Wasting Away (2007)




Como ya hice mención en la pasada crítica de ‘Zombieland’, el subgénero de los muertos vivientes, infectados y demás mutaciones o alteraciones genéticas, está sufriendo un cambio afortunadamente a mejor, en las que sus premisas siguen siendo típicas, pero su desarrollo y dinámica busca dar nuevas sensaciones al espectador, ofreciendo nuevas visiones y enfoques que son de agradecer por la mayoría de los fans de este tipo de cine. A las clásicas películas de zombies abanderadas por el mítico George A. Romero, nos invade una nueva forma de ver y contar las situaciones en este tipo de películas, como ocurre en ‘Wasting away’, cinta dirigida por el debutante Matthew Kohnen, que propone una típica historia de zombies (bidón de residuos incluido) pero que parte de una divertida situación que nos mostrará una aún más divertida escenificación de los sucesos.
‘Wasting away’ marca el propósito de que no todo estaba inventado en el subgénero, y consigue mostrar algo diferente. La novedad que ofrece el film, llega por la posibilidad de ver la historia desde dos enfoques diferentes. Por un lado, vemos la visión normal de los habitantes del lugar, que Matthew Kohnen nos ofrece y diferencia en un peculiar blanco y negro, y por otro lado, las secuencias en color que nos ofrece la visión de los zombies, con la particularidad de percibir todo como lo vería un zombie de verdad, haciendo hincapié en la aceleración de los movimientos, y una falsa percepción de las cosas. Además, ambas escenas se intercalan en determinados momentos, logrando situaciones cómicas, fruto de una combinación surrealista, que deja ver claramente el propósito del director en esta especie de experimento zombiliano, que a pesar de su originalidad, posee muchos detalles que rememoran el cine de los ochenta.
La historia comienza fresca y divertida en una típica bolera americana, pero poco a poco se va apagando debido a algunas situaciones forzadas, que cargan demasiado el apartado cómico del film, pero que gracias a la expectación por las nuevas imágenes que ofrece la cinta y a unas cuantas ocurrentes escenas, logra llegar hasta el final con un aceptable nivel.
El contagioso líquido verde fluorescente tan utilizado en los años ochenta, que aquí acaba en unos cucuruchos de helado mezclado con cerveza, es el detonante de la sureal y divertida historia, que junto a los primeros momentos en que los jóvenes protagonistas ven como algo ha cambiado en sus cuerpos, o la combinación de las dos perspectivas que plantea el director en la historia, realzan el entretenimiento y la calidad argumental , que sin embargo, en ocasiones cae en la serie B más sonrojante.
El film fue Ganador del favor del público en el Screamfest y en la maratón zombie de Sitges 2009, donde la designaron mejor película de la sección Midnight X-Treme. Diversión asegurada en éste tipo de festivales.





