercado que indica «for sale», pues señala varios productos que se encuentran en liquidación. El «invisible» Baltimore intenta infructuosamente llamar la atención hacia su persona de varios clientes del local, pero tan solo el sheriff del pueblo, Bobby LaGrange (Bruce Dern), se verá interesado por el escritor y le pedirá la firma de uno de sus libros.
Varias son las razones que han conducido a Baltimore hasta ese pueblo en concreto, pero la que inicialmente parece ser la más importante de ellas – escribir un nuevo libro que le permita obtener rápidamente un dinero que necesita urgentemente para satisfacer las demandas económicas de su ex-esposa – devendrá tan solo una excusa para el personaje: su separación matrimonial ha sido causada por la muerte inesperada de la joven hija de la pareja, lo que ha llevado al escritor a un estado emocional de melancolía y a un proceso de alcoholización (es decir, de autodestrucción), consecuencia ambos del sentimiento de culpabilidad que arrastra el personaje por lo sucedido.
La condición de divorciado de Baltimore, su aislamiento de los demás, su tristeza y consiguiente escisión mental, o su afición por la bebida, son elementos que no resultan en modo alguno ajenos al temario habitual en el cine de Coppola: basta recordar al capitán Benjamin Willard (Martin Sheen) de Apocalypse Now (1979), o al Harry Caul (Gene Hackman) de La conversación. Por otro lado, esa desintegración de su entorno familiar inmediato que experimenta Baltimore está en sintonía con las de los personajes de la trilogía El Padrino (1972-1974-1990), Rebeldes y La ley de la calle, o Tetro (2009), aunque indudablemente Twixt carece de la vehemencia dramática que presentan tanto esta última en algunas secuencias, como las adaptaciones de Mario Puzo. Y ya por último, y sin ánimo de ser exhaustivo, el flirteo del realizador italoamericano con las texturas del cine fantástico o de terror, viene dándose en mayor o menor medida con bastante regularidad en su filmografía, desde el antes mencionado Dementia 13 apadrinado por Roger Corman hasta la propia Tetro (recordar los instantes en los que Vincent Gallo aparece simbólicamente deslumbrado por luces en esta última), pero sobre todo se manifiesta con intensidad en películas como Apocalypse Now (toda ella una fantasmagoría), La ley de la calle (las delirantes ensoñaciones de los personajes), Drácula, de Bram Stoker (1992), o Youth Without Youth, entre otras.
Los secretos del arte literario de Poe
Desde el momento en el que Hall Baltimore encuentra casualmente una lapida en honor de Edgar Allan Poe y decide derramar whisky sobre ella – tanto un gesto de respeto de un escritor de tercera hacia un literato con verdadero talento, como una coherente libación al dios Poe, quien se dice escribía bajo un trance provocado por el alcohol y las drogas -, hasta el final de Twixt, en el que el editor de Baltimore, Sam Malkin (David Paymer), asegura a su escritor que «ya no volverás a ser un escritor de brujas» – pues Baltimore ha logrado dar por terminado en esta ocasión un relato de vampiros – a lo que este responde con un extraordinariamente irónico «Nevermore» (que no debe confundirse, aunque tengan el mismo significado, con «never more», pues la frase alude a una mítica que se repite varias veces en el poema de Poe El cuervo), el nuevo film de Coppola puede ser considerado tanto una fantasía en torno al universo de Poe como un homenaje a este escritor fallecido en … Baltimore.
Las referencias a El cuervo y al lugar en el que falleció el escritor nacido en Boston no son las únicas que articulan el relato de Twixt, un film cuyo desarrollo se desvela transparentemente construido con determinados elementos del universo de Poe en mente. Para empezar, la joven vampira de trece años llamada V (interpretada con gran sensibilidad por Elle Fanning), con la que sueña Baltimore siempre que se encuentra bajo los efectos del alcohol, remite a un acontecimiento real de la vida del escritor: Poe se casó con su prima Virginia Clemm, quien contaba en el momento del enlace con…trece años. En un momento de Twixt se nos indica, de todos modos, que la joven V es en realidad un destilado de todas las mujeres a las que Poe dio vida en sus relatos: Eleonora, Berenice, Morella, Ligeia…; es decir, una mujer joven, virginal, y de gran belleza y fragilidad, que se verá arrojada antes de tiempo y en trágicas circunstancias al sueño eterno del sepulcro. La aparición de V en el film determina los dos objetivos primordiales de Hall Baltimore: al mismo tiempo que este intenta escribir una historia fantástica que tenga un buen giro final de guión (ese «twixt» que da título al film) cuya calidad pueda convencer a su editor para su publicación – lo cual permitiría a Baltimore cobrar por adelantado el dinero que necesita para satisfacer las demandas de su mujer -, el escritor decide indagar en los acontecimientos que causaron la muerte de V, siendo su principal aliado en este cometido el sheriff del pueblo, Bobby LaGrange, quien aparte de facilitarle datos en torno al caso, le propondrá una colaboración literaria. Evidentemente, Baltimore aprovechará la ocasión para fusionar ambos objetivos personales: los ingredientes para su novela le vendrán dados por sus averiguaciones en torno a V y las circunstancias de su asesinato, pero lo que el escritor también averiguará es que la joven de sus sueños parece ser una proyección mental de su propia hija, y que las pistas que halle para la solución del asesinato de la primera también le acercarán hacia el perdón que anhela debido al complejo de culpa que arrastra por la muerte de la segunda.
