X-men Origins: Wolverine (2009)

argumento
Logan, un tipo que, debido a un tragedia familiar acaecida durante la infancia, tiene la habilidad de hacer emerger unas espectaculares garras del dorso de sus manos, es enviado junto a Victor Creed como fuerza de choque durante varias guerras, incluidas las mundiales. Lobezno (el nombre de guerra de Logan) y otros de sus compañeros de armas terminan por abandonar el grupo al que pertenecen, y al cabo de los años alguien empieza a darles caza. Tras varios asesinatos, Logan es el siguiente de la lista, pero fatídicamente, el asesino, que resulta ser el mismo Victor Creed, mata a su novia, con lo que todo adquirirá un cariz personal, y Lobezno recurrirá a un militar que le someterá a un doloroso proceso físico con la finalidad de transformar sus garras y todos los huesos de su cuerpo en adamántium, un indestructible metal hallado en África, para de ese modo poder consumar su venganza enfrentándose a su poderoso enemigo.

X-men Origins: WolverineX-men Origins: Wolverine
critica
Gavin Hood, nacido en Sudáfrica y realizador de una película nominada al Oscar, “Totsi, 2005”, y de un drama rodado ya en tierras norteamericanas, “Expediente Anwar” (Rendition, 2007) (no he visto ninguna de las dos), se ha atrevido ahora con la enésima (y innecesaria) adaptación de un cómic al cine, que cuenta nada menos que con el protagonismo del personaje más carismático de los X-men, Lobezno.
El prestigio del director, y la presencia de Hugh Jackman, una estrella plenamente consagrada, permitían augurar un producto de, como mínimo, una calidad media, pero lo cierto es que nos encontramos ante una película que se ahoga en las mismas aguas oscuras y embarradas que otras películas como “Daredevil”, “Electra”, o “Los 4 Fantásticos”: todas ellas material de derribo, pura basura cinematográfica.
La película prácticamente no da tregua al espectador, que asiste divertido y distanciado a un espectáculo que se presupone caro, pero que luce raramente desfasado y cutre en todo momento, con un espíritu distendido, alejado de la gravedad de otra adaptaciones de comics, como los Batman de Burton o Nolan, y con una labor muy frágil en los efectos especiales, los diseños de los espacios por los que transitan los personajes, o el propio y lamentable guión, que se debe a David Benioff, quién con su labor facilitó a Spike Lee la creación de uno de sus mejores trabajos, “La última noche”, un drama triste protagonizado por Edward Norton.

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Desde el apresurado prólogo, que plantea torpemente un drama familiar de trágicas proporciones, y que Gavin Hood no planifica especialmente bien; y continuando con unos curiosos títulos de crédito, que directores como Sam Raimi o Tim Burton hubieran dignificado más, la película puede llegar a dividir a los que conscientemente se dejen llevar hora y media por risas y sonrisas desprejuiciadas, pero causadas por la torpe ejecución del producto, y los que (como siempre) se tomen demasiado en serio cualquier adaptación que se lleve a cabo, como si en ello les fuera el orgullo personal.
Con una película como “Wolverine” sale más a cuenta enumerar algunos de sus divertidos momentos que simplemente ponerla a parir; veamos:
La secuencia en la que Lobezno se enfrenta a Mole, un personaje con físico descomunal que los responsables de maquillaje y efectos especiales han caracterizado para la ocasión, literalmente, como si de un hermano cualquiera del Gordo Cabrón de Austin Powers se tratara: ver para creer. Evidentemente, el momento lleva adherido un humor voluntario pero tremendamente cutre y propio de films como los protagonizados por el actor Michael Myers o los que componen la saga “Scary Movie”.

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El “enemigo final” de la película, Masacre, se lleva otra de las menciones especiales, por que pocos malos de película de superhéroes han sido tan exageradamente vulgares y patéticos; un personaje que parece sacado de los peores diseños-desechos de la saga Mortal Kombat, y que adquiere protagonismo en una secuencia que Hood resuelve francamente mal en todos los sentidos: lo peor y también más divertido acaece cuando Masacre cae decapitado por Lobezno a un vacío de decenas de metros: el director muestra el rápido descenso al vacío del personaje, y acto seguido se permite un plano desde el exterior del extraño edificio en el que tiene lugar la situación, en el que se pueden contemplar pausadamente los estragos causados en la estructura del mismo por el fulminante rayo que lanza por los ojos la cabeza del villano. Como se comprenderá la relación espacio-tiempo y velocidad de la caída es devorada por el “arte fílmico” del director.

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Mucho más divertida resulta, acto seguido, la apabullante y súbita aparición de docenas de coches de policía y bomberos que aparecen en el completamente devastado lugar, en el que no se tiene en pie absolutamente nada, y del que se suponía que nadie sabía dónde se encontraba…pese a las exageradas proporciones físicas del complejo a disposición del personaje interpretado por Danny Huston, un militar malísimo.

Precisamente, a este personaje tan “carismático” le dedica el director el plano más dicharachero de la película: Lobezno se aleja, al final de la película, hacia el horizonte, en un plano general exageradamente digital; y repentinamente, y en primer término del encuadre, aparece la mano del militar sujetando una pistola y apuntándole por la espalda…logrando Hood con este momento, no solo una ridiculización de los finales de este tipo de películas, sino la reproducción de la imagen más habitual en los videojuegos que emplean el uso de la primer persona o perspectiva subjetiva.
Si yo fuera Gavin Hood estaría preguntándome que demonios me ha llevado a aceptar este proyecto o bien por que el acabado final es tan aplastantemente malo.

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trailer

 

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