El misterio que rodea al campanario con seis relojes (que dan otras tantas horas diferentes) que se halla en el pueblo en el que se aloja Baltimore, y que el personaje intentará desvelar accediendo a su interior en una de las dos secuencias en 3-D que muestra el film, remite de forma bastante evidente al relato de Poe El diablo en el campanario, y el momento en el que un perturbado procede a emparedar a uno de los personajes clave de Twixt homenajea a otra de las narraciones breves más conocidas del escritor, El corazón delator.
Pero todo este juego de referencias en torno a Poe resultan más bien poca cosa en comparación con la brillante apropiación que de dos elementos clave de la literatura de Poe logra Coppola en este film. Por un lado, un sentimiento de melancolía – en consonancia con los sentimientos de un desorientado Hall Baltimore – preside el tono dramático de todo el relato. Por otro, el sentimiento de culpabilidad que arrastra el escritor por la muerte accidental de su hija, que acaeció cuando esta se encontraba con unos amigos desplazándose por el mar en veloces lanchas – circunstancia que Baltimore desconocía cuando accedió a dar permiso para la salida a su hija, ya que esta tan solo le había mencionado que irían en «barcas» -, y que se erige para el personaje en una tragedia íntima que debe superar para poder seguir viviendo. Tanto la melancolía como el complejo de culpa eran elementos afines a la literatura y a la vida real de Poe, quien, en la última y más importante pirueta de Coppola, aparece incorporado como un personaje más a la ficción de Twixt – aunque, eso sí, haga su aparición tan solo en los sueños de Baltimore –, para alumbrar, literal y metafóricamente, el camino que conducirá al protagonista desde su particular infierno hasta la superación de sus problemas y, con ello, al avistamiento de una cierta luz que ofrezca algo de esperanza a su vida.
El actor Ben Chaplin, apoyado por una excelente labor de vestuario y maquillaje, encarna con gran intensidad a Poe, y gracias a su justa modulación del tono de voz, y también de los gestos y miradas del personaje, consigue transmitir con sencillez al espectador (y por supuesto también a Baltimore), las densas digresiones que en torno a los secretos literarios de sus narraciones y poemas de terror (y del arte en general) pone Coppola en boca del escritor. Las secuencias de Twixt en las que aparece Poe forman parte de lo mejor del film, siendo especialmente memorables en este sentido las palabras del escritor que tratan el proceso de creación del poema El Cuervo, o sus inquietantes reflexiones acerca de los relatos que consagró a la muerte de jóvenes mujeres (ficticias) de gran belleza, y a la tortura que este acontecimiento suponía para las mentes de sus amantes masculinos.
El abismo te devuelve la mirada
Aunque en esta ocasión me veo obligado a dejar en el tintero aspectos de Twixt que merecerían ser destacados, como el particular uso del color en las ensoñaciones que tiene Hall Baltimore bajo los efluvios del alcohol – que en todo caso remiten antes a la experimentación cromática de Coppola en La ley de la calle que no al aspecto visual de Sin City -, el acertado uso de la pantalla dividida en algunos instantes – que permite al realizador la creación de algunos pequeños gags visuales -, o la inclusión, no sé si caprichosa pero en todo caso sí algo excéntrica, de un fragmento de ópera en una particular secuencia del film, lo más interesante de la nueva propuesta de Coppola reside en la manera desprejuicida que tiene el cineasta de acercarse a la tragedia íntima del protagonista de su relato. La falta de complejos dramáticos de la que hace gala este film de género fantástico, y la fuerte presencia en el mismo de la ironía, que quita constantemente leña al fuego, no debe ser tomado como muestra de la supuesta chochez artística de Coppola, sino más bien como todo lo contrario. Coppola filma de forma convincente el proceso de superación de un tragedia familiar sin necesidad de optar por la vehemencia dramática, consiguiendo con ello que sintamos una simpatía casi inmediata por el protagonista de Twixt, interpretado además con sensibilidad por Val Kilmer, actor que nunca ha destacado precisamente por su carisma.
El sencillo y metafórico clímax del relato, en el que Poe y Baltimore contemplan, desde lo alto de un rocoso acantilado, el abismo que se extiende bajo sus pies hasta alcanzar el agua del mar (elemento este último que dará pie al uso de sobreimpresiones para visualizar el fatal accidente de lancha en el que falleció la hija del protagonista), cierra coherentemente el devenir de Twixt, pues prolonga en imágenes las palabras de Poe que a lo largo del metraje han definido el proceso de creación como la necesaria fusión de la más libre imaginación y de los estados de ánimo del creador, cuya personalidad es constantemente esculpida por las experiencias personales más dramáticas.
Coppola demuestra con Twixt – un notable film que probablemente también tiene sus defectos -, que sus facultades mentales y artísticas permanecen afortunadamente intactas.
